La reapertura de Notre Dame da una breve tregua a la crisis política francesa

Las ceremonias de la reapertura de Notre Dame, este fin de semana, han propiciado una tregua relativa y breve en la crisis política francesa. Emmanuel Macron tuvo ayer algunos contactos de sondeo de cara a la formación del nuevo gobierno, después de la caída del Ejecutivo de Michel Barnier, pero el presidente francés debe concentrarse en las próximas horas en hacer de anfitrión de los líderes mundiales presentes en París, entre ellos el estadounidense Donald Trump y el ucraniano Volodímir Zelenski, a quienes recibirá en el Elíseo.

La voluntad de Macron es acelerar lo máximo posible la negociación, a partir del lunes, para que se forme un nuevo gabinete e intente consensuar un presupuesto. Está en juego la credibilidad de Francia ante sus socios europeos y ante los mercados financieros. Al presidente también le interesa que el periodo de incertidumbre no se eternice porque ello avivaría la discusión sobre su propia permanencia en el Elíseo.

La firma del tratado de Mercosur es un agravio para Francia y radicalizará la protesta del mundo agrícola

Quizás el hecho más importante desde el triunfo de la moción de censura contra Barnier sea la evolución dentro de la izquierda. El Nuevo Frente Popular (NFP), la coalición que sacó el mayor número de diputados en las elecciones legislativas de junio y julio pasados, da síntomas de creciente división y no puede descartarse que implosione. Los socialistas y los ecologistas se muestran más flexibles ante la posibilidad de entenderse con el centro macronista e incluso con la derecha en un programa de mínimos y un pacto para no censurar al próximo gobierno. Esa postura les alejaría de La Francia Insumisa (LFI), la componente más radical de la izquierda, que dirige Jean-Luc Mélenchon.

Una hipotética alianza republicana amplia, que iría desde los socialistas hasta la derecha gaullista, y que incluiría a macronistas y grupos minoritarios de regionalistas, centristas e independientes, podría constituir una mayoría, dejando fuera a los dos extremos, a LFI y al Reagrupamiento Nacional (extrema derecha) de Marine Le Pen.

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French President Emmanuel Macron appears on screen as he makes a television address to the nation after Prime Minister Michel Barnier's government was toppled in a no confidence vote in parliament, in Paris, France, December 5, 2024. REUTERS/Christian Hartmann

Se trata todavía de política ficción, pues un acuerdo tan amplio exige renuncias significativas de todos. Cuesta imaginar cómo pueden llegar a una síntesis de compromiso en cuestiones como la reforma de las pensiones –que los socialistas querrían replantear– o una ley de inmigración y asilo más restrictiva, que la derecha ve como algo indispensable para satisfacer a sus electores.

Como personalidad a la que Macron podría encargar que intente la cuadratura del círculo se menciona con insistencia al alcalde de Pau, François Bayrou, exministro y líder del Movimiento Demócrata (MoDem), grupo aliado de Macron desde el 2017. Bayrou, de 73 años, los mismos que Barnier, fue candidato presidencial y no niega que continúa aspirando al Elíseo.

A Macron y al futuro gobierno no les faltaran problemas en la calle, por el descontento de los funcionarios y de los agricultores, y también porque los despidos en grandes empresas están siendo cada vez más frecuentes.

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El malestar de los agricultores amenaza con provocar una protesta de gran envergadura, similar a la de principios de año, debido a la firma en Montevideo (Uruguay) del tratado de libre comercio entre la Unión Europea y Mercosur. Se trata de un casus belli para París. Agricultores y ganaderos aumentarán al máximo la presión. De hecho, los analistas franceses estiman que la firma por la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, del tratado, coincidiendo con la crisis política francesa, supone una bofetada a Macron y pone en evidencia el debilitamiento de su autoridad en Europa y la averiada relación entre París y Berlín. Von der Leyen, por cierto, no estará entre los invitados en la explanada de la catedral.

Igual que sucedió con los Juegos Olímpicos el pasado verano, la reapertura de Notre Dame insuflará autoestima a Francia por el éxito evidente de haber conseguido la restauración del templo en el plazo previsto después del incendio del 2019. Pero ese sentimiento positivo, al menos por lo que atañe a Macron y la clase política, será efímero.

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