China asfixia a Occidente al endurecer las exportaciones de las tierras raras

De la guerra comercial a la guerra de los minerales. China ha dado una vuelta de tuerca al grifo de las tierras raras. Y entre las economías occidentales se está difundiendo un creciente nerviosismo. No es para menos. Goldman Sachs en un análisis reciente advierte que una disrupción del 10% en las industrias dependientes de estos metales podría traducirse en unos 150.000 millones de dólares de pérdidas en PIB mundial.

Hasta EE.UU., acostumbrado a mostrar los músculos con Pekín, admitió, por vía del secretario del Tesoro, Scott Bessent, que la decisión de restringir las exportaciones de algunos de estos elementos esenciales para la industria “es desproporcionada” e “increíblemente agresiva”.

En Europa también trasciende una cierta inquietud. Según lo acordado por China, ahora las empresas occidentales que requieran estos metales tienen que presentarles una solicitud. El comisario de comercio de la Comisión, Maroš Šefčovič, afirmó que solo “el 50% de las solicitudes presentadas por empresas europeas han recibido luz verde”. La burocracia china frena las industrias europeas, que están atrapadas en un cuello de botella.

China tiene en la práctica el dominio sobre estos elementos de la tabla periódica. “China ganó esta batalla de los minerales críticos hace 50 años. No es un campeonato de 100 metros; es una maratón”, explica Arnoldus Mateo van den Hurk, experto en geopolítica mineral en R4Mining.com.

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Según las distintas fuentes que se consulten, Pekín tiene el 60% de cuota en la extracción y más del 90% en refino y tratamiento de estos minerales. “Si China quiere, el mundo se para”, afirma rotundamente María Jesús González, secretaria general de la ATE (Asociación para la Transición Energética) y del grupo español de materias primas estratégicas.

Para tratar de plantar cara al apretón de China, las economías occidentales intentan reaccionar. La Comisión Europea ya lanzó un plan ( Critical Raw Materials Act ) para conseguir extraer el 10% de los minerales críticos en territorio europeo y el 40% de su procesamiento. Pero estos objetivos se fijan para el 2030. Las previsiones europeas pecan de optimismo: la Agencia Internacional de la Energía (AIE) en un estudio del 2023 dijo que “desde el descubrimiento de un yacimiento hasta la producción comercial suelen pasar entre 16 y 17 años de media para los minerales críticos”.

En cuanto a EE.UU., aparte de la amenaza de elevar aranceles, acaba de anunciar un acuerdo con Australia para financiar la explotación de tierras raras en el país austral -muy por detrás de las de China–, con proyectos valorados en unos 8.000 millones. La Casa Blanca podría apoyarse también en las copiosas reservas de Brasil, pero el acercamiento entre Lula y China, y la beligerancia de Trump contra el presidente brasileño han enfriado esta alternativa.

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Trump asegura que su país tendrá “tantas tierras raras que no sabrá qué hacer con ellas”. Sin embargo, esta estrategia de la Casa Blanca es insuficiente. En estos momentos China tiene la sartén por el mango. “Lo único que puede hacer Trump es retrasar algunos años el dominio de China. Pero nada más. En el pacto con Australia hay mucho de fanfarronería y postureo, es más una alianza militar. Además el Gobierno de Canberra seguirá haciendo negocios con China, con el que tiene un volumen de ventas muy superior al de EE.UU. Ahora bien, mejor esto que nada”.

María Jesús González coincide en que en estos momentos las economías occidentales no tienen margen para reducir su dependencia de China, salvo poner en marcha ahora proyectos que tenían abandonados o externalizados. “En todo caso, a China tampoco le conviene renunciar a vender las tierras raras, porque se haría un daño económico ella misma”, advierte. “Al final llegarán a acuerdos; a Xi Jinping no le conviene una guerra comercial; tiene muchos problemas en casa”, confirma Van der Hurk. La historia nos recuerda, por ejemplo, que el embargo de petróleo de la OPEP en 1973 no logró su objetivo de cambiar la política de Estados Unidos hacia Oriente Medio.

“La que sí va a perder esta guerra es la Unión Europea. Los europeos, como no queremos minas, ni gas, ni fracking, corremos el riesgo de caer hacia una obsolescencia programada”, sugiere este experto. Para María Jesús González, “al final los políticos en Europa tendrán que asumir responsabilidades y si fuera necesario tomar decisiones impopulares” si el Viejo Continente quiere recuperar algo de su soberanía energética o industrial. “Y si hace falta habrá que poner en marcha subvenciones públicas, igual que hizo China”, propone.

Latinoamérica (Perú y Chile) cuenta con depósitos potencialmente interesantes, pero su explotación lleva décadas de retraso

Pekín ha construido este liderazgo con una planificación estatal de largo plazo y con un consenso social impuesto por una economía dirigida y una legislación laboral y medioambiental más laxa. Así que las economías occidentales llegan tarde y con un marco normativo muy distinto. “Habrá que asumir que la apuesta por la minería en Europa tendrá, en comparación con China, que soportar un coste extra”, indica González.

En el resto del mundo, también se han intensificado estrategias para tratar de reducir la dependencia de China. Japón, desde hace años, ha firmado acuerdos con Malasia y Australia, que le proporcionan metales aunque a un precio bastante más alto que el que conseguirían con Pekín.

A su vez, Latinoamérica (Perú y Chile) cuenta con depósitos potencialmente interesantes. Pero su explotación económica lleva décadas de retraso comparada con China. “Oriente Medio tiene petróleo, China tiene tierras raras”. Era el mantra de Deng Xiaoping. Pronunció la frase en 1992.

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