
Un sistema de efectivo electrónico persona a persona. Hoy el apagón en España nos mueve a poner el acento en la naturaleza electrónica de Bitcoin.
Escribimos este texto a la vieja usanza, papel y bolígrafo en mano. Si fuera de noche, nos iluminaría una vela, pero es de día y, por el contrario, el brillo del sol en el parque de enfrente rebota en la página blanca, encandilando la mirada. Los músculos de las manos, deshabituadamente tensos, y la brisa fresca de la primavera, pasa por el cuerpo la memoria de una época en la que escribíamos sin que nos atara un cable a la toma eléctrica.
Este es el segundo apagón nacional que vivimos. El primero fue en Venezuela, en el 2019. Aquel duró días; este aún no sabemos cuánto durará. Fue ese apagón el que nos empujó finalmente a migrar a España. Hoy, como si se cerrara un círculo, podemos dar un paso atrás para pensar la experiencia con perspectiva comparada.
En Venezuela, la hiperinflación pronto condujo a la escasez de efectivo y la digitalización del dinero. Era tan poco el valor de los billetes y tan elevados los precios, que lo natural fue transitar a medios electrónicos de pago. Al momento del apagón, obviamente se desató el caos. Nadie tenía efectivo, los puntos de venta no tenían electricidad y sin conexión a internet tampoco eran posibles las transferencias bancarias. Gracias a la ineptitud del gobierno, el flujo comercial estaba imposibilitado. Excepto por una opción. Este fue el punto de inflexión para la dolarización de facto que existe hoy en Venezuela. Solo quienes tenían dólares en efectivo pudieron pagar. Los demás, tuvieron que conformarse con las pocas sobras de la alacena.
Bitcoin tampoco fue una solución en este contexto. A pesar de que sí existen formas de enviar BTC sin Internet, estas se usan en pocos lugares del mundo. Para los demás, estamos tan habituados a la conectividad que ni siquiera pensamos en la necesidad de disponer de alternativas para lo inesperado. De ahí que el efectivo, como suele decirse, haya sido Rey.
En España, aunque todavía en menor medida que otros países de Europa, la guerra contra el efectivo ha sido deliberada. No es que digamos que la hiperinflación en Venezuela no sea también intencional, pero en Europa se han tomado acciones abiertas y expresas para mitigar el uso del efectivo. Desde prohibiciones de pagos más allá de ciertos montos, hasta campañas de demonización de los billetes como transmisor de enfermedades, aprovechando la psicosis colectiva desatada durante el COVID-19, y a pesar de que el Banco Central Europeo no permitía la eliminación del dinero efectivo en la eurozona.
Esto ha calado bien en la población y, junto a la conveniencia de los pagos con tarjeta o móvil, ha llegado el punto en que comercios se enorgullecen de no aceptar pagos en efectivo. Estos son los tontos útiles que no se han detenido a pensar en las consecuencias para la privacidad o, peor aún, que afirman no tener nada que esconder.
Así, se ha allanado el camino hacia el epítome del dinero como sistema de control: las monedas digitales de banco central (CBDC) y, específicamente, el euro digital.
Aunque Europa alguna vez fue la cuna, no solo de la Democracia, sino del Imperio de la Ley, la Separación de Poderes, la Alternabilidad, todas estas ideas que triunfaron a sangre y fuego, contra regentes que abusaron de su poder, aun así, hay quienes siguen regalando su confianza y creyendo que es buena idea centralizar en el Estado la contabilidad y administración de todas las transacciones que se hacen en un país. No es como si alguien pudiera abusar de ese poder…
Bitcoin nació como contrapeso ante tales abusos, pero, nuevamente, no hemos normalizado disponer de una alternativa analógica para cuando el sistema eléctrico estatal falla.
No obstante, la digitalización del dinero en Europa, en España, aunque comparativamente en menor grado, la gente aún usa efectivo. Si la situación no se prolonga demasiado, no se desatará un caos comercial de las dimensiones venezolanas.
Sin embargo, nos gusta creer que sembrará en algunos una semilla de desconfianza contra la digitalización total del dinero bajo la forma del euro digital, así sea más por razones prácticas y preventivas, que ideológicas. Si a ver vamos, el efectivo sigue siendo dinero fíat, y su valor sigue estando anclado únicamente a la confianza en las instituciones que lo respaldan, así estas sean las mismas que lo han devaluado para extraer valor de los bolsillos de los ciudadanos a través del tiempo, y que pertenezcan al mismo grupo de instituciones que nos tienen sin electricidad en este momento.
Ante esta circunstancia, nuevamente, la oportunidad. Hoy, que nos mantenemos en casi todas partes dependientes de la conectividad, no podemos afirmar como solemos «Bitcoin arregla esto». Si queremos que bitcoin sustituya al fíat en el futuro, es necesario integrar estos escenarios en nuestro pensamiento adversarial. Esto es un aviso para avanzar en esa dirección y contar con alternativas para que, a la próxima, no nos agarre desprevenidos.
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