Recientemente, el presidente de Estados Unidos cumplió una de las amenazas más destacadas de su campaña presidencial: imponer aranceles elevados a casi todos los artículos importados desde México, Canadá y China. Trump anunció que se aplicará una tarifa adicional del 25% a los productos de sus vecinos más cercanos y del 10% a los del gigante asiático. Esta medida, aunque de momento pausada gracias a una llamada que el mandatario mantuvo este lunes con la presidenta Claudia Sheinbaum, podría poner en riesgo el T-MEC, el acuerdo de libre comercio más grande del mundo. Además, el presidente anunció que pronto impondrá aranceles a los productos de la Unión Europea (UE).
Con los mercados tradicionales cerrados, los criptoactivos fueron los más afectados por la reacción negativa ante la medida arancelaria. Bitcoin cayó por debajo de los USD 100.000 hasta los USD 92.000, y actualmente, según datos de CoinMarketCap, se cotiza en 99.036 dólares. Las altcoins, como ETH, XRP y SOL, no quedaron exentas y sufrieron caídas de más del 15%, aunque muchas ya muestran una ligera recuperación. En este momento, la aversión al riesgo domina el mercado, lo que ha generado una serie de debates. Algunos consideran que los aranceles son un duro golpe para la criptomoneda líder, mientras que otros creen que, por el contrario, podrían impulsar aún más su valor.
El mandatario, basándose en las facultades otorgadas por la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional, justificó su decisión al señalar que los países afectados no están colaborando con Estados Unidos en su lucha contra la inmigración ilegal y el tráfico de drogas. Con estas medidas, quedó claro que el presidente de la primera potencia mundial no cederá en sus convicciones, dejando en evidencia que ni siquiera sus aliados históricos pueden sentirse seguros.
Los aranceles, aunque de momento en pausa, podrían impactar gravemente en industrias como la automotriz y la energética, con un efecto estimado de 1,3 billones de dólares en el comercio estadounidense, según The Kobeissi Letter. En el sector automotriz, las importaciones de vehículos desde Canadá y México, valoradas en 80.000 millones de dólares anuales, podrían encarecerse hasta 3.000 dólares por unidad, afectando tanto a fabricantes como a consumidores. Por su parte, el aumento en los costos de importación del petróleo canadiense, que asciende a 97.000 millones de dólares al año, se traduciría en precios más altos para los combustibles.
Cuando se imponen nuevos aranceles a los artículos importados, los consumidores deben pagar más por lo mismo, lo que reduce su poder adquisitivo y los obliga a comprar menos o, en su defecto, productos de menor calidad. Esto, como es lógico, afecta su nivel de vida, ya que las empresas suelen subir los precios para compensar los costos extra y esto acaba extendiéndose a otros productos y servicios. Acá se produce un efecto bola de nieve que contribuye a la inflación.

De hecho, Trump, además de acusar a quienes se oponen a su decisión de estar controlados por el gobierno chino, reconoció que estos aranceles causarán «algo de dolor» en la población. Sin embargo, defendió su postura al afirmar que el sacrificio inicial valdrá la pena, pues le permitirá resolver problemas estructurales.
En este punto, es necesario reflexionar sobre algo tan antiguo como inherente a la naturaleza humana: la tendencia a tropezar con la misma piedra. Han pasado más de tres siglos desde la publicación de «La riqueza de las naciones (1776)», de Adam Smith, una obra en la que el filósofo y economista escocés refutó firmemente la idea de una economía proteccionista, y aún seguimos cometiendo los mismos errores. No es que Smith fuera infalible –irónicamente, en el mismo libro el autor explica que el valor de un bien o un servicio depende de la cantidad de trabajo que lleva incorporado, algo ya refutado-, pero a estas alturas está más que demostrado que los aranceles no solo reducen el PIB, sino también la productividad y el empleo.
Sin embargo, es en esta fase cuando la acción humana comienza a desafiar el motor burocrático, ya que las distorsiones económicas terminan impulsando la búsqueda de alternativas más eficientes y descentralizadas. Bitcoin, la criptomoneda líder, ha destacado no solo por su naturaleza deflacionaria, sino también por su resistencia a la censura gubernamental. Políticos de todo el mundo han intentado frenar su influencia, pero todos han tenido algo en común: sus esfuerzos han sido tan inútiles como tratar de detener la lluvia con las manos. Aunque este no es exactamente el caso de Trump, quien ha adoptado una postura diferente hacia las criptomonedas de cara a su segundo mandato, lo cierto es que, ante posibles vientos de incertidumbre económica, es necesario estar preparados y bitcoin sigue siendo el mejor aliado.
Trump, en su soberbia, confiará en que el mercado tradicional se ajustará a sus decisiones. Sin embargo, quienes ya comprendemos el impacto real de este tipo de medidas, no podemos cesar en nuestros esfuerzos por difundir que bitcoin es la opción más eficiente para que individuos y empresas realicen transacciones internacionales, sin las restricciones impuestas por controles de cambio o tarifas aduaneras. Si bien bitcoin no está exento de riesgos, es crucial entender que estos pueden ser mitigados con una educación adecuada. Al comprender cómo funciona la red y los mecanismos de seguridad, podemos tomar decisiones informadas y proteger nuestros activos.
Una vez que nuevos aranceles entran en marcha y los precios aumentan, los consumidores pierden la oportunidad de quedarse con un sobrante monetario que podrían destinar a otros bienes y servicios. Bitcoin, al ser resistente a la censura, no solo permite proteger el dinero de políticas inflacionarias, sino que también tiene el potencial de apreciarse. Independientemente de las restricciones comerciales impuestas por los gobiernos, la criptomoneda líder ofrece soberanía financiera, liberando a los usuarios de la dependencia de los servicios financieros tradicionales. Trump o cualquier otro político podrán decir misa, pero las personas sí tienen herramientas eficientes para no ver coartada su capacidad de acceder a productos y servicios extranjeros.
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