Hoy empieza el mayor peregrinaje del mundo, que cada doce años concentra a docenas de millones de personas en la confluencia del Ganges y el Yamuna, ríos sagrados para los hindúes. El agua fría no ha disuadido a los más mañaneros en esta nueva edición del Maha Kumbh Mela, que la ciudad de Allahabad acogió por última vez en 2013.
Cada tres años se celebra un Kumbh Mela de menor dimensión en Haridwar, Ujjain y Nashik, alternativamente. Pero la más esperada, cada doce años, y de mayor significado religioso, es la de Allahabad, ciudad histórica del norte de la India a la que el gobierno de Narendra Modi -molesto por la connotación musulmana de su nomenclatura- ha devuelto el nombre sánscrito de Prayagraj, en desuso.

Sobre las aguas del Kumbh Mela, esta mañana. “Kumbh” significa “jarra” y “mela” se refiere a una feria o aglomeración de gente.
Prayagraj no es solo uno de los cuatro lugares donde, según la mitología hindú, los dioses derramaron sin querer una gota de néctar divino, sino también la confluencia de dos ríos reales y otro imaginario pero no menos sagrado, el Saraswati.
Este Kumbh Mela podría ser especialmente concurrido, ya que la covid disuadió la participación de muchos devotos en la pasada edición, en Haridwar. Aunque esta debería haberse celebrado en 2022, ciertos astrólogos consideraron que 2021 era un año más auspicioso. El jefe de gobierno de Uttarakhand, con el calendario electoral delante, también lo vio así. En realidad, el acontecimiento fue uno de los que más contribuyó a diseminar el virus por toda la India, el país donde extraoficialmente murió más gente a causa de la pandemia.

Un asceta sopla una concha, asociada al dios Vishnú, este lunes en el Kumbh Mela.
En la actual edición, en el estado de Uttar Pradesh, el jefe de gobierno ha echado la casa por la ventana, con un presupuesto público de 1.500 millones de euros. No podía ser de otro modo, tratándose de un político que se hace llamar Yogui Adityanath y que nunca ha abandonado su túnica azafrán de monje hindú, enfundado en la cual administra un estado que dobla la población de México y triplica la de Alemania.
El yogui está convencido de que recuperará de largo la inversión, por la asistencia de “400 o 450 millones de personas”. Cifras fuera de la realidad, ya que supondrían la visita de uno de cada tres indios. Aunque incluso una décima parte supone una multitud apabullante, para la que se han levantado 56 comisarías y 133 puestos de control policial y para la que se han fletado 7.000 autobuses pintados de naranja.

Ablución madrugadora, este lunes en Allahabad
Hoy en día, viven en la cuenca del Ganges más de seiscientos millones de personas. La organización de la cita religiosa es un desafío logístico mayúsculo. Se han dispuesto 160.000 tiendas de campaña -2.200 “de lujo”- a lo largo y ancho de 4.000 hectáreas, para peregrinos y turistas. De hecho, en India, religión, cultura y turismo se presentan a menudo como un mismo paquete.
Con el actual gobierno conservador, incluso partidas presupuestarias muy importantes -desde la construcción de “autopistas” y túneles para conectar centros de peregrinaje, hasta la descontaminación del Ganges -se dotan de un barniz religioso hindú.

Los ascetas hindúes de distinto pelaje nunca han dejado de consumir cannabis indica sin restricciones legales.
En el caso del Ganges, tras miles de millones de euros invertidos en 40 años -redoblados con Narendra Modi- hay quien quiere ver algún progreso, aunque sea cosmético, por lo menos a su paso por Benarés. Aunque los análisis químicos de organizaciones independientes son mucho más pesimistas.
Donde no hay lugar alguna para el optimismo es en el Yamuna, coprotagonista del Maha Kumbh Mela. El 58% de los efluvios de Delhi (25 millones de habitantes) van a parar a sus aguas, que los residuos industriales a menudo recubren con un palmo de espuma tóxica.
Pero la fe es más fuerte para millones de hindúes, que insisten en sus abluciones, especialmente en los días más propicios para lavar los pecados, como este lunes. Cabe decir que el Kumbh Mela fue reconocido como patrimonio intangible de la humanidad a finales de la década pasada. Aunque no hay registros del Kumbh Mela como tal antes del siglo XIX, sus sadhus o ascetas desnudos no han cambiado mucho desde que Alejandro Magno se los encontró hace más de 2.300 años.