Menos eslóganes y más rigor

La inmigración es uno de los principales fenómenos políticos, culturales y económicos de nuestra sociedad. Cuarenta años después del “Som 6 milions”, hemos superado los 8 exclusivamente a base de inmigración sin haberlo ni decidido, ni previsto. En consecuencia, nos ha sorprendido la gravedad de la crisis de la vivienda, de la falta de recursos hídricos, el derrumbe de la calidad de la escuela pública y mil problemas más que nos asolan.

“Ningún viento es favorable para quien no sabe adónde va”, y, demográficamente hablando, no sabemos a dónde vamos. En vez de reflexionar ponderadamente sobre cómo gestionar la inmigración, me temo que demasiado a
menudo nos conformamos con repetir clichés.

En inmigración demasiado a menudo nos conformamos con repetir clichés

Consideremos, por ejemplo, la frase “El problema lo tendrá una Europa envejecida que necesita millones de inmigrantes para sobrevivir”, aparecida en La Vanguardia el pasado día 16. Lo contrario de sobrevivir es morir, y ante esta amenaza, como es sabido, el razonamiento se paraliza. Ahora bien, ¿Qué significa que sin millones de inmigrantes Europa va a morir? ¿Están muriendo Japón o Corea, países más envejecidos que Europa y que no están recibiendo inmigración? En un organismo, el envejecimiento es la antesala de la muerte; en una sociedad lo es del empequeñecimiento, que no tiene nada que ver con la muerte. La frase es tan demagógica como decir que Europa está muriendo porque se están abriendo mezquitas.

Consideremos ahora esta otra, del día 13, que sigue a la constatación de que entre el 2016 y el 2023 el 58% y el 82% de los puestos de trabajo creados en España y en Catalunya, respectivamente, han sido ocupados por inmigrantes: “Es una consecuencia de […] la drástica reducción de la natalidad. Con esto […] entre todos hemos decidimos sin saberlo, necesitar mucha inmigración”. Ahora bien, la natalidad tiene poco que ver con la inmigración. Por no insistir con los ejemplos de Japón y Corea, consideremos que, con una natalidad como la catalana, Aragón ha recibido una inmigración moderada y el País Vasco una bajísima. No, las parejas que han decidido tener pocos hijos no son responsables de la inmigración.

Por último, consideremos la cantidad de veces que hemos leído que necesitamos muchos inmigrantes para que nos paguen las pensiones, una afirmación que ignora el principio fundamental del Estado de bienestar: que los de abajo son receptores netos; y la inmensa
mayoría de nuestra inmigración es de abajo. El cardiólogo guatemalteco que me hizo una resonancia la semana pasada contribuye sin duda a mi pensión, pero inferir de ahí que la mayor parte de los inmigrantes lo hacen es un error.

En conclusión, y como en tantas
otras materias, en materia de inmigración sobran eslóganes y faltan análisis rigurosos.

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