China condena a muerte por corrupción a su exministro de Agricultura

La campaña anticorrupción en China se llevó este domingo por delante al ministro de Agricultura, Tang Renjian, condenado a pena de muerte. El reo reconoció haber aceptado “sobornos descomunales” a lo largo de su extensa carrera, que los magistrados de Jilin han cuantificado en 32 millones de euros. La confesión de culpabilidad de Tang deberá permitir que la pena capital sea conmutada a cadena perpetua, si no reincide durante dos años, cosa que tendrá francamente difícil entre rejas. 

Tang Renjian, de 63 años, fue suspendido de su cargo en el ministerio de Agricultura y Asuntos Rurales, así como de su militancia en el Partido Comunista de China (PCCh) en noviembre pasado, cuando se convirtió en el primer civil investigado entre los miembros del XX Comité Central. El caso fue transferido a la audiencia de Jilin, lejana a sus trapicheos de los últimos años, en los que también fue gobernador de Gansu, número dos de la región autónoma de Guangxi y, desde 2016, número dos en las políticas de desarrollo rural. Gracias a este último puesto y a su inclusión en el Comité Central se coló en el círculo de poco más de doscientos altos cargos que tratan regularmente con el presidente Xi Jinping. 

El tribunal de Changchun, capital de Jilin, consideró que Tang “se aprovechó de sus cargos para favorecer a terceros en negocios, licitaciones o concursos laborales, aceptando a cambio efectivo y bienes entre 2007 y 2024”.

Mordidas habituales

Fue gobernador de Gansu, nudo mundial de tierras raras junto a Mongolia Interior

Un factor añadido en contra de Tang es que la lupa anticorrupción está puesta actualmente en la industria estratégica de las tierras raras. Gansu, donde se lucró como gobernador, resulta ser la segunda provincia en extracción de China, solo por detrás de Mongolia Interior, por lo que es responsable del 11% de la producción nacional y del 7,7% mundial. Fue precisamente en el “Salvaje Oeste” mongol donde se registró el peor escándalo de corrupción de la época Xi, a manos de un alto funcionario comunista llamado Li Jianping que cobró 360 millones de euros en mordidas. Fue condenado a la pena capital y luego ejecutado, el pasado 17 de diciembre. 

Nada más llegar a la secretaría general del PCCh, en diciembre de 2012, Xi Jinping se embarcó en una cruzada contra la corrupción, que había subido como la espuma de la mano del desaforado crecimiento económico. “La corrupción puede acabar destruyendo el partido y el país”, habría dicho entonces. En octubre de 2022, en el congreso en el que su predecesor, Hu Jintao, fue invitado a abandonar el pleno de forma poco ceremoniosa, Xi Jinping lanzó un dardo contra “el desprecio a la ley” y “el culto al dinero y al hedonismo” de su etapa. 

Solo durante el primer mandato de Xi -ya va por el tercero- un total de un millón y medio de funcionarios habrían sido funcionarios. El motivo, el mismo que dio pie a la sentencia de ayer: “Por pérdida de ideales y creencias y traición a su misión original”. Sin embargo, desde entonces han seguido apareciendo varias manzanas podridas. Este mismo mes ha trascendido que está siendo investigado Yi Huiman, que en el momento de su caída en desgracia presidía la versión china de la Comisión Nacional del Mercado de Valores. 

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Yi Huiman, también bajo sospecha, ha sido relevado este mes como presidente de la versión china de la Comisión Nacional del Mercado de Valores y está siendo investigado. En esta foto de 2019 aparece en la Gran Asamblea del Pueblo

Reuters

También es cierto que los casos que han afectado al Ejército Popular de Liberación han sido tratados con más guante blanco por parte de su comandante supremo. Así, hace un par de años, dos generales al mando del programa balístico y nuclear fueron sustituidos de forma abrupta y misteriosa. Algo que coincidió en el tiempo con la destitución del ministro de Defensa, general Li Shangfu, tras varios meses sin tener noticias de su paradero. Desde marzo, otro general de alto rango, He Weidong, a la postre miembro del exclusivo Politburó, se encuentra desaparecido y parece estar imputado. Por todos estos casos se pasea la sombra de la corrupción, pero sin dar pie a procesamiento ni cárcel, con la destitución, el ostracismo y la pérdida de prebendas como único escarmiento .

Algo distinta parece ser otra desaparición sonada, la del efímero ministro de Exteriores, Qin Gang. En su caída en desgracia parece haber pesado más una relación extramatrimonial con una presentadora, con potencial riesgo de espionaje o chantaje. También en el caso de Tang Renjian, la sentencia subraya que su “inmoralidad” alcanzaba “repetidamente” a su vida privada. 

Cabe decir que la campaña moralizante de Xi Jinping sentó de entrada como un puntapié a los restaurantes de alta gama y negocios paralelos. En la época de Hu Jintao era habitual que muchos contratos se cerraran con invitaciones a altos cargos a banquetes bien regados, en las que las aletas de tiburón y los nidos de golondrina eran de verdad y donde, después, las coristas del karaoke también eran de carne y hueso. 

Este mismo año, tras algunas protestas, el Partido Comunista tuvo que aclarar que las reglas que recomendaban a sus militantes moderación en alcohol, mejunjes refinados y tabaco habían sido malinterpretadas y que no equivalían a la ley seca. Pero un seminario de provincias sobre la “frugalidad de costumbres” se lo tomó tan a la ligera que cinco de sus miembros sufrieron intoxicación etílica tras apurar cuatro botellas de baijiu (licor de 60 grados) y uno de ellos falleció. 

Así que la lucha anticorrupción, que goza de gran apoyo popular, se presenta ardua, en un país donde una de las palabras claves es “guanxi”, equivalente a “enchufe” o trato de favor. 

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