Cómo hacer el ridículo en Bruselas

Finalmente la sangre no ha llegado al río Senne, que cruza la ciudad de Bruselas. La nueva Comisión propuesta por la presidenta Ursula von der Leyen será aprobada en su totalidad por el Parlamento Europeo, con Teresa Ribera en la vicepresidencia con mayor peso. El PP español tendrá que escoger en los próximos días entre la abstención y el voto en contra.

Se veía a venir y así lo apuntamos en La Vanguardia . La brega interna española no podía poner en crisis la puesta en marcha del nuevo gobierno europeo mientras Estados Unidos y el Reino Unido autorizan a Ucrania el lanzamiento de mísiles de largo alcance sobre suelo ruso, mientras Rusia revisa su doctrina de respuesta nuclear, mientras Donald Trump empieza a nombrar ministros, mientras Alemania, con la economía en crisis, se prepara para un decisivo adelanto electoral en febrero. Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible. La locuaz eurodiputada Dolors Montserrat no estaba en condiciones de provocar una crisis política de alcance internacional, ni siquiera aconsejada por el sagaz Esteban González Pons .

Núñez Feijóo queda en fuera de juego, Dolors Montserrat fundida, y Sánchez, abollado

“¡La hemos tumbado!”. “¡La hemos tumbado!” El miércoles de la semana pasada, Montserrat salió de la sala de audiencias del Parlamento Europeo, gritando que Ribera estaba políticamente muerta. Los periodistas allí presentes tomaron nota de esas exclamaciones.

El PP iba a muerte contra Ribera y parecía tener el apoyo de Manfred Weber , jefe de filas del Partido Popular Europeo y frustrado candidato a la presidencia de la Comisión en el 2019. Von der Leyen se inquietó. Pedro Sánchez , también. El PP estaba consiguiendo distraer la atención del drama de Valencia. Después de la multitudinaria manifestación de protesta del sábado 9 de noviembre no vendría la dimisión de Carlos Mazón , sino la caída de Teresa Ribera. Una magnífica operación de distracción.

La vicepresidenta tercera del Gobierno, Teresa Ribera, responde en el Congreso a su gestión de la DANA (Mariscal / EFE)

La vicepresidenta tercera del Gobierno, Teresa Ribera, responde en el Congreso a su gestión de la DANA (Mariscal / EFE)

Sánchez habló del asunto con Von der Leyen y se avino a reconsiderar la oposición socialista a los candidatos húngaro e italiano, a los que la izquierda ponía objeciones, por pertenecer a fuerzas de ultraderecha que no forman parte del bloque de investidura de la presidenta (populares, socialdemócratas, liberales y verdes). La gesticulación del grupo socialista contra Raffaele Fitto tenía puntos débiles. Italia es la tercera economía de la UE y el Partido Demócrata italiano (centroizquierda) no quería ser acusado de “antinacional” en su país. Sánchez argumenta ahora que todos los gobiernos de la Unión tienen derecho a proponer sus candidatos. No decía lo mismo hace unas semanas. Cuando la UE era más pequeña, los países grandes disponían de dos candidatos, lo cual facilitaba los consensos nacionales: uno para el Gobierno y otro para la oposición. Esa norma armónica se rompió en el 2004 con la última ampliación del espacio comunitario. Muchas cosas se rompieron en España en el 2004. El 2004 habita en el 2024, lo estamos viendo constantemente.

No ha sido Sánchez el que ha frenado a Weber y ha dejado a Alberto Núñez Feijóo en la estacada. Hace una semana, la CDU alemana quiso discutir ese asunto con sus aliados bávaros de la CSU (el partido al que pertenece Weber). Bajo ningún concepto, la Comisión Europea podía entrar en crisis antes de las elecciones alemanas. Un enredo español no podía debilitar al gobierno europeo. Los conflictos locales no pueden escalar tan fácilmente en Bruselas.

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