Xi exhibe los 25 años de reintegración de Macao en China como éxito de “Un país, dos sistemas”

Para algunos hongkoneses, la República Popular de China es el poli malo. Pero para la inmensa mayoría de los macaenses es el poli bueno, además de “Madre Patria”, como ha vuelto a demostrar su bienvenida al presidente Xi Jinping, desde ayer miércoles. La visita oficial de este, la primera en cinco años, se prolognará hasta mañana viernes, coincidiendo con el 25 aniversario de la devolución del enclave de manos de Portugal. 

El jefe de estado chino no perderá ocasión de resaltar la reintegración pactada de la excolonia portuguesa, el 20 de diciembre de 1999,  como prueba del éxito de “Un país, dos sistemas”. Lema de la política aplicada desde antes (1997) en Hong Kong y, en un día no muy lejano, según confía Pekín, también en Taiwán, último refugio de los anticomunistas que perdieron la guerra civil china.

La última vez que Xi visitó Macao fue precisamente con motivo del 20 aniversario, en diciembre de 1999, cuando el contraste con las turbulencias de Hong Kong -en plena contestación- era particularmente llamativo. Esa diferencia se ha atenuado mucho desde la pandemia, que aisló a ambos enclaves del resto del mundo y puso de manifiesto las vulnerabilidades de sus economías. 

Estas han debido reinventarse desde que los gobernadores británico y portugués arriaron sus respectivas banderas. En el caso de Macao, por segunda vez, tras la decisión política de rebajar el peso de los casinos, liberalizados en 2002 y que cinco años después ya adelantaban a Las Vegas en volumen de negocios. Macao sigue siendo el único lugar de China donde el juego es legal y cerca del 40% de su recaudación proviene de los impuestos a los operadores de casinos. Entre ellos, el estadounidense Sands, que opera el Venetian, el mayor del mundo. 

En 2022, el gobierno autónomo de Macao prorrogó por diez años, hasta 2032, las licencias de los seis macrocasinos a cambio de un compromiso de inversión de estos cercano a los 12.000 milones de euros en diversificación: en turismo de congresos, deportes, conciertos y ocio en general, además de turismo sanitario y otras actividades de servicios. 

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Xi Jinping tras aterrizar en Macao, China, este miércoles por la tarde, después de cinco año. Fue recibido por el jefe saliente de la Región Administrativa Especial de Macao, que este viernes será sustituido por un antiguo juez de última instancia, que será el primero no nacido en el enclave pero tambíen el primero que hable portugués

Eduardo Leal / Ap-LaPresse

Que Macao sea el alumno ejemplar de “un país, dos sistemas”, no significa que Pekín termine de fiarse. A finales del año pasado impulsó la aprobación por parte de su Asamblea -como hizo en Hong Kongk- de la ley que da derecho de veto a la Comisión de Seguridad de la Región Administrativa Especial a vetar a candidatos “antipatrióticos” a la jefatura ejecutiva, así como a varios altos cargos. 

No parece haber supuesto ningún trago amargo en Macao. Aunque solo sea porque, desde que los británicos convirtieran Hong Kong a sangre y fuego en centro del narcotráfico de opio, el enclave portugués no tardó en convertirse en el hermano menor, a pesar de ser casi trescientos años más antiguo. 

Para Macao, la reintegración a China -que en realidad empezó con la agitación procomunista de 1966- ha supuesto un maná económico. Es más, solo Pekín podía impedir que las tríadas de Hong Kong barrieran a sus propias tríadas, ante el suculento mercado de la apertura del juego (hasta entonces monopolizado por Stanley Ho, del mismo modo que el contrabando de oro estaba en muy pocas manos, bien relacionadas con Pekín). 

En Hong Kong la reintegración dejó un sabor agridulce en algunos, como una sopa de aleta de tiburón, por la progresiva pérdida de peso relativo, ya no solo en China, sino en la misma área de la Gran Bahía cantonesa, donde hoy en día la puntera Shenzhen dobla su población. En Macao, sin embargo, el sabor es más parecido a la de un pastel de Belém, el dulce ubicuo para la masa de turistas (hasta un millón por semana). Excepto, precisamente, para aquellos responsables de llevar dicho postre de yema desde la otra punta del mundo. 

Sin embargo, en Portugal -único socio en Europa occidental de las Nuevas Rutas de la Seda- se concluye que Pekín ha cumplido a grandes rasgos con lo pactado para la transferencia de soberanía. En su día, lo más difícil fue explicitar la protección, durante cincuenta años, no solo del sistema legal y económico, sino específicamente de la lengua portuguesa. Hoy en día, en el mejor de los casos, domina el portugués uno de cada cuarenta macaenses (incluyendo el puñado de hablantes del dialecto criollo). Sin embargo, sigue siendo oficial, junto al chino, en contraste con la campaña de supresión de que fue objeto por parte de la India en Goa, Damán y Diu. 

La moderada satisfacción portuguesa no es gratuita. Macao fue la última colonia europea en Asia -los chinos no quisieron ceder ese honor a los británicos- y la única en la que los portugueses pudieron arriar la bandera de forma pacífica, gracias a la paciencia y legalismo del gobierno chino. 

China profesa querer convertir Macao en cabeza de puente de sus relaciones con el mundo lusófono -en lugar del mundo latino en general- con resultados poco espectaculares. Aunque China es el mayor socio comercial de Brasil, el gigante iberoamericano mantiene su consulado en Hong Kong. 

