AI: ¿Árbitros o jugadores?

La inteligencia artificial ( IA) se desarrollará allí donde confluyan tres factores esenciales: conectividad adelantada, potencia de procesamiento y grandes volúmenes de datos para entrenar los modelos. Pese a tener activos importantes en estas áreas, Europa sufre carencias estructurales que ponen en riesgo su competitividad ante EE.UU. y China.

Una red de telecomunicaciones sólida es esencial para desarrollar la IA, y es aquí donde la conectividad adelantada juega un papel fundamental. Europa, no obstante, sufre una fragmentación crónica. La ausencia de operadores paneuropeos limita alcanzar el tamaño crítico necesario para emprender las inversiones requeridas para el despliegue de las redes 5G y 6G. A eso se suma la complejidad de negociar el espectro radioeléctrico con 27 reguladores y el debate sobre la contribución económica de las grandes corporaciones digitales en el mantenimiento de las redes. La resolución de estos retos marcará el futuro del sector.

Datos

La regulación europea, pese a ser necesaria, puede ser un freno y se debe compatibilizar la privacidad con un entorno de innovación

Los semiconductores, pilar fundamental para asegurar la potencia de procesamiento necesaria, son una pieza clave en las dinámicas de poder de la globalización y, al mismo tiempo, evidencian la vulnerabilidad de Europa. Estados Unidos domina el diseño, mientras Taiwán lidera la fabricación de chips de última generación, de menos de 3 nanómetros. Sin embargo, Europa puede apostar por el desarrollo de chips basados en arquitecturas abiertas como el RISC-V, fomentando así la innovación local y reduciendo la dependencia externa. El Barcelona Supercomputing Center ( BSC) puede jugar un papel crucial, no solo en el diseño de esta nueva generación de microprocesadores, sino también ofreciendo capacidad asequible para el entrenamiento de los modelos de IA a las pymes, democratizando así el acceso a los recursos de computación.

La investigación de chips fotónicos es otra carta que Europa puede jugar. Con liderazgos como el Institut de Ciències Fotòniques, esta tecnología emergente puede revolucionar la computación en varios ámbitos y asegurar un papel relevante en las próximas décadas.

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Finalmente, el tercer pilar de la IA son los datos. Europa ha sido pionera en regulaciones como la GDPR, pero el acceso a grandes volúmenes de datos de calidad, esencial para entrenar modelos, se complica por una regulación que, aunque necesaria, puede frenar la innovación. Mateo Valero del BSC advierte: “Europa no puede intentar ser el árbitro de un partido que no podremos jugar”. Compatibilizar protección y privacidad de los datos con un entorno que fomente la innovación es un desafío crucial.

Europa tiene una oportunidad única para redefinir su papel en la era digital. El continente se puede convertir en un modelo de desarrollo de la IA que respete los derechos humanos y fomente una economía inclusiva. Eso requiere acciones concretas: una conectividad sólida, una apuesta por la reindustrialización tecnológica y un uso eficiente de los datos.

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