De equilibrios inestables

Continúa avanzando la reconfiguración de esta globalización capidisminuida que estamos viviendo y, con ella, las dificultades de adaptación de la UE, tanto en las relaciones con los EE.UU. como con la China. Recuerden el enfoque más matizado de la UE, el llamado de-risking , menos agresivo que el renacido nacionalismo económico que impulsaron las principales medidas de Biden (Inflation Reduction Act y la CHIPs Act), una aproximación que estos últimos meses ha ido oscilando, desde los EE.UU. a la China y vuelta a empezar. Así, tras el susto de los aranceles recíprocos del pasado 2 de abril y una primera apuesta por un eje UE-China, partidario de la globalización y la libertad de comercio, esta semana hemos regresado a la consideración de China como enemiga estratégica y la necesidad de adoptar posiciones más severas al respecto: ya se ha anunciado la posibilidad de imponerlas a algunas de sus empresas que están inundando los mercados europeos.

¿Dónde estamos en este proceso? Ya se sabe que cuando los intereses geopolíticos emergen, los económicos por relevantes y sustantivos que sean pasan a un segundo plano. Y, hoy hay que recordar que los EE.UU. están presionando, y mucho, a la UE en tres ámbitos que hacen imposible separar lo que se decida en cada uno de ellos, sean intereses económicos o políticos: guerra comercial UE-EE.UU., Ucrania y financiación de la OTAN.

América nos tiene tomado el pulso y sabe que no podemos prescindir de ella

América nos tiene tomado el pulso, y sabe que no podemos prescindir de ella, lo que, inevitablemente, conduce a una valoración nada positiva del resultado final de las negociaciones con los EE.UU.: hay que esperar concesiones relevantes en materia comercial, elevación al 5% del PIB del gasto militar para los países de la UE y que Europa olvide ciertas garantías de apoyo a Ucrania. Y, en lo tocante a China, dureza. A la presión de los EE.UU. hay que añadir, entre otros conflictos, el de la UE con China en vehículos eléctricos, exportaciones europeas de productos del cerdo o restricciones de la UE al acceso chino a contratos públicos de instrumentos médicos. Todo ello se ha traducido en el duro discurso de Leyen, tras la segunda sesión de la reunión del G-7 del pasado lunes, contra las restricciones y los controles chinos a la exportación de unas tierras raras de las que China controla más del 90% de la capacidad de refino mundial. La respuesta china ha elevado la tensión, de forma que la UE ha suspendido las reuniones previstas para acercar las diferencias comerciales existentes.

Los múltiples intereses, internos y externos, que la situación impone a la UE dan cuenta de la inestabilidad de la posición europea y de las dificultades de la Comisión en adoptar una posición común. Pero los equilibrios inestables tienden a romperse: la situación terminará decantándose hacia lo que conviene a los EE.UU. Para nosotros, no hay más cera que la que arde.

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