¿Productividad? ¡Matemáticas! ¿Matemáticas? ¡Salario mínimo!

Hace dos semanas argumentaba que, si queremos aumentar la débil productividad de la economía catalana y española debemos empezar por el paro estructural, por el paro estacional de nuestro turismo de sol y playa y por aumentar el salario mínimo.

La publicación de otro indicador de calidad escolar obliga a volver sobre el tema. En este caso han sido las pruebas TIMSS, que evalúan el rendimiento en matemáticas y ciencias a los 9-10 años. Los resultados españoles son mediocres (por debajo de la media de la UE) y los catalanes son malos (por debajo de la media española). El mismo patrón vienen mostrando los resultados de las pruebas PIRLS (comprensión lectora a los 9-10 años) y de las pruebas PISA (matemáticas, ciencias y comprensión lectora a los 15-16 años). El mismo patrón muestra también la publicación anual de las cifras de abandono escolar prematuro. Ni qué decir tiene que es absurdo pretender construir un país de alta productividad sobre estos cimientos. Como decían los ilustrados, un país vale lo que vale su gente, y su gente vale lo que sabe.

Subir el salario mínimo, la mejor manera de mejorar los resultados escolares

Una vez más, la publicación de los resultados TIMSS ha dado lugar al pronunciamiento de expertos sobre qué hacer en la escuela para enmendar la situación. Se está hablando de la escasa formación en matemáticas de nuestros maestros, de materiales escolares, etcétera. Todo esto debe ser muy importante, pero aquí querría llamar la atención sobre lo que ocurre fuera de la escuela.

Catalunya forma parte de un conjunto de comunidades autónomas donde coinciden dos fenómenos: alto crecimiento demográfico (por encima de la media española) y malos resultados escolares (por debajo de la media española). Este conjunto está formado por Catalunya, Valencia, Baleares, Murcia y Canarias: la España turística. ¿Las escuelas de estas comunidades son peores que las demás? Lo dudo. La relación entre demografía y resultados escolares es obvia: sólo hace falta un examen superficial de nuestras escuelas para captar el impacto que tiene la sistemática incorporación, a medio curso, de alumnos que no hablan castellano, que hasta entonces han sido escolarizados de forma precaria y cuyas familias ni conocen ni valoran los hábitos asociados a la escolarización. Ni qué decir tiene que estas familias se instalan en estas comunidades autónomas atraídas por unas oportunidades laborales que exigen poca formación: no sólo el mundo turístico, también el de la agricultura, las industrias cárnicas, etcétera. Para entendernos, un mundo que incluye a Lloret, Guissona y las múltiples oportunidades precarias que proporciona la metrópolis de Barcelona.

La conclusión es que si queremos mejorar nuestros resultados escolares debemos moderar nuestra adicción a la mano de obra abundante, barata y, por tanto, poco formada. ¿Cómo combatir esta patología? No conozco mejor remedio que subir el salario mínimo.

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