No hay nada como la ambición para poner a prueba una (supuesta) amistad. Sam Altman y Elon Musk, que en el 2015 compartieron el arranque de OpenAI como organización sin ánimo de lucro, empresa que dio un vuelco radical a la inteligencia artificial (IA) con la popular herramienta ChatGPT, están hoy en una guerra sin cuartel. A muerte que se diría. La confrontación se ha convertido en algo muy caro y muy personal. Por si había alguna duda respecto a esa animadversión, el hombre más rico del mundo se puso al frente de un grupo de inversores y lanzó la noche del lunes una oferta no solicitada de 97.400 millones para apropiarse de la empresa propietaria de ese negocio. Así se abrió la caja de Pandora de los insultos y las descalificaciones. “Su único objetivo es frenar a un competidor”, replicó este martes Altman, director ejecutivo de OpenAI y objetivo central de esa opa hostil. “No está en venta”, subrayó. Altman tuvo conocimiento de ese movimiento inesperado cuado se hallaba en la cumbre de París sobre la IA. Cuando trascendió la noticia, estaba cenando en una mesa con, entre otros, JD Vance, vicepresidente de Estados Unidos y uno de los grandes aliados de Musk. De inmediato, Altman echó mano de X para responder con un “no gracias, pero compraremos Twitter por 9.740 millones de dólares si quieres”. De forma intencionada, usó el nombre de la red social antes de que Musk la comprara por 42.000 millones, en octubre del 2022, y moviendo la coma en el decimal de la oferta por OpenAI. “No particularmente”, insistió Altman este martes al ser preguntado sobre si se tomaba la oferta con seriedad. “Creo que es para frenar a un competidor y alcanzarlo pero realmente no lo sé… en la medida en que lo hace alguien más”, insistió. “Hace mucho tiempo que Elon intenta todo tipo de triquiñuelas, ya sabéis, este es el episodio de esta semana”, recalcó. Aunque coincidieron en OpenAI, Musk abandonó y creó su propio proyecto llamado x.AI. Hace unos meses se alió con el grupo de fundadores de OpenAI que denunciaron la comercialización que hacía Altman de una herramienta que podía ser muy peligrosa para la humanidad. Hiperactivo en la demolición del gobierno, departamente por departamento, agencia por agencia, a Musk todavía la queda tiempo para pasar cuentas a su hoy enemig
No hay nada como la ambición para poner a prueba una (supuesta) amistad. Sam Altman y Elon Musk, que en el 2015 compartieron el arranque de OpenAI como organización sin ánimo de lucro, empresa que dio un vuelco radical a la inteligencia artificial (IA) con la popular herramienta ChatGPT, están hoy en una guerra sin cuartel. A muerte, que se diría.

El fundador de Tesla llama “estafador” a su exsocio y este lo califica como un tipo “inseguro e infeliz”
La confrontación se ha convertido en algo muy caro y personal. Por si había alguna duda respecto a esa animadversión, el hombre más rico del mundo se puso al frente de un grupo de inversores y lanzó la noche del lunes una oferta no solicitada de 97.400 millones de dólares para apropiarse de la empresa propietaria de ese negocio.
Así se abrió la caja de Pandora de los insultos y las descalificaciones. “Su único objetivo es frenar a un competidor”, replicó este martes Altman, director ejecutivo de OpenAI y objetivo central de esa opa hostil. “No está en venta”, subrayó.
Altman tuvo conocimiento de ese movimiento agresivo e inesperado hallándose en la cumbre de París sobre la IA. Cuando trascendió la noticia, estaba cenando en una mesa con, entre otros, J. D. Vance, vicepresidente de Estados Unidos y uno de los grandes aliados de Musk.

De inmediato, Altman echó mano de X para responder con un “no, gracias, pero compraremos Twitter por 9.740 millones de dólares, si quieres”. De forma intencionada, usó el nombre de la red social antes de que Musk la comprara por 42.000 millones, en octubre del 2022, y moviendo la coma en el decimal de la oferta por OpenAI.
“No particularmente”, insistió Altman este martes al ser preguntado sobre si se tomaba la oferta con seriedad. “Creo que es para frenar a un competidor y alcanzarlo, pero realmente no lo sé… en la medida en que lo hace alguien más”, insistió. “Hace mucho tiempo que Elon intenta todo tipo de triquiñuelas, ya sabéis, este es el episodio de esta semana”, recalcó.
Aunque coincidieron en OpenAI, Musk abandonó y creó su propio proyecto llamado xAI.
“Desearía que él compitiera construyendo un producto mejor, pero creo que hay muchas tácticas”, sostuvo Altman en una entrevista con Bloomberg TV realizada en la capital francesa. “Muchas demandas, todo tipo de locuras y, ahora, esto. Intentaremos bajar la cabeza y seguir simplemente trabajando”, remarcó. “Probablemente toda su vida (en alusión a Musk) se desarrolla en una posición de inseguridad. No siento que sea una persona feliz y lo siento por él”, dictaminó sobre su rival.
Hiperactivo en la demolición del Gobierno, departamento a departamento, agencia por agencia, a Musk todavía le queda tiempo para pasar cuentas con su enemigo. En cuanto le contestó en X con un “no, gracias”, el jefe de la red social respondió con un comentario al post de su némesis. Simplemente, calificó a Altman de “estafador”. Luego vino un vídeo sobre el director de OpenAI que compartió con el título “Estafa Altman”.

Ya hace unos meses que Musk se alió con otros fundadores de OpenAI, hoy fuera de la empresa, que denunciaron la comercialización que hacía Altman de una herramienta que podía ser muy peligrosa para la humanidad. A Musk, le provocó ira que Microsoft pasara a ser el principal inversor y que el principal proyecto fuera convertir la empresa sin ánimo de lucro en otra para sacar beneficios.
“Este es el momento para que OpenAI vuelva a ser una fuerza para el bien, centrada en la seguridad y de código abierto, como lo fue en su día”, señaló Musk en el comunicado facilitado por su abogado, Mark Toberoff. “Nos aseguraremos de que esto suceda”, insistió.
Además de las cuitas que mantienen por el control de OpenAI, de fondo emerge el proyecto Stargate, que se hizo público en la Casa Blanca con el aval del presidente Donald Trump y Altman como protagonista de una inversión que ascendería a 500.000 millones.
La oferta bélica de Musk supone un trastorno para los planes expansivos de Altman.