

Andamos tan pendientes de la prospectiva demoscópica y sus probables efectos en el ecosistema político nacional, con advertencias subrayadas en color verde, que solemos soslayar cómo estas tendencias hace tiempo que han marcado surcos de gran profundidad en no pocas periferias. Es lo que sucede al observar la realidad solo desde la atalaya de una España radial en la que, tiempo después, se generan escenarios que a algunos sorprenden cuando, en realidad, las costuras comenzaron a romperse entre el 28-M y el 23-J en beneficio de la derecha extrema y en detrimento del PP; y con el riesgo de instalar en la marginalidad a algunas opciones a la izquierda del PSOE.
Lo que apuntan ahora los nuevos datos, como los divulgados por Opina 360, responde a una lógica electoral que, a poco que se observe lo que está sucediendo en geografías como la valenciana, la castellano-leonesa, la murciana o la balear, como ejemplos, debería alcanzar la categoría de convicción. Pues en casos como donde gobierna Carlos Mazón, la derecha extrema, que ya condiciona la mayoría de las políticas de la Generalitat Valenciana desde la oposición, puede acabar siendo la que imponga un relato hegemónico frente a la debilidad del PP para evitarlo. Con la hipótesis, factible, de que en un nuevo combate electoral autonómico esa misma derecha extrema acabe absorbiendo más votantes hasta alcanzar un peligro, casi pesadilla, para los populares. No es por ello exagerado alertar de que hay periferias que son ya laboratorios políticos cuya alquimia avanza lo que en un futuro puede suceder si Alberto Núñez Feijóo sigue instalado en la indefinición respecto a Vox, formación que será la que necesitará para garantizar la estabilidad si logra alcanzar la presidencia del gobierno.
En no pocas geografías la derechización se ha consolidado bajo la batuta de Vox
Pero no solo en la derecha las periferias marcan desde hace tiempo las próximas conclusiones. Fuimos algunos los que vimos en el Magariños previo al 28-M y aquella exaltación de Yolanda Díaz y Sumar una errática decisión que, en primer lugar, colaboró a la derrota de las izquierdas en la única autonomía donde estas eran referencia de colaboración y complicidad (PSPV, Compromís y Unides Podem), y también, donde se inició un declive que, como apuntan ahora estas mismas encuestas, puede verse confirmado en una nueva cita en las urnas en unas elecciones generales. Se olvida, y es importante, que en la Comunidad Valenciana el hundimiento a la izquierda del PSPV abrió el camino a un nuevo ciclo de derecha y derecha extrema, a pesar de que los socialistas de Ximo Puig mejoraron su resultado. Y que esa lección debería haber servido para adoptar decisiones que ahora se antojan tardías. En no pocas periferias la derechización hace tiempo que se ha consolidado bajo la batuta de Vox. Por eso la nueva demoscopia debería tomarse en serio, así como sus probables consecuencias.