¿Es cuestión de talento?

En las empresas hablamos constantemente de la necesidad de captar talento. Pero, cuando queremos mejorar nuestros equipos, ¿es este el rasgo fundamental de la personalidad en el que debemos centrar los esfuerzos? Me ha hecho pensar en ello uno de los mejores libros que leí el año pasado: Un corazón furtivo , la biografía del escritor Josep Pla, escrita magistralmente por el profesor Xavier Pla, que no tiene ninguna relación familiar.

El talento literario de Pla no admite dudas, aunque su trayectoria vital lo haya convertido en una figura polémica, en especial desde la vertiente política. Un corazón furtivo ilumina algunos episodios de su vida poco conocidos, concretamente con relación a su vida sentimental y otros asuntos personales. Permite, pues, hacer un retrato aproximativo de su personalidad.

Sin egoísmos

Las empresas necesitan gente creativa, brillante, con talento, pero teniendo claro que siempre es una tarea colectiva

Además de un enorme talento, Josep Pla tenía una gran ambición. Cuidó mucho, ya de muy joven, su imagen pública y las relaciones con el mundo editorial, empresarial y político. A la vocación literaria añadió, además, una voluntad de hierro. Él hablaba de su obsesión por escribir, aunque muy a menudo, en su afán, tuviera que recurrir al tabaco y al alcohol.

La biografía, sin embargo, nos muestra dos rasgos de su personalidad que son reveladores. El ansia por triunfar, por conseguir el reconocimiento público de su talento, envenena su relación con muchos de los que le rodean. Conlleva una actitud egoísta, especialmente hacia las mujeres, y una falta de escrúpulos y principios, con el fin de hacer prevalecer sus intereses. Casi todo vale para alcanzar unos objetivos personales, por una carrera literaria que le obsesiona.

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 El escritor catalán Josep Plá en su domicilio de “Mas Pla,” en la localidad gerundense de Llofriu en una fotografía tomada en 1965 

REDACCIÓN / EFE

El segundo rasgo a destacar es que Pla, a pesar del éxito literario que le acompaña ya a partir de los años sesenta, es una persona esencialmente insatisfecha e infeliz. Algunos conocidos filósofos han escrito que esta insatisfacción es inherente a la condición humana. Y quizás eso es cierto, de manera especial, en aquellas personas dotadas de un talento fuera de lo común.

Tal vez, pero la lectura de su biografía me hace pensar que la infelicidad que rezuman sus últimos años está íntimamente ligada a su vida solitaria, a su egoísmo, que no le permite contar con prácticamente nadie en quien confiar.

Cuando en la empresa queremos captar talento, es un objetivo sensato y legítimo. Pero tenemos que ir con cuidado. El gran talento condiciona el carácter de las personas, determina su personalidad, y no siempre para bien.

En las empresas necesitamos gente creativa, brillante, con talento. Pero, sobre todo, debemos tener personas que tengan claro que la empresa es siempre una tarea colectiva, a la que contribuye mucha gente. Colegas a los que hay que respetar y, a menudo, ayudar, con el fin de obtener entre todos unos mejores resultados. Nos hacen falta, en definitiva, personas con talento, pero también con espíritu de servicio, integridad y sentido del deber. Todo aquello que ayuda a formar una personalidad equilibrada.

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