De la cartografía a los gemelos digitales

Algunos recordarán aquel cuadro de mando que durante aquellos fatídicos meses del 2020 hizo posible el seguimiento en tiempo real de la pandemia –aquellos racimos de puntos rojos en un mapa– y su impacto en distintas geografías, que llegó a recibir 11 billones de visitas. El modelo, desarrollado por la Universidad Johns Hopkins, se construyó con tecnología de la empresa californiana Esri, especialista de los sistemas de información geográfica (GIS, según la sigla en inglés).

Esri nació en 1969 con la finalidad de representar visualmente un inventario forestal. Desde entonces, su tecnología ha sido adoptada en todo el mundo por 43.000 entidades públicas con responsabilidades sobre el territorio (catastro, urbanismo, etcétera) y 33.000 empresas que gestionan activos en red (telecomunicaciones, energía, agua o gas). Más recientemente, ha atraído a sectores como la banca y seguros, en los que el componente geográfico añade valor mediante el análisis de sus clientelas.

“Somos una empresa de nicho, y nos dedicamos a resolver problemas concretos que son socialmente relevantes; trabajamos con el 95% de las agencias gubernamentales, el 80% de las grandes ciudades y el 75% de las grandes empresas”, resume Ángeles Villaescusa, consejera delegada de Esri en España. La geografía –los mapas inteligentes– es el fundamento que integra múltiples capas de información procedentes de distintas fuentes y disciplinas, puntualiza esta geóloga que, tras graduarse, ingresó en 1992 en la filial que dirige desde hace ahora cuatro años.

La tecnología de los sistemas de información geográfica (GIS) tiene múltiples aplicaciones

Esri no cotiza en bolsa, por voluntad de sus fundadores, pero Villaescusa explica que, globalmente, factura 3.000 millones de dólares (en España, unos 40 millones de euros) y que, con su red de socios e integradores, mueve unos 30.000 millones de dólares, liderando el mercado mundial de estos sistemas.

El público está familiarizado con los mapas gracias a Google y a las aplicaciones de localización, pero los GIS son otra cosa: la computación geoespacial integra una visión completa de lo que ocurre en un determinado territorio. En un banco español que no identifica, el soporte geográfico se combina con las variables de información estadística sobre los comportamientos de la clientela y su relación con el entorno. Esto da lugar a un gemelo digital, técnica de simulación que sustenta la toma de decisiones: puede incorporar información histórica o puntual en busca de patrones e, ­incluso, generar modelos de predicción.

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Villaescusa enuncia decenas de casos de uso en España para explicar para qué sirve un GIS. Empieza por el sector agrario: Bodegas Torres planifica la vendimia sobre la base del mapeado digital de parcelas con diferente madurez de la uva; el control de plagas con el auxilio de drones en Extremadura es otro caso de parecido tenor. En materia ambiental, cita un despliegue de sensores en la zona siniestrada de La Palma y un gemelo digital sobre el mar Menor “que monitoriza datos hidrodinámicos para predecir sus variaciones y tomar las decisiones informadas oportunas”.

La gestión del territorio y la respuesta ante catástrofes son casos de uso relevantes

La lista de administraciones locales que usan los GIS de la empresa es larga, pero la entrevistada elige destacar un par de modelizaciones –en Gran Canaria y en Almería– para gestión del flujo turístico, así como la rica experiencia de trabajo en Barcelona con la AMB. Como era previsible, las empresas de energías renovables son usuarias conspicuas de los GIS, pero lo que Villaescusa describe con orgullo es el programa de respuesta ante catástrofes que ESRI desarrolló hace veinticinco años y ha proporcionado desinteresadamente en ocasión del huracán Katrina y el virus Zika o de conflictos bélicos recientes.

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