Arrecian los combates a lo largo de toda la frontera entre Tailandia y Camboya

Los combates arrecian a lo largo de la frontera entre Tailandia y Camboya, este martes, por tercer día consecutivo. Al menos tres soldados siameses y siete civiles camboyanos han perecido, mientras medio millón de personas han tenido que abandonar sus casas, en poblaciones fronterizas de riesgo. Ayer hubo un salto cualitativo, al confirmarse el empleo de la aviación por parte tailandesa y de lanzacohetes  por parte camboyana. 

A pesar de llamamientos a la calma por parte de los presidentes de China o EE.UU. o del mismo secretario general de la ONU, las operaciones militares van a más. El ejército tailandés ha reconocido hoy su incursión armada en zonas disputadas en las que, según ellos, las fuerza camboyanas se estaban parapetando. Ayer circularon imágenes de tanques superando alambradas y hoy, en una operación coordinada por la armada tailandesa, un comando habría tomado varias casas previamente ocupadas por camboyanos en la linde de Camboya y la provincia marítima de Trat. 

Hun Sen, que maneja el poder en Phnom Penh desde los años ochenta -hoy a través de su hijo, el primer ministros Hun Manet- acusa directamente de “invasión” a las tropas tailandesas. Hace dos semanas, el primer ministro interino de Tailandia, Anutin Charnvirakul, suspendió el acuerdo de paz apadrinado por Donald Trump el último día de octubre, en Kuala Lumpur. Dicho acuerdo ya no está en suspenso, sino muerto y enterrado, para disgusto del presidente estadounidense, a quien Hun Sen se apresuró a proponer para el Nobel de la Paz. 

Horizontal

Crater provocado por un impacto de artillería en Sisaket una de las siete provincias tailandesas que bordean Camboya a lo largo de más de 800 kilómetros. Hay combates en seis de ellas. 

SAROT MEKSOPHAWANNAKUL / AFP

Como parte del mismo paquete pacificador, Washington eliminó el embargo de armas a Camboya y acordó reanudar los ejercicios militares conjuntos congelados desde 2017. Todo ello ha sido acogido con irritación en Bangkok, donde Anutin llegó a exclamar que ya le daba igual si Trump volvía a castigar a Tailandia con su garrote arancelario. A día de hoy, los derechos de aduana estadounidenses para los productos tailandeses y camboyanos son, en ambos casos, del 19%. 

Es difícil que las armas callen del todo antes de las próximas elecciones en Tailandia, donde el Parlamento (el mayor del mundo en superficie, construido por la firma familiar del actual primer ministro) podría ser disuelto a finales de enero. Anutin pretende convocar, el mismo día de los comicios, un referéndum de revocación del principio de acuerdo sobre fronteras suscrito pero no ratificado desde hace un cuarto de siglo. Pretende movilizar así a su favor un voto en clave patriótica. 

El político y empresario Anutin, civil por los cuatro costados, comparecía hoy ante las cámaras en uniforme militar. Una prerrogativa de los primeros ministros de Tailandia que sorprende y confunde en el extranjero, sobre todo porque los uniformados de verdad nunca andan demasiado lejos. 

A pesar de esta fiebre marcial, algún medio tailandés se preguntaba hoy si es el gobierno el que está marcando la línea de las fuerzas armadas o al revés. Un general tailandés expresó ayer que la operación militar acabaría cuando las capacidades del ejército camboyano hubieran sido reducidas hasta el punto de no representar cualquier amenaza, empleando una retórica parecida a la de Rusia en el sudeste de Ucrania. El ministro de Exteriores, Sihasak Phuangketkeow, se ha expresado en la misma línea ante los diplomáticos extranjeros y ha insinuado que los enfrentamientos podrían intensificarse.

La guerra de los casinos

Ayer un F-16 tailandés bombardeó un palacio del juego, hoy lo hizo un tanque 

Más allá del drama humano, con cientos de miles de desplazados a ambos lados de la frontera (que se unen a los cientos de miles de trabajadores camboyanos que han abandonado Tailandia en los últimos meses) está el riesgo para el patrimonio en disputa. Hoy el ejército tailandés ha lamentado que ayer “no hubo más remedio” que disparar contra el templo jemer del siglo XI (dedicado a Shiva) de Prasat Ta Krabey, para desalojar a la artillería camboyana. También se destruyó el teleférico en sus inmediaciones. 

Pero hay otros aspectos inquietantes en el actual pulso, en que ambas partes culpan al contrario. Hoy un tanque tailandés ha destruido a cañonazos un segundo casino fronterizo en Camboya, después de que un F-16 tailandés estrenara ayer la cuenta, bombardeando un primer casino luego calificado como “base de operaciones y almacén de artillería”. En estos momentos, en la frontera a ratos sórdida entre Tailandia y Camboya, muchos intereses cruzados hacen juego. 

Desde ayer hay combates en Prasat Ta Krabey (Ta Kwai en tailandés), uno de los templos jemeres situados justo en el lado camboyano de la frontera . El ejército tailandés también destruyó el teleférico utilizado por los soldados camboyanos

Desde ayer hay combates en Prasat Ta Krabey (Ta Kwai en tailandés), uno de los templos jemeres situados justo en el lado camboyano de la frontera . El ejército tailandés también destruyó el teleférico utilizado por los soldados camboyanos

Turismo de Camboya

Litigio por tierra, mar y aire

El irredentismo tailandés confía en su ejército y rehúye el arbitrio internacional

El irredentismo tailandés en Camboya, sin base étnica, ni lingüística, ha moderado su alcance territorial, pero está lejos de desaparecer. Su utilidad para los sectores más reaccionarios de Bangkok le auguran una larga vida. Los nacionalistas tailandeses no olvidan el siglo largo de ocupación siamesa de las provincias fronterizas de Camboya (incluidas las ruinas de la antigua capital jemer, Angkor Wat). Hasta que la delineación de fronteras de 1907, con la Indochina francesa, las dejó más o menos como hoy. Entre medio, la alianza entre Tailandia y el fascismo japonés, aliado a su vez de la Francia de Vichy, permitió a Bangkok recuperar aquellos territorios a principios de los cuarenta, aunque luego tuvo que abandonarlos tras la capitulación de Japón.

​Para el irredentismo tailandés, el templo hindú jemer de Preah Vihear, patrimonio de la humanidad, sigue siendo una espina clavada, a pesar de dos sentencias internacionales favorables a Camboya. La lógica de continuidad histórica y cultural choca allí con la lógica de la continuidad orográfica, ya que está en un altozano estratégico al que se accede desde Tailandia, para despecho de sus militares. Pero en otras partes, el trazado fronterizo es muy favorable a Bangkok, dejando a Camboya una salida al mar bastante exigua. Aun así, el gobierno tailandés aspira a achicar aún más las aguas territoriales de Camboya, donde se sospecha la presencia de hidrocarburos. Pero no lo hará sometiendo el litigio a un arbitrio internacional, donde tiene las de perder. Prefiere apretar las tuercas a Phnom Penh para forzar un acuerdo bilateral que desatasque las exploraciones. 

También te puede interesar