Empieza la partida de la jornada laboral

Trabajar menos, vivir mejor”. Pocos pueden estar en desacuerdo con ese lema que presidía la sala en la que Yolanda Díaz y los líderes sindicales firmaron el 20 de diciembre pasado el acuerdo para reducir la jornada laboral. La vicepresidenta quería acelerar la medida estrella de la legislatura para Sumar, pero la parte socialista del Gobierno mareaba la perdiz, consciente de que aprobarla en el Consejo de Ministros sería un fracaso si después no se lograban los votos necesarios en las Cortes. Junts volverá a ser decisiva, ya que se necesita al menos su abstención. Empieza una nueva partida.

Los prolegómenos no han sido fáciles. Para Sumar, la reducción de la jornada laboral es una bandera irrenunciable. Equivale a la reforma laboral de la anterior legislatura. Forma parte del acuerdo de gobierno de coalición. Por tanto, asumido por el PSOE. Durante meses, los socialistas dejaron que Díaz buscara el acuerdo con sindicatos y empresarios. La CEOE se descolgó de la negociación y la vicepresidenta firmó el pacto con UGT y CCOO. Cuando estaba listo, reclamó su aprobación por el Consejo de Ministros, pero la parte socialista no lo veía claro. La tensión con el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, afloró. Tanto, que Díaz dijo de él que era “casi de mala persona decir no a reducir la jornada media hora al día”.

Los de Sumar pensaron que tendrían que recurrir al comodín del presidente del Gobierno, pero en la Moncloa no gustó nada el reproche de Díaz a Cuerpo, así que Pedro Sánchez se mantuvo en silencio. En el entorno de la vicepresidenta cundía la indignación, puesto que si no se aprueba ya y por la vía de urgencia, su tramitación en el Congreso necesita tiempo y sería imposible aplicarla antes de fin de año. Era, además, una situación incómoda, ya que un pacto de una vicepresidenta con los sindicatos quedaba en el aire.

Las iniciativas en el ámbito de Trabajo siempre han suscitado roces entre Sumar y el PSOE. La popularidad de Díaz se basa en su labor al frente de ese ministerio. Contar con Trabajo ya fue uno de los puntos críticos del acuerdo que en su día rubricaron Sánchez y Pablo Iglesias. Las dos enseñas que arrancó Podemos fueron Trabajo e Igualdad. Los socialistas vivieron ambas como una especie de extirpación. Que Igualdad estuviera en manos de Podemos suponía apartar a las feministas del PSOE, con los conflictos que acarrearía después. La renuncia a Trabajo no fue tan traumática, pero simbólicamente supuso un golpe para la tradición del PSOE.

WATERLOO, 16/12/2024.- El secretario general de la UGT, Pepe Álvarez (d), se reúne en Waterloo con el presidente de Junts per Catalunya, Carles Puigdemont (i), para analizar la situación política y económica actual así como la reducción de la jornada de trabajo, entre otras cuestiones de actualidad. EFE/Gonzalo García Moreno

Puigdemont recibió a Álvarez, líder de UGT, el pasado 16 de diciembre en Waterloo

Gonzalo García Moreno / EFE

Yolanda Díaz ha buscado el apoyo de las patronales catalanas y ha hablado con Puigdemont

Al principio, los socialistas no confiaron demasiado en la reforma laboral impulsada por Díaz. No pocos pensaron que, siguiendo la máxima de que no hay mal que por bien no venga, si la reforma fracasaba, los morados acarrearían con el mayor desgaste. Pero no fue así y, de hecho, ha sido Sánchez quien más ha sacado pecho de los efectos de la reforma laboral.

En el caso de la reducción de la jornada, no era una propuesta que provocara entusiasmo en el PSOE, pero una vez asumida las reticencias vienen sobre todo de un posible revolcón parlamentario y de las exigencias que puede poner sobre la mesa Junts a cambio de sus votos. Al final, Sánchez ha tenido que elegir entre un choque dentro de su propio gobierno o una eventual derrota parlamentaria y Díaz podrá llevar la jornada laboral reducida al Consejo de Ministros del próximo martes para su aprobación por la vía de urgencia.

La vicepresidenta ha buscado el apoyo de sectores empresariales en Catalunya y ha hablado con Carles Puigdemont, sin obtener de él ni un sí ni un no. Tal como se aprobará la medida el martes no tiene el apoyo suficiente, pero Sumar es consciente de que será necesario negociar durante el trámite parlamentario. Confían en convencer a las pequeñas y medianas empresas con notables ayudas para la implantación de las 37,5 horas. En Trabajo han estudiado detenidamente un plan de bonificaciones. Y respecto a Puigdemont, esperan que Junts considere la impopularidad de oponerse a la medida.

En Junts tendrán que evaluar qué intereses defender en esta ocasión. Puigdemont recibe cada vez más a organizaciones, patronales y empresarios que le piden encarecidamente el veto a ese proyecto. También acudió a Waterloo el líder de la UGT, Pepe Álvarez. Fue un encuentro intenso, cordial aunque incluyó reproches de Puigdemont. Los últimos movimientos de Junts indican su voluntad de defender el poder económico catalán ante las políticas escoradas a la izquierda del Gobierno de Sánchez. Junts había perdido influencia en la burguesía, que se acercó a Salvador Illa ante el vacío dejado por Convergència.

Los empresarios desfilan por Waterloo para pedir que Junts vete la reducción de la jornada

Puigdemont puede votar en contra siguiendo esas peticiones empresariales o bien permitir su aprobación introduciendo las ayudas que podrían hacer la medida más digerible para las pequeñas y medianas empresas, sin ponerse en contra a muchos empleados que ven bien esa rebaja del tiempo de trabajo. Así que este asunto se incluirá en las próximas negociaciones junto a las ya pendientes sobre la delegación de la inmigración o algunos decretos más. Cuestión aparte serán los presupuestos. El socialista Santos Cerdán y el número dos de Junts, Jordi Turull, hablaron largo y tendido el viernes en un almuerzo en Madrid para reconducir la relación, aunque nadie duda de que las turbulencias seguirán. Sea como fuere, tocar la jornada laboral por primera vez en 45 años no es una decisión menor y tiene un fuerte componente práctico y simbólico.

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