Corea del Sur detiene al ministro de Defensa que alentó la ley marcial

La ley marcial más breve e incruenta de la historia de Corea del Sur no para de dejar cadáveres políticos. El ministro de Defensa que alentó el golpe de mano, Kim Yong Hyun, ha sido detenido este domingo tras prestar declaración. Aunque Kim, general de tres estrellas, dimitió a la mañana siguiente del asalto militar a la Asamblea Nacional, tenía el pasaporte confiscado desde entonces. 

Otro nombre clave en aquellas horas negras, el ministro del Interior, Lee Sang Min, ha presentado ya su dimisión al conocerse que la oposición -con mayoría en el parlamento- preparaba una moción para destituirle. Ayer no pudo ser así en el caso de Yoon Suk Yeol porque su condición de presidente exige una supermayoría de dos tercios para tumbarle. 

Aun así, los problemas no han hecho más que empezar para el hombre que, en su etapa de fiscal general, acongojó a algunos de los hombres -y mujeres- más poderosos de Corea del Sur. Equivocándose de siglo, con sus medidas de excepción, Yoon ha abierto una trampilla por la que será arrastrado por la corriente de la historia. La fiscalía -que estuvo en sus manos- investiga ya su flagrante violación de la Constitución, al margen de la aritmética parlamentaria, que hasta ahora le ha servido de red. 

Aun así, el jefe de su Partido del Poder Popular, Han Dong Hoon, ha asegurado que Yoon Suk Yeol está de salida y que ni siquiera tendrá tratos ya con diplomáticos o gobernantes extranjeros. Hasta que su salida de escena se haga efectiva, según Han, las funciones presidenciales serán desempeñadas en comandita por el primer ministro (independiente) y la cúpula del partido del presidente. 

Esta fórmula, sin embargo, ya ha sido denunciada por el presidente de la Asamblea Nacional, Woo Won Shik, como una ocurrencia totalmente ajena a la Constitución.  “Si me preguntan quién manda en la República de Corea, no sé qué contestar”, ha resumido. 

El general Kim, ahora en la picota, llevaba pocos meses como ministro de Defensa. Un ascenso que algunos atribuyen a su condición de excompañero de instituto del presidente Yoon, un hombre aislado dentro del partido. O mejor dicho, un hombre que dio el gran salto a la política presentándose como azote de políticos y poderosos. Aunque detrás de ello había por lo menos tanta ambición y soberbia como afán de justicia. Ahora la mayoría del país se echa las manos manos a la cabeza por haber puesto al volante a alguien capaz de declarar la ley marcial con la mayor frivolidad. 

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El movimiento prodemocrático, intergeneracional y transversal, puso el sábado toda la carne en el asador para destituir al “presidente golpista”, sin lograrlo. Pero los jóvenes no han dejado que el movimiento se desinfle y doce horas después volvían en masa. Foto de este domingo 

KIM SOO-HYEON / Reuters

Lo que en Yoon Suk Yeol es inmadurez política -además de patrones mentales reaccionarios, forjados en la Guerra Fría- en el caso del general Kim puede ser otra cosa que la fiscalía intentará dilucidar. Aunque al presidente de la República de Corea le corresponde tradicionalmente como residencia oficial la denominada Casa Azul, Yoon cumplió su promesa de no utilizarla. En su lugar eligió, entre todos los ministerios, la sede de Defensa para instalar su residencia oficial, al precio de costosas reformas. 

Cabe decir que la mayoría de ministerios surcoreanos han sido trasladados durante la última década a Sejong, 120 kilómetros al sur de Seúl, en aras de las descentralización. Entre las pocas excepciones está la sede de Defensa y también la de Asuntos Exteriores, que sigue enfrente de la embajada de los Estados Unidos. 

A pesar de sus pocos meses en el cargo, Kim se estaba labrando una imagen de duro, cuando no temerario, confirmada por su presunta alta traición del martes pasado. Su nombramiento fue saludado por algunas cancillerías porque parecía el hombre capaz de dar un paso adelante en el apoyo surcoreano al gabinete de guerra de Volodimir Zelenski en Kyiv, sin temor a las consecuencias. El mes pasado, al hilo de la presencia de soldados norcoreanos en el óblast ruso de Kursk, parcialmente ocupado por fuerzas ucranianas, se mostró partidario de enviar militares surcoreanos a Ucrania, en labores de inteligencia. 

La oposición, no menos preocupada por la experiencia de combate que puedan adquirir las tropas de Kim Jong Un, todavía lo está más por la importación por parte de Asia de conflictos occidentales.

 El pueblo coreano ya pagó por ello el precio de la división. Por eso advirtió al entonces ministro Kim de que el envío de soldados requiere autorización del parlamento. También de los efectos secundarios devastadores que podría conllevar la muerte de coreanos del norte por  la colaboración en interrogatorios. La ayuda surcoreana Ucrania es hasta ahora de carácter no letal, por la capacidad de veto del parlamento, donde el partido de Yoon Suk Yeol está en minoría. 

Mientras tanto, en la avenida que conduce a la citada Asamblea Nacional, los ánimos no decaen. Aunque ayer una concentración de varios cientos de miles de personas, en apoyo de la destitución del presidente, no logró su objetivo, la cita se ha reactivado este domingo, rejuvenecida, a una escala menor pero igualmente multitudinaria. Los coreanos están defendiendo desde abajo la democracia que tanto les costó arrancar y consolidar. No van a permitir así como así que ningún discurso irresponsable les devuelva a la Guerra Fría. 

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