La Dinamarca que acaba de asumir la presidencia semestral rotatoria del Consejo de la Unión Europea (UE) respira de un modo mucho más europeísta que cuando asumió esta misma tarea por última vez, en el primer semestre del 2012. El mundo está ahora más revuelto por los comportamientos imprevisibles y desaforados del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y, en consecuencia, el continente europeo acusa una mayor soledad en su respaldo a Ucrania en la guerra que el país invadido libra contra Rusia desde hace tres años y medio.
Para Copenhague, a estas preocupaciones compartidas se suma la ansiedad por las amenazas de Trump de anexionarse Groenlandia, territorio autónomo con autogobierno dentro del reino de Dinamarca. Resultado: este país tradicionalmente atlantista mira ahora más a la UE.
“Durante años, Dinamarca mantuvo una postura bastante escéptica respecto a la UE. Siempre ha existido un consenso general sobre la conveniencia y practicidad del mercado único, pero Dinamarca siempre se mostró bastante escéptica respecto a una integración política más profunda”, señala Mads Jedzini, analista del laboratorio de ideas danés Think Tank Europa, con sede en Copenhague. “Sin embargo, desde la guerra en Ucrania y las amenazas de Trump sobre la anexión de Groenlandia, la mentalidad ha cambiado y ha aumentado el sentimiento positivo hacia la UE, tanto en la sociedad como en la política”, puntualiza Jedzini.
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Ahora que Dinamarca inicia su octava presidencia rotatoria –releva a Polonia y la inauguración oficial es este jueves en Aarhus con asistencia de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen; de la primera ministra, Mette Frederiksen; y de los reyes Federico y María–, el factor Trump adquiere otra dimensión de riesgo. Diplomáticos y funcionarios daneses temen que Trump pueda aprovechar esta mayor visibilidad de Dinamarca para intensificar sus provocaciones.
Por ello, Copenhague intenta mantener fuera del foco a Groenlandia –isla ártica que por otra parte abandonó en 1985 el club comunitario para no estar sujeta a sus estrictas leyes sobre pesca–, y se centra en promover su agenda en la UE sobre migración, defensa, seguridad y clima.
Presidencia semestral del Consejo de la UE
Diplomáticos daneses temen que Trump pueda aprovechar la mayor visibilidad de Dinamarca para intensificar sus provocaciones sobre Groenlandia
Sobre el nuevo europeísmo danés, es muy significativo el discurso que pronunció la primera ministra en el debate de clausura del Folketing, el Parlamento danés, el pasado 21 de mayo. “No creo exagerar si digo que la cooperación europea nunca ha sido la favorita de muchos daneses”, admitió Frederiksen. Sin embargo, “el orden mundial en el que se basan nuestra libertad, seguridad y prosperidad desde la Segunda Guerra Mundial está bajo amenaza”, prosiguió la líder socialdemócrata.
No creo exagerar si digo que la cooperación europea nunca ha sido la favorita de muchos daneses”
Mette FrederiksenPrimera ministra de Dinamarca, ante el Parlamento el 21 de mayo del 2025
“Amo a Dinamarca con todo mi corazón. ‘Dinamarca, mi patria’, como escribió Hans Christian Andersen. Y estoy muy orgullosa de lo que hemos construido a lo largo de generaciones –sostuvo Frederiksen-. Pero soy también una europea apasionada. Solo con una Europa fuerte podremos sacar adelante nuestra sociedad. Y solo en una alianza fuerte con nuestros vecinos podremos garantizar nuestra libertad y seguridad”. Frederiksen gobierna desde hace seis años. Su actual Ejecutivo, en el puesto desde diciembre del 2022, es de coalición con el partido de centroderecha de origen agrario Venstre y con el partido centrista Los Moderados.
Un discurso tan centrado en el papel fundamental que la UE desempeña para Dinamarca “es un cambio notable”, subraya el politólogo Jedzini. La trayectoria comunitaria del país escandinavo ha sido leal, pero no manifiestamente entusiasta. Dinamarca ingresó en 1973 en la entonces Comunidad Europea (CE) tras un referéndum en el que el 63,3% de la población votó a favor y el 36,7% en contra. Las islas Feroe, su otro territorio autónomo aparte de Groenlandia, decidió ya en 1973 no entrar.
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En otro referéndum en 1992, los daneses rechazaron el tratado de Maastricht, por lo que Dinamarca negoció cuatro cláusulas de exclusión voluntaria ( opt-outs ) y entonces sí, el tratado fue aceptado en un segundo referéndum en 1993. Las cuatro opt-outs se referían a la unión monetaria, a seguridad y defensa, a justicia e interior, y a ciudadanía de la Unión Europea. De las cuatro quedan en vigor solo dos, las relativas al euro y a justicia e interior, que fueron reevaluadas en sendos referendos, en el 2000 y el 2015, respectivamente, y los daneses votaron por mantenerlas.
La opt-out en justicia e interior es relevante para la actual restrictiva política danesa sobre migración, muy llamativa por tratarse del Gobierno encabezado por un partido socialdemócrata. Y, pese a la elevación del europeísmo danés, no se detecta debate ni interés por unirse al euro; los daneses siguen prefiriendo su moneda, la corona danesa.
Las otras dos cláusulas de exclusión cayeron por motivos distintos. La de ciudadanía europea se había adoptado por temor a que evolucionara hacia una sustitución de la nacionalidad danesa, así que cuando el tratado de Amsterdam de 1997 aclaró que la ciudadanía europea se añadía a la nacionalidad, esta opt-out quedó automáticamente anulada. La cláusula de seguridad y defensa fue abolida en un referéndum en junio del 2022 –es decir, tres meses después del inicio de la invasión a gran escala rusa de Ucrania-, con la súbita toma de conciencia de los daneses de la necesidad de cooperación europea en materia militar.