Dominique Pelicot es condenado a 20 años de cárcel

Dominique Pelicot,  el hombre que drogó a su mujer, Gisèle, durante casi un decenio para que fuera violada en su casa por desconocidos a quienes contactaba a través de internet, ha sido condenado este jueves a 20 años de cárcel, la pena máxima, tal como pedía la fiscalía.  

La víctima, Gisèle Pelicot, a su entrada al tribunal, junto a su abogado, Stéphane Baboneau (ALEXANDRE DIMOU / REUTERS)

La víctima, Gisèle Pelicot, a su entrada al tribunal, junto a su abogado, Stéphane Baboneau (ALEXANDRE DIMOU / REUTERS)

El tribunal de Aviñón, en el sur de Francia, lo consideró culpable de violación agravada, después haber administrado potentes ansiolíticos a su esposa, ocultos en la comida y la bebida, y también de haber filmado sin su consentimiento a su propia hija y a sus nueras.

La sentencia contra el principal acusado, de 72 años, ha sido la primera en conocerse. Los otros 50 hombres que se sientan en el banquillo también han sido declarados culpables y han recibido penas entre los 3 y los 13 años de reclusión, un castigo que a menudo ha sido inferior al que solicitaban los fiscales y que ha generado cierta incredulidad y decepción entre los hijos de Pelicot y entre las personas que acudieron a Avignon a solidarizarse con ella y agradecerle su valentía.

Los dos cincuenta coacusados han recibido penas entre 3 y 13 años de cárcel, menos de lo que pedía la fiscalía

Más allá de la gravedad de la sentencia, muchos consideran que este proceso, por la forma en que se ha celebrado y su eco, marcará un antes y un después en la concienciación sobre el problema de la sumisión química, en Francia y en todo el mundo, y sobre el concepto de consentimiento en las relaciones sexuales.

Fuera de la sala del tribunal había numerosas activistas, con pancartas, para expresar su solidaridad con Gisèle Pelicot, de 72 años, y celebrar la sentencia como un hito en la lucha feminista y contra la cultura de la violación. 

“Por qué la vergüenza cambia de campo”, decía una pancarta, parafraseando una de las afirmaciones más aplaudidas de ella durante el proceso. “Incluso nuestro perro entiende cuando le digo no”, decía un cartón sostenido por una joven, con su mascota en la otra mano

El juicio se convirtió en un acontecimiento de repercusión mediática planetaria no solo por la escabrosidad de los hechos en sí mismos, sino por el coraje de la víctima de pedir que las audiencias, en contra de la opinión de los magistrados, no fueran a puerta cerrada. 

Gisèle Pelicot quería que todos, incluida la prensa, visionaran los vídeos terribles que había grabado su esposo mientras abusaban de ella, para que no quedara ninguna duda y sirviera de advertencia para casos similares. En las imágenes quedaba claro, por si alguien tenía alguna duda, que no había consentimiento ni complicidad, que la mujer estaba inerte, dormía y roncaba, que era una violación en toda regla.

El tormento infligido por Dominique Pelicot a su mujer tal vez no hubiera salido nunca a la luz si hace cuatro años, en el 2020, no hubiera sido detenido tras filmar bajo la falta de mujeres en un supermercado. Al registrar su domicilio e inspeccionar su ordenador, descubrieron miles de imágenes de las violaciones.

Es seguro que, debido a los recursos de apelación, habrá un segundo juicio sobre este caso. El gran cambio consistirá en la participación de jurados populares. Habrá que ver cómo influye su sensibilidad y si varía la valoración hecha por jueces profesionales.

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