Celebración y cautela entre las minorías

“Hoy visité la tumba de mi padre y le dije que debería haber estado aquí con nosotros para presenciar la caída de este régimen fascista”, dice Shinda al-Ali, residente kurda de Qamishli (noreste de Siria). Para Shinda y millones de sirios, la caída de Assad exige celebraciones, a pesar de la incertidumbre de lo que depara el futuro, especialmente para las minorías. Su padre y su hermano fueron arrestados por el régimen de Assad por luchar por sus derechos, dice, y añade que su hermano tenía sólo 16 años cuando fue torturado bajo custodia. Los vídeos e imágenes de los presos atrapados en la prisión de Saydnaya traen recuerdos dolorosos a las familias de los presos políticos.

Amnistía Internacional ha descrito el derrocamiento de Assad como una “oportunidad histórica para poner fin” a las graves violaciones de derechos humanos bajo su régimen. En un informe de 2017, Amnistía calificó la prisión de “matadero humano”. La investigación concluyó que, desde 2011, el régimen de Assad ha perpetrado asesinatos, torturas, desapariciones y exterminio.

Los equipos de rescate han pedido hoy a la comunidad internacional que ayude a rescatar a los presos en las secciones inaccesibles de la famosa prisión, a sólo 30 kilómetros de la capital, Damasco. En Internet han circulado vídeos que muestran a prisioneros en condiciones deplorables, algunos demacrados hasta los huesos y confinados en celdas de menos de un metro y medio de largo.

A medida que el régimen se derrumba, una sensación de alivio y optimismo se extiende entre los residentes. Muchos ven la caída de Asad como el comienzo de una nueva era de libertad y justicia. Para Fared Al-Mahlool, fotoperiodista y padre de Maarat al-Numan, en la zona rural de Idlib, el futuro de su hija de tres meses está lleno de esperanza.

“Es una victoria histórica. Los sirios han ganado sin ningún apoyo externo. Nosotros mismos ganamos esta libertad. Lloro de alegría porque Siria es libre y los detenidos en las cárceles de Asad han vuelto con sus seres queridos. Asad mató a muchos familiares, amigos y vecinos” dice Al-Mahlool. “Para los que están en la capital, la caída rápida ha sido inesperada y un hecho que todavía les resulta difícil de creer”, dice otra residente, Shahnaz. Los disparos no han parado desde las 2 de la madrugada. “La caída de un tirano” que llevó al país a la destrucción es motivo de celebración, sin embargo, “los temores persisten entre las comunidades alauíes y cristianas”, agrega.

“Asad nos encarceló y torturó, pero también nos robó nuestra infancia y nuestros sueños”

“Me preocupa. Después de la caída de Bashar, el tirano, temo un vacío de seguridad y corrupción, especialmente por parte de facciones que vienen del sur. Esto ya ha sucedido hoy en el Departamento de Inmigración y Pasaportes y en el juzgado, donde se destruyeron algunas propiedades públicas” agrega.

Para tranquilizar al pueblo sirio, el nuevo líder islamista del HTS se detuvo en el interior de la mezquita omeya de 1300 años de antigüedad y dijo: “Esta victoria, hermanos, ha llegado a través del sufrimiento de aquellos que soportaron el encarcelamiento”, y agregó: “Este triunfo marca un nuevo capítulo en la historia de la región, una historia llena de peligros, como el haber convertido a Siria en un patio de recreo para las ambiciones iraníes, el sectarismo y el fomento de la corrupción”.

Estos días, expertos y analistas internacionales tratan de determinar cómo el régimen brutal ha caído sin apenas combates. Scott Lucas, profesor del University College de Dublín y periodista afirma que “El ejército de Asad siempre fue un ejército de papel, también lo fue la economía, que está en ruinas. Con tropas que recibían un salario inútil, con el estado de la economía, con comandantes que trabajaban para ganar dinero con acuerdos secundarios (extorsión y tráfico de drogas) no estaban equipados para proporcionar seguridad”.

Lucas atribuye el rápido colapso del régimen de Assad al debilitamiento de sus aliados (Hezbolá, Irán y Rusia) y su falta de voluntad para apoyarlo, agravada por problemas internos y la brutal opresión del régimen al pueblo sirio. Para Khabat Abbas, profesional de los medios y residente kurdo en Qamishli, las horas previas a la caída de Assad estuvieron llenas de esperanza y de insomnio.

“Me eché a llorar como el resto del país. Es un día muy emotivo y surrealista. Crecí coreando el nombre de Asad en la escuela (Hafez al-Assad) y luego el de su hijo. Las calles y la escuela estaban llenas de sus fotos. Llevábamos uniformes militares y era similar a Corea del Norte. La gente habla de cómo Asad nos encarceló o nos infligió torturas físicas, pero lo que no entienden es que nos robaron la infancia y los sueños”.

La minoría kurda espera que el nuevo orden resuelva su situación en el interior del país

Al igual que Shinda, Khabat también espera que los líderes promuevan la libertad para todos, incluidos los muchos miembros de la minoría kurda que siguen siendo apátridas y han acogido la caída del régimen de Assad con una esperanza cautelosa.

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