
“Se habla de España como una potencia media en muchos aspectos, algo que ya se está superando, pero cuando se trata de turismo, España es una potencia de primer orden a nivel mundial”. Con estas palabras, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, cerraba ayer la 45 edición de la Feria Internacional del Turismo (Fitur), que coincide con el 40 aniversario de Turespaña. El presidente recalcó en su intervención que el Índice sobre el Turismo del Foro Económico Mundial en Davos sitúa a España como la segunda potencia turística, por detrás de Estados Unidos. Las previsiones apuntan a que este año se volverán a romper todos los récords de visitantes, con 100 millones de turistas internacionales en el horizonte, frente a los 94 millones que llegaron este año. ¿Hasta cuándo seguirá el país batiendo todas sus marcas?
El turismo en España no tiene techo ni lo va a tener a corto plazo. Si las condiciones geopolíticas no distorsionan los mercados de manera grave ni surgen crisis mundiales como la pandemia de la covid, el sector turístico en España va a representar en 10 años el 17% del PIB, según los cálculos del Consejo Mundial del Transporte y el Turismo (WTTC, por sus siglas en inglés), creciendo el doble de lo que lo hará la economía en general. El sector turístico representará así una contribución a la economía de 284.800 millones de euros y un total de 3,7 millones de empleos, alrededor de 800.000 más que el año pasado.
La actividad turística supondrá el 17% del PIB en España dentro de 10 años, con 3,7 millones de empleos
El turismo de masas es tendencia mundial. En los próximos 10 años, pasará de representar el 10% del PIB mundial al 11,4%, con 16 billones de dólares de actividad económica relacionada. El WTTC estima un crecimiento del sector en este periodo del 3,7%.
Pero no hay crecimiento sin impacto, tanto positivo en términos de riqueza como negativo en términos medioambientales o sociales. Ya hay muchas voces críticas que, más allá de los efectos sobre el cambio climático de multiplicar el transporte en avión, destacan su impacto en las sociedades y ciudades que reciben a estos turistas. “Es lógico que haya cierto rechazo cuando los destinos se masifican. Nadie quiere ser un extra en su propia ciudad, un elemento decorativo”, señala a La Vanguardia Julia Simpson, presidenta del WTTC. La alta directiva asegura que lo principal es empezar por “medir estos impactos” y encontrar fórmulas “para gestionar flujos”.
Simpson es contraria a las tasas turísticas y promueve el uso de la tecnología para que la demanda se distribuya por los territorios, con rebajas de precio y nuevas experiencias. Para el presidente de Exceltur, Gabriel Escarrer, es imprescindible poner coto a las viviendas de uso turístico ilegales, que son las responsables de la presión social en las ciudades.