
La propuesta de incremento del salario mínimo interprofesional (SMI) ha generado el tradicional revuelo anual entre gobierno, patronos y trabajadores, si bien, en esta ocasión, el ruido es aún mayor pues, además, se pretende legislar la disminución de la jornada laboral sin reducción salarial.
En contra del aumento del SMI propuesto por el ministerio se argumenta que se ha incrementado de manera muy relevante en los últimos años, habiéndose alcanzado el objetivo de acercarnos al 60% del salario medio y que, de seguir en esta línea, se acabará por generar desempleo y dañar seriamente nuestra productividad. En sentido opuesto, sus defensores argumentan que las subidas recientes no han debilitado la creación de empleo y que debemos plantearnos si tiene sentido la subsistencia de empresas que no pueden pagar tan siquiera el salario mínimo a sus empleados.
Hoy, la gran prioridad es la mejora generalizada de los sueldos
El aumento del SMI conlleva una problemática menor pues, con mayor o menor consenso y un punto arriba o abajo de incremento, las empresas afectadas acabarán por amoldarse nuevamente a lo que se publique en el BOE. Sin embargo, la reducción de jornada abre un nuevo escenario de mayor complejidad sin que, además, responda a la gran prioridad del momento. Las menos horas trabajadas representarían un mayor coste para muchas empresas que, a su vez, deberían reorganizar sus equilibrios organizativos sin perder competitividad.
Hoy, la gran prioridad es la mejora generalizada de los sueldos. Las mayores dificultades para las familias no vienen de trabajar 40 o 37,5 horas semanales, sino de llegar a fin de mes con unos salarios escasos y con la enorme dificultad añadida del coste de la vivienda en las grandes ciudades. Una mejora que se puede alcanzar si se reduce la desigualdad salarial, si los rendimientos del trabajo recuperan terreno frente a las rentas del capital o si, lo más determinante, somos capaces de mejorar nuestra productividad y generar una mayor riqueza compartida.
Además, si Europa no quiere quedarse definitivamente rezagada frente a Estados Unidos y China debe entender el informe Draghi Para una Unión Europea más competitiva como un manual de supervivencia, una propuesta de futuro para la economía europea que puede y debe ir de la mano de un mejor reparto de la riqueza generada.
Todo ello lleva a recordar la histórica conferencia de John Maynard Keynes en la Residencia de Estudiantes en 1930 en la que, bajo el título Las posibilidades económicas de nuestros nietos , predecía que en 100 años el progreso tecnológico, de la mano de un rearme moral, llevaría a una sociedad amable sustentada en jornadas de trabajo de tres horas diarias. Aún muy lejos de su vaticinio, pese a avances notables en el último siglo, lo que ahora toca es mejorar los salarios y aumentar la competitividad. De hacerlo así, el rearme moral y las menos horas de trabajo acabarán por llegar.