¿Quién es ese señor mayor que está sentado al lado de Elon Musk? La pregunta copia un popular chiste de la era analógica y se ajusta a la realidad de esta fotografía y a los interrogantes que suscita entre los observadores. ¿Quién manda en la Casa Blanca? ¿De qué fuente emana la legitimidad de toda esa escena? ¿Qué explica esta imagen sobre la manera de gobernar la primera potencia mundial?
Musk viste casual y no deja de dar saltos. Lleva una gorra negra con el MAGA impreso y se ha presentado a la cita con su hijo de cuatro años, de nombre X (abreviación de X Æ A-Xii). El niño se aburre y hace ver que dispara a los fotógrafos. Musk tiene que cargarlo de vez en cuando sobre sus espaldas. Trump define al pequeño como “un individuo con alto coeficiente intelectual”.

Elon Musk con su hijo a cuestas y Donald Trump sentado en el escritorio del presidente
Es la primera vez que Musk responde las preguntas de los medios de comunicación desde que llegó a Washington. Habla durante treinta minutos. Musk critica la burocracia, a la que caracteriza como un poder en la sombra. “Si la burocracia está al cargo, entonces, ¿qué significado tiene la democracia?”. Se olvida decir que él no ha sido elegido por nadie, que sus poderes son fruto de haber financiado generosamente la campaña de Trump.
Musk describe un Estado federal minado por la corrupción, habla de estafas pero no presenta pruebas. El Departamento de Eficacia Gubernamental (DOGE), creado para combatirla, es acusado de secretismo. Él lo niega, dice que es todo transparencia. La prueba es que todo se publica en X.
La última portada de la revista Time, difundida el 9 de febrero, muestra a Musk sentado detrás del escritorio del presidente, el Resolute Desk . La portada ha provocado polémica por la obviedad del mensaje. Pero en apariencia Musk se siente mucho más cómodo de pie. Gesticula como si estuviera en un TED Talk. A su lado, Trump aparece como un señor mayor y cansado que lanza sonrisas condescendientes hacia X, que no se está quieto. De momento, Trump conserva el escritorio.

Elon Musk en la portada de Time
Trump y Musk aparentan buena sintonía. En realidad parecen una familia que se ha repartido los papeles. Trump es un intimidador nato. Quiere anexionar Canadá. Comprar Groenlandia. Ocupar Gaza y levantar allí una ciudad de vacaciones. Promete el infierno a quien no se ajusta a sus deseos. Dispara aranceles a diestro y siniestro. El misterio está en saber si toda esa intimidación tiene un propósito o se agota en sí misma y queda satisfecha con la humillación.
Musk, también es una figura amenazante. Pero para ello utiliza X, no su hijo, sino la red social de la que es propietario y que le ha permitido llegar hasta la proximidad del poder. Trump es el hombre severo del que nadie se puede reír y al que todos temen. Musk piensa que es divertido.
Trump disfruta con la intimidación: queda por saber si lo hace con un propósito o es puro placer
Musk cabalga montado en la ola libertaria que piensa que la administración debe ser reducida a la mínima expresión. Hace cuatro años, la derecha aspiraba a aplicar reformas para el adelgazamiento del Estado. Pero todo cambió con Javier Milei. Abrió las puertas de la ciudadela y por ellas han penetrado los bárbaros. Musk redefine hoy el perímetro del Estado federal. Lo hace sin la participación del Congreso (con mayoría republicana) y con el trabajo de un puñado de ingenieros que tienen carta blanca para entrar en las agencias federales.
Trump ha puesto el énfasis en los mensajes contra la inmigración y en la supresión de los programas federales que promueven la DEI (Diversidad, Equidad, Inclusión). También se encuentra detrás de los primeros indicios de depuración por razones políticas en el FBI, la CIA o la justicia.
Los hombres de Musk han entrado en las bases de datos de varias agencias o en el sistema de pagos del Tesoro. Han desmontado USAID, para unos, el sostén del imperio americano en el exterior, para el empresario, un organismo sospechoso de izquierdismo por destinar recursos a causas humanitarias.
Donald Trump ha aplicado muchas de las ideas que tenía en el primer mandato y que no pudo llevar a cabo. La llegada de Musk ha reavivado esa llama con una intensidad con la que no había nunca soñado.
Dos semanas y media después de haber accedido al poder, Estados Unidos es un país muy diferente al que era hasta diciembre. Pero ha sido tan vertiginoso el cambio que hasta que no se disipe la bruma, nadie se atreve a dar un diagnóstico claro.
La escritora Masha Gessen piensa que Estados Unidos ha caído bajo las garras de un líder totalitario. Dice que es donde acaban las sociedades cuando racionalmente, mucha gente elige sobrevivir y salvaguardar sus negocios. También a través de la obediencia preventiva (obedecer antes de que te repriman), idea que adopta del historiador Timothy Snyder.
El historiador de la economía Adam Tooze está cerca también de afirmar que EE.UU. ha cruzado el umbral del autoritarismo. La intimidación que practica Trump es una manera de ejercer el poder. No hace falta que tenga un propósito. Es la manera natural de desenvolverse en momentos de desorden.
Musk hace el trabajo en la sombra: reducir el perímetro del Estado federal a la mínima expresión
Peter Baker, comentarista de política del New York Times , concluye que Trump está explorando las fronteras de su poder en un momento excepcional en Estados Unidos del que han desaparecido todas las salvaguardias.