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Turistas chinos frente a las ruinas de la iglesia de la Madre de Déus (1602) y del Colegio jesuita de San Paulo, cuna de la sinología 

Kanis Leung / Ap-LaPresse

Sin embargo, la cooficialidad del portugués en Macao -como la del inglés en Hong Kong- genera sus propias dinámicas. El mayor contingente de portugueses en la excolonia está hoy en día formado por abogados. No solo el acervo legal sino también los títulos de propiedad, están en portugués. Algo que llevó al jurista chino Sam Hou Fai, ya en los años noventa, a ampliar estudios en Coimbra. Este viernes, Sam Hou Fai se convertirá en el primer jefe de la Región Administrativa Especial que no ha nacido en Macao, pero también en el primero que domina el portugués. 

Cabe decir que la demografía de Macao y la de Hong Kong es bastante distinta, no solo por haber tenido patronos coloniales distintos. Incluso en el momento de la independencia, la mitad de los macaenses habían nacido en el territorio de la República Popular de China, en no pocos casos llegados a nado. Por eso, aunque la inmensa mayoría son tan cantoneses como los chinos de Hong Kong, su actitud hacia el mandarín es mucho más positiva y los visitantes del resto de China no detectan la hostilidad que a veces se da en Hong Kong (aunque los hongkoneses más hostiles, por decenas de miles, han abandonado el enclave rumbo al Reino Unido o Australia desde 2020). 

El balance de la reintegración admite objeciones, pero la nostalgia del gobernador británico o portugués nada tiene que ver con la democracia, ni conmueve a la mayor parte de asiáticos. Hablar de “regresión” es lícito, pero ideológico. La esperanza de vida de Hong Kong y Macao es la más alta del mundo, con el permiso de Mónaco. 

Macao conserva la pataca como divisa, plenamente convertible, aunque su cotización está fijada a la del dólar de Hong Kong, a su vez amarrada a la del dólar estadounidense. Este viernes empieza la verdadera cuenta atrás, para el enclave donde los jesuitas fundaron la primera universidad de Extremo Oriente pero donde hoy manda el juego. 

Hay quien cree que solo quedan veinticinco años para el último fado, aunque nadie va a renunciar ya a los pasteles de Belém. Esa herencia cultural única -con una gastronomía igualmente única, fusión de Portugal y el sur de China, pero también de Goa, Malaca y Nagasaki- es su singularidad. De ahí que sea la Capital Asiática de la Cultura, en 2025. O que acabe de hermanarse con Dili, capital de Timor Oriental. 

Para la República Popular de China los sentimientos están bien, pero las bases materiales son más fiables a largo plazo. Hoy la renta per cápita de Hong Kong sigue siendo una de las más altas de lmundo, pero la de Macao (con 700.000 habitantes) la supera de largo, en un 30%. Pekín ha invertido lo indecible en infraestructuras para amarrar las excolonias europeas al resto de China. A finales de la década pasada inauguró el mayor puente del mundo (en realidad una suma de puentes y túneles, de 55 kilómetros, conectados con cuatro islas artificiales y con el continente). Deja a Hong Kong a 40 minutos de Macao y a Macao a un tiro de piedra de Zhuhai, una ciudad cantonesa del tamaño de Barcelona considerada en algunos índices como la de mejor calidad de vida de China. Todas ellas forman parte del proyecto de la Gran Bahía, junto a Cantón y otras siete ciudades de la provincia, formando un pulmón económico de casi ochenta millones de personas. 

La propia Macao ha sido especialmente mimada, como corresponde a su condición de hija pródiga modelo. Poco antes del 25 aniversario, se ha inaugurado un nuevo puente -y ya van cuatro- entre la península de Macao -corazón colonial- y la isla de Taipa -trufada de grandes complejos deportivos- a su vez unida a la isla de Coloane, pulmón todavía parcialmente verde. Entre ambas, se levantó Strip, con tierras ganadas al mar para algunos de los mayores casinos del mundo, entre ellos uno que recrea hasta la plaza de San Marcos de Venecia, además de canales con góndolas.

Macao no solo ha crecido en población, sino también -en 10.000 kilómetros cuadrados- en extensión. Pero no le basta. Pekín ha apadrinado la rehabilitación de una isla cantonesa, Hengqin, frente a a Coloane, como zona económica especial. Casi desierta hasta hace pocos años, Hengqin, cuya extensión triplica la de Macao, es la salida natural para la expansión de esta, aunque ahora ya, obligatoriamente, de forma concertada con la provincia de Cantón. La Universidad de Macao ya ha abierto allí su nuevo y gigantesco campus. Están previstos un sinnúmero de proyectos económicos y de vivienda. Aunque ahora mismo la atonía del sector inmobiliario en China juega en su contra, se confía en que pronto cambie la racha. 

Mientras tanto, Macao seguirá siendo el único lugar de China donde el juego es legal. Una bendición, dada la popularidad del juego entre los chinos. Aun así, el perfil de los clientes también ha cambiado, a raíz de la campaña anticorrupción lanzada por Xi Jinping desde 2013, para dificultar el blanqueo de dinero por parte de empresarios y cuadros corruptos del Partido Comunista de China. Hasta aquel entonces, más del 80% de los ingresos de los casinos procedían de las salas VIP. Hoy, la proporción se ha invertido y además ha ganado mercado otro tipo de turismo, como el de conciertos. 

Pekín no solo saluda el regreso de los chinos de Macao a la “madre patria”. También se cuida de convencerlos, mientras agitan las dos banderas, de que ha sido y será un buen negocio. 

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