EE.UU. y China se reúnen en Ginebra para bajar la tensión

Después de semanas de tener al mundo en vilo, de jugar al gato y el ratón –que si tú me has llamado, no, has sido tú–, delegaciones de alto nivel de Estados Unidos y China se reunieron este sábado en Ginebra, y esperan continuar su encuentro este domingo, con el telón de fondo de la guerra comercial desatada por el presidente Donald Trump.

Aunque hay mucho en juego, y mientras la desconfianza entre las dos grandes potencias glo­bales alcanza niveles muy elevados, tratando cada una de no parecer la parte débil, los analistas sostuvieron que son escasas las expectativas de un avance cuyo resultado sea un recorte de los aranceles.

Una de las dudas es ver cuál de los dos países se muestra dispuesto a hacer las concesiones necesarias

El mérito consistía precisamente en que había un deshielo por el mero hecho de que se sentaban cara a cara, paso que se esperaba aminorara la tensión existente.

Scott Bessent, secretario del Tesoro y líder del equipo estadounidense, ya lo había dejado bien claro en la víspera. En Ginebra se trata de dar un primer paso en la desescalada que permitia abrir la senda a futuras negociaciones. La delegación china, encabezada por el viceprimer ministro He Lifeng, advirtió que no se inclinará ante “imperialistas y matones”.

Según el Ministerio de Exteriores chino, “esta guerra comercial fue iniciada por EE.UU. y China se opone fervorosamente”. Reiteró estar a favor del diálogo, si es “en condición de igualdad”.

Lee también

Así que nadie albergaba esperanzas de que en esta primera conversación surgiera un pacto que cambiara el estado actual del conflicto comercial.

El meollo del asunto giró en torno a determinar qué haría cada parte y cómo podrían avanzar las negociaciones.

Washington y Pekín entraron en la mansión del embajador suizo ante la ONU con los aranceles sobre los productos de cada uno en niveles máximos históricos. EE.UU. impuso gravámenes del 145% sobre los bienes importados de China, y este país replicó con el 125%.

Solo unas horas antes, el presidente estadounidense sostuvo que unos aranceles del 80% “parecían lo correcto”. Esa concesión de cara a la reunión no solo suponía algo inaceptable para líder chino, Xi Jinping, sino que incluso significaba un porcentaje fuera de órbita para las buenas prácticas y la salud del comercio internacional.

EE.UU. está buscando reducir su déficit con China y trata de convencer al país asiático para que renuncie a lo que denomina un modelo económico mercantilista y contribuya más al consumo global, un cambio que requeriría reformas políticas sensibles. Desde Pekín empujan, sin embargo, contra lo que consideran una interferencia externa. Quieren que Washington rebaje los aranceles, aclare qué quiere que China compre de más y que lo trate como un igual.

Ambas delegaciones se encontraron por la mañana y, tras un par de horas de conversaciones, hicieron una pausa para el almuerzo. Por la tarde volvieron a verse cara a cara.

Tanto Trump como Xi tratan de conseguir ventaja mediante esta guerra comercial, pero ambos afrontan también grandes riesgos si esta situación va demasiado lejos.

Edward Alden, experto en economía estadounidense en el Council of Foreign Relations, dijo a The Hill que no queda claro si alguna de las partes está dis­puesta a hacer las concesiones necesarias para desescalar. “La administración Trump sabe cómo realizar una negociación muy unilateral con socios comerciales más pequeños y débiles y China no va a estar de acuerdo en una negociación en esos términos”, señaló.

“China quiere que esto sea una negociación entre pares, por lo que ambas partes han de hacer concesiones y no sabemos qué es lo que puede ser aceptable para Trump”, añadió.

De momento, el tráfico comercial de China hacia Estados Unidos cayó un 17,6% en abril, si bien Pekín subió su comercio el mes pasado al derivar barcos hacia el sudeste asiático, América del Sur, Europa y África.

Los economistas indicaron que los aranceles entre los dos países, incluso si se rebajan en próximos meses, causarán daños a las cadenas de suministros globales y subirán el precio de los bienes en EE.UU. Y si la guerra comercial es sostenida, puede incentivar una recesión y hasta una estanflación: elevada inflación y paro y estancamiento económico.

También te puede interesar