
La reunión de ayer del BCE no deparó sorpresas: Lagarde dejó inalterados los tipos de interés, tras ocho reducciones consecutivas del de la facilidad de depósito alcanzado en septiembre del 2023 hasta el 2% del pasado mes de junio. Su mantenimiento, que no habrá hecho muy felices a los gobiernos de algunos países, refleja los efectos combinados de un amplio abanico de situaciones.
En primer lugar, una inflación contenida situada ya en el objetivo del BCE y que, además, se está viendo reforzado por un euro que continúa apreciándose (un 13% desde enero) y que, en los 1,176 dólares alcanzado estos días, tiende hacia el límite que el BCE comenzaría a ver preocupante, el de 1,20 dólares. Un euro fuerte, con sus efectos sobre la disminución de precios de las importaciones sumado a la caída de los de la energía, forman un favorable ambiente para continuar manteniendo el objetivo IPC de la eurozona en el 2% que desea el BCE.
La decisión del BCE va a provocar tensiones en ciertos países de la eurozona
En segundo término, recuperación de la economía de la eurozona (un 0,6% en el primer trimestre). Aunque parte de la misma refleja stocks acumulados ante el temor de la guerra arancelaria, hay que esperar nuevos impulsos procedentes de los programas de armamento del conjunto de la UE y, en particular, del incremento del endeudamiento alemán para financiar, además, infraestructuras. En este contexto, el BCE destaca en su diagnóstico el robusto mercado de trabajo, el alza de la renta familiar, una sólida situación financiera de empresas y familias y la mejora de la confianza empresarial.
Finalmente, lo que parece que será el acuerdo entre la UE y EE.UU. en aranceles, que lo situaría en el 15%, no muy superior al 10% existente desde abril, lo que significa despejar el panorama del próximo futuro, a lo que también ha contribuido el acuerdo EE.UU.-Japón. En suma, un escenario que confirmaría lo que Lagarde dijo hace más de un mes acerca del final del ciclo de reducciones de tipos de interés. Y que se suma al de algunas de las medidas extraordinarias instrumentadas por el BCE en crédito (los dirigidos a la banca a tipos negativos y que fueron ya amortizados a mediados del pasado año) y al inicio de la reducción, modesta hasta la fecha, del stock de deuda pública, fundamentalmente acumulada en el balance del BCE.
En conjunto, pues, una valoración positiva de la situación y de las expectativas futuras, que permiten al BCE normalizar parte de su política monetaria. Ello va a provocar tensiones en la financiación de los endeudados sectores públicos de la eurozona, entre ellos el de España, con un creciente peso de los intereses sobre unos presupuestos tensionados por el aumento del gasto militar. Ese es uno de los graves problemas heredados: los gobiernos precisarían continuar con una política de dinero fácil y barato. Sin embargo, con la decisión de ayer, parece que se ha dejado paso a una nueva situación.