La nacionalidad es un derecho humano fundamental. Ser ciudadano de un Estado te otorga, de iure, protección y derechos civiles, políticos y sociales como el derecho a voto, a la justicia o a la propiedad. Sin embargo, hay 4,4 millones de personas en el mundo a las cuales se les niega este derecho, según ACNUR. De este número, aproximadamente medio millón de personas viven en la Unión Europea y dos tercios se encuentran en el norte de Europa, especialmente en los países bálticos.
El censo poblacional de Letonia en 2023 indicaba que casi un 9% de la población es considerada “no ciudadana”, un total cercano a las 190.000 personas. En Estonia, estos ciudadanos apátridas reciben el estatus de ciudadanía indeterminada, teniendo ciertos derechos electorales en elecciones municipales, pero sin la posibilidad de votar en elecciones como las europeas. La condición de estos individuos que no son reconocidos por los Estados donde residen se remonta a la independencia de los países bálticos de la Unión Soviética, a principios de la década de 1990.
Caída de la URSS
La independencia de los bálticos y sus consecuencias para la diáspora rusa
En la nochebuena de 1991, Mijaíl Gorbachov daba su último discurso como presidente de la Unión Soviética. El referéndum del 1 de diciembre en Ucrania había marcado un punto de no retorno para la URSS, cuya disolución se apresuraba desde principios de los noventa y culminó con la renuncia del padre de la “perestroika” por Navidad. La implosión socialista, calificada por el propio Vladímir Putin como “la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”, convirtió en extranjeros a 25 millones de personas dentro de sus propios países.

Una pareja moscovita bebe champán ante uno de los discursos televisados de Mijaíl Gorbachov, el 31 de diciembre de 1990
En los países bálticos, la independencia llegó algo antes, siendo reconocida por la propia URSS en septiembre de 1991. Estonia, Letonia y Lituania fueron tres de los países históricamente más castigados por el régimen comunista. Según la ONU, fueron considerados hasta su liberación como territorios ocupados de facto, con diversas anexiones forzadas, deportaciones y una migración constante de ciudadanos rusos propiciada por el Kremlin.
Con el proceso de apertura de Gorbachov, la reivindicación nacionalista en estos países despertó las manifestaciones de oposición a los gobiernos socialistas de las repúblicas bálticas. Tras su independencia, aquellos ciudadanos que no residieran en el país antes de su anexión por la Unión Soviética en 1940 o que no pudieran demostrarlo, no obtuvieron la nacionalidad, ni tampoco sus descendientes.
Barrera lingüística
Los retos de los apátridas en la UE
En 2004, los países bálticos ingresaron en la Unión Europea en el marco de la ampliación más grande de la historia de la institución. Sin embargo, la situación de los apátridas en estos países no fue regularizada. Según Mariano López de Miguel, historiador especialista en Europa del este, “la UE dio un tirón de orejas a los Bálticos por los derechos lingüísticos, no así por los derechos de ciudadanía”. De este modo, pese a la voluntad de defender a estas minorías, en ningún momento se obligó a estos países a otorgar la nacionalidad, por lo que han quedado apartados de la ciudadanía.
Conseguir la nacionalidad del país a posteriori supone también un gran desafío para estas personas, ya que deben cumplir con ciertos requisitos. En el caso de Letonia, el Estado exige aprobar un examen sobre la historia del país y el idioma letón, además de jurar la Constitución letona y ser capaces de recitar el himno nacional. Algo muy parecido se pide en Estonia, donde la barrera lingüística suele ser el principal obstáculo para acceder a la nacionalidad, ya que los apátridas son mayoritariamente rusófonos.
Pese a los desafíos, el número de apátridas en los países bálticos ha disminuido en los últimos años. Esto se debe a múltiples factores como migraciones o el recambio generacional en países que tienen un número de población reducido, aunque cabe destacar que también se han otorgado ciudadanías temporales a ciudadanos apátridas por presiones de la UE.
Desde la invasión de Ucrania de 2022
El sentimiento anti ruso aumenta en los países bálticos
La discriminación social hacia los apátridas en los países bálticos continúa siendo a día de hoy un problema. “Pese a que se ha mitigado con los años y existen los matrimonios mixtos entre ciudadanos rusófonos y ciudadanos bálticos, sigue habiendo una xenofobia de facto”, explica De Miguel. El sentimiento antirruso en los países bálticos se ha acentuado en los últimos años debido a la invasión a Ucrania de 2022, donde como en el resto de Europa se ha producido un proceso de rearmamento, y son los apátridas rusófonos quienes están pagando los platos rotos de las políticas nacionalistas de la Federación Rusa.
Esta situación podría empeorar si estos países continúan dando un vuelco hacia un nacionalismo exacerbado, dejando aún más de lado la situación de los apátridas motivados por un creciente sentimiento antirruso. Cabe recordar que Rusia tiene frontera terrestre directa con Lituania a través del enclave de Kaliningrado y, como ocurrió en Ucrania, la discriminación hacia la población rusa podría tensar excesivamente las relaciones con el Kremlin.