Hasan, un joven sirio de 17 años, se regocija en el caos de un Damasco “liberado”. Subido a un tanque abandonado, sonríe mientras un miliciano le enseña a disparar, por primera vez en su vida, un fusil. Su tiro solitario se une las miles de ráfagas que los rebeldes de la Organización para la Liberación del Levante (HTS), que, con disparos al aire de miles de fusiles, han puesto banda sonora a la caída de Bashar el Asad. En la plaza de los Omeyas, en el corazón moderno de la ciudad, una alfombra de casquillos se extiende por el suelo: todas aquellas balas que no han sido necesarias para hacer caer una dictadura de más de 54 años que ha desparecido del mapa en 11 días.
El régimen no sólo ha caído; se ha evaporado por completo. En la frontera, no hay un sólo funcionario que estampe pasaportes, como en las carreteras de acceso a la capital, donde las casernas del ejército han amanecido completamente vacías, con los cristales rotos. Una decena de uniformes, sin soldado dentro, eran pisoteados por la multitud cercana a un edificio gubernamental. “Todos los que trabajaban con el Gobierno han huido”, dice Salama, un videógrafo de Alepo que ha grabado con su móvil el avance de la milicia yihadista.

Las diferentes facciones pactan con el ex primer ministro de El Asad la transición en el Gobierno
Según explica, la mayoría de ellos se han desplazado desde la región costera, en el oeste de Siria: allí es donde tienen su feudo los alauíes, la rama chiíta a la que pertenece la familia El Asad y donde Rusia aún conserva una base naval en Tartus. De la marcha del Estado sólo queda, tirado junto a un check point , el carné del ejército de Mohamed, de 22 años, quien antes de abandonar su puesto decidió partirlo por la mitad.
Después de décadas de represión, los damascenos han aprovechado el inmenso vacío que deja la dictadura para ejercer su rabia contra todo lo que representa al pasado. El fuego engulló decenas de edificios gubernamentales, mientras algunos aprovecharon para saquear edificios como el palacio presidencial, ocupado, hasta hace dos días, por el depuesto presidente, quien ha encontrado “asilo humanitario” en Moscú. Los miles de rostros de Bashar, omnipresente en carteles de todo el país, fueron arrancados, destruidos y quemados.
Ahora es el turno de HTS, cuyos muyahidines del norte se han convertido en reclamo turístico para los locales de la ciudad, quien debe ocupar el espacio del Gobierno. Tarea de resultado incierto, como la de un miliciano con pasamontañas y kaláshnikov que intenta en vano redirigir el tráfico caótico a las afueras.
El grupo, de ideología yihadista y designado como organización terrorista por la ONU y EE.UU., ya ha encargado la formación de “un gobierno de transición” a Mohamed el Bashir, según anunció la televisión siria. Su tarea principal será “evitar que Siria caiga en el caos”, aseguró el grupo. El miliciano, ingeniero de formación, ya ha ejercido de jefe de facto en Idlib, donde HTS ha mantenido su control desde hace años y desde donde inició su ofensiva relámpago.
La decisión de encargarle la creación de un nuevo organismo político se produjo en una reunión entre El Bashir, el líder de HTS, Abu Mohamed el Yulani, y el hasta ahora primer ministro del régimen, Ghazi el Yalali, según la televisión Al Arabiya. Pese a que Yulani se ha convertido en la cara más visible de la rebelión, ha descartado por el momento asumir cualquier otro rol que no sea el de cabeza militar de la organización.
La milicia se ha comprometido a que la transición de poder sea pacífica. En ese sentido, el Banco Central de Siria lanzó un mensaje de tranquilidad, y aseguró el lunes que el dinero de sus depositantes está a salvo en sus cajas fuertes. La institución reafirmó que “continúa su trabajo” y declaró que están “en contacto con todos los bancos en activo” y que “los depósitos y fondos depositados en ellos están seguros”. Otra de las medidas contra los saqueos, que se han extendido por todo el país es un toque de queda a partir de la caída del sol en la capital. El pillaje y las peleas se han centrado sobre todo en tiendas de alimentos y gasolineras, donde se ha cortado por complejo el suministro. HTS insistió en un comunicado “en la necesidad de preservar y proteger la propiedad pública y privada en Damasco”. Los infractores se enfrentan a “sanciones severas que pueden incluir prisión o multa”, añadió un comunicado.

Israel entra en territorio sirio para crear una zona “tampón”
Por el momento, los sirios no quieren ver qué les depara este nuevo régimen. Están demasiado enfrascados intentando cerrar su pasado. Decenas de miles de personas buscan ahora a familiares desaparecidos durante los años de dictadura y, en especial, desde que empezó la guerra civil en el 2011. El epicentro de esta búsqueda es la cárcel de Saydnaya, donde equipos especializados buscan acceder a los túneles subterráneos, donde se supone que hay miles de opositores al régimen de El Asad.
También sienten la amenaza aérea de Israel y EE.UU., que desde la toma de poder de los rebeldes no han dejado de bombardear Siria en busca de almacenes de armas, en especial de armas químicas. En Damasco, el complejo de seguridad del ejército fue atacado varias veces, creando una columna de humo que se confundía con la de otros incendios. Israel ha bombardeado también buques de guerra en Latakia.
Los israelíes han aprovechado la situación para crear una zona “tampón” en territorio sirio junto a los Altos del Golán, ocupados a Siria por Israel desde la guerra de 1967. Beniamin Netanyahu dice que el movimiento “es temporal”. Pero añade que los Altos del Golán son de Israel “para toda la eternidad”. La entrada de las tropas israelíes en territorio sirio ha desatado la ira de Egipto y también de la ONU, que la condena.
A pesar del caos vigente, son muchos los que quieren volver. Las autopistas del país se colapsaron por la cantidad de coches de regreso a ciudades que muchos llevaban años sin pisar. “Es la primera vez en 14 años que voy a ver a mi hermana”, dice un incrédulo Abadljalil, quien asegura que nunca antes había pisado la capital. Nacido en Idlib, conoce bien a HTS. “Hace un año yo protestaba contra ellos. Ahora no sé qué pensar”, asegura. “En mi ciudad se comportaron como dictadores parecidos a El Asad. No sé por qué tendrían que cambiar ahora”.