
Emmanuel Macron decidió ayer alargar su visita a Mayotte y pasar la noche en el archipiélago, circunstancia que no estaba prevista, como muestra de solidaridad con este territorio francés del océano Índico arrasado por un ciclón el sábado pasado.
El presidente francés citó el ejemplo de la reconstrucción de la catedral de Notre Dame, después del incendio del 2019, para subrayar que el país sabrá movilizar todos sus recursos para reparar los enormes daños en las islas, que ya antes de la catástrofe natural eran el departamento más pobre de la República.
“No nos abandonen ni violen las promesas”, dijo una mujer a Macron, quien replicó: “No es mi estilo”
Macron expresó su intención de eliminar los bidonvilles (barrios de chabolas) y sustituirlos por alojamientos dignos y seguros. La existencia de esas vastas zonas de bangas (habitáculos muy precarios) sobre las colinas que rodean la capital de Mayotte, Mamoudzou, donde vivían sobre todo los inmigrantes irregulares, fue la causa principal de la tragedia. Los tejados de chapa metálica, muy endebles, se desprendieron fácilmente con los vientos de más de 200 kilómetros por hora y se convirtieron en peligrosos objetos cortantes.
Nadie se atreve a realizar un balance aproximado de víctimas del ciclón. El propio presidente admitió la alta probabilidad de que sean muchas más de las que manejan las cifras oficiales, de 31 muertos y más de un millar de heridos. Si se comparan estos números con las oraciones fúnebres pronunciadas en las mezquitas, existe una gigantesca desproporción. Hay la fundada sospecha de que muchos cadáveres han sido enterrados clandestinamente, fuera de los cementerios, para respetar el rito musulmán de hacerlo como máximo 24 horas después del fallecimiento y por miedo de los familiares a exponer su situación irregular a las autoridades .
Al alargar su estancia en Mayotte, el presidente podrá desplazarse a más zonas del archipiélago y agradecer la labor de los equipos de rescate. Pero el presidente reconoció que también lo ha hecho por el gesto en sí mismo, por la necesidad de que los mahoreses no se sientan solos. Macron, en efecto, multiplicó sus muestras de empatía con la población. Una señora con vestido tradicional lo interpeló. “No nos abandonen -le dijo-. No me gustan las promesas políticas que no se cumplen”. “No es mi estilo –contestó el jefe de Estado–. Si hemos sido capaces de reconstruir nuestra catedral en cinco años, sería un drama si no conseguimos reconstruir Mayotte, con los muertos que ha habido”. La mujer pidió abrazarlo y Macron asintió. No fue breve. El presidente, como suele hacer, le frotó la espalda y le susurró algo.
Además de declarar el “estado de calamidad excepcional”, Macron decretó para el próximo lunes un día de luto nacional. Para entonces el presidente ya habrá regresado a París. Hoy debe volar de Mayotte a Yibuti para festejar anticipadamente la Navidad con las tropas de la base francesa en este país del Cuerno de África. Antes de volver a París, el presidente hará escala en Etiopía para una breve visita oficial. En el Elíseo le aguarda el nombramiento de los ministros del nuevo Gobierno de François Bayrou. No sería lógico que se comunicara la lista mientras el presidente está en el extranjero, pero el tiempo apremia para cerrar la última crisis política.