El arranque prudente de León XIV

Al día siguiente, todos se declaran satisfechos. “¡El resultado es excelente!”, sonríe el arzobispo de Marsella Jean-Marc Aveline, que entró en las quinielas de papables, “pero feliz por cómo terminó el cónclave”, dice al salir de la histórica “lechería” de Borgo Pío, tras un aperitivo a base de Coca-Cola.

A juzgar por el ambiente que se respira en el Vaticano después de la noche de emociones de la fumata blanca, parece cierto que Robert Francis Prevost era la única elección capaz de contentar a todas las almas de una Iglesia dividida. Corre con insistencia la versión de que más de cien cardenales, de los 133 electores, habrían votado por él. Un dato no verificable, pero que refleja bien el tono que se ha instalado en el Vaticano.

El nuevo Papa se deja ver aquí y allá dentro de la Ciudad del Vaticano, no se niega a los selfis con los familiares de los funcionarios del pequeño Estado y firma autógrafos, ya plenamente en el papel.

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Las primeras palabras del nuevo papa, León XIV

El pontífice aún no ha tomado las primeras decisiones “políticas” y ni siquiera sabe si volverá al Palacio Apostólico, como hicieron siempre los papas antes de Francisco, o si ocupará el apartamento —aún sellado— que su predecesor eligió como símbolo de austeridad. Por ahora permanece en su residencia de los últimos años, en el edificio del Santo Oficio. El Palacio Apostólico, por lo demás, después de 12 años sin inquilinos, necesitaría ser acondicionado y las obras no son tan sencillas. Y ante la duda, los operarios han sido alertados.

Tampoco se sabe en quién confiará Prevost para dirigir la Iglesia, ya que los nombramientos se aplazarán unos meses, como es costumbre. Todos los cargos de la curia han sido confirmados, empezando por el de Pietro Parolin, que entró papa al cónclave y salió cardenal, y por el momento sigue como secretario de Estado.

Ninguna ruptura, al menos al principio, con la fórmula “donec aliter provideatur”, es decir, “hasta que se disponga otra cosa”. El Pontífice, explican fuentes oficiales del Vaticano, “desea reservarse un tiempo para la reflexión y el diálogo, antes de cualquier nombramiento o confirmación definitiva”.

Los tradicionalistas celebran el regreso al estilo papal: vestimenta formal y coche oficial.

Esta total indefinición, sin embargo, es suficiente al menos para sentirse aliviados. Los bergoglianos, en todas sus almas, y los conservadores, más o menos rígidos, han evitado ver ocupado el trono de Pedro por un adversario, o peor, por un enemigo.

El mismo patrón continuó ayer: los más tradicionalistas respiraron tranquilos por el regreso de ciertas prerrogativas del Papa que Bergoglio había rechazado con desdén, empezando por la mozzetta roja, una capa corta tradicional del Papa para ceremonias oficiales, utilizada para saludar al pueblo desde la logia de las bendiciones de la Basílica de San Pedro. 

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También se vio un verdadero coche oficial, en lugar del modesto Fiat 500 del pontificado anterior. “¡Este sí que es un Papa!”, dice un peregrino austriaco que pasa con una cruz por el pasillo dedicado a las procesiones jubilares.

Igualmente tranquilos parecen los “aperturistas”, convencidos de que los cambios impulsados por Bergoglio no serán cuestionados por uno de los fieles del Papa argentino, como Prevost. Para convencerse, bastaba con ver la cara de Jean-Claude Hollerich, cardenal luxemburgués, de clara impronta progresista. “¡Estoy feliz!”, repetía ayer con una sonrisa.

De hecho, El Pontífice ha reivindicado explícitamente la continuidad con Francisco —al menos la pastoral— en su primer discurso.

Prevost ha elegido un nombre en continuidad con León XIII, el Papa de la doctrina social de la Iglesia —por tanto, la opción por los pobres, la cercanía a los migrantes, la promoción humana y el desarrollo integral, y también la acción de la Santa Sede por la paz—. Material para los continuistas.

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This photo taken and handout on May 7, 2025 by The Vatican Media shows Newly elected Pope Leo XIV, Robert Prevost addressing the crowd from the main central loggia balcony of the St Peter's Basilica for the first time, after the cardinals ended the conclave, in The Vatican. (Photo by Handout / VATICAN MEDIA / AFP) / RESTRICTED TO EDITORIAL USE - MANDATORY CREDIT

Las próximas etapas están fijadas: mañana, la oración del Regina Caeli en la plaza de San Pedro. El domingo 18, la misa de investidura, que marca el inicio del pontificado.

Si los aspectos exteriores se podrán observar, será más complejo entender la dirección doctrinal. Algunas señales llegaron ayer por la mañana, cuando León XIV pronunció su primera homilía en la misa en la Capilla Sixtina, con los cardenales. En ese mismo lugar donde, el día anterior, fue proclamado Papa y donde el mobiliario del cónclave fue desmontado rápidamente para dar paso al altar, pronunció allí su primer mensaje como Papa ante sus electores. Lo hizo en inglés —idioma que había evitado el día anterior, optando por el italiano y el español—: “Me habéis llamado a llevar una cruz”. 

Luego, en italiano, el mensaje se volvió más duro: “Hoy no son pocos los contextos en los que la fe cristiana se considera una cosa absurda, para personas débiles y poco inteligentes; contextos en los que se prefieren otras seguridades, como la tecnología, el dinero, el éxito, el poder, el placer. Se trata de ambientes donde no es fácil testimoniar y anunciar el Evangelio, y donde quien cree es ridiculizado, combatido, despreciado, o en el mejor de los casos, tolerado y compadecido”. Pero también hubo un llamado interno: “No faltan contextos en los que Jesús, aunque apreciado como hombre, es reducido solamente a una especie de líder carismático o superhombre, y eso no solo entre los no creyentes, sino también entre muchos bautizados, que terminan viviendo así, a este nivel, en un ateísmo de hecho. Este es el mundo que se nos ha confiado, en el cual, como tantas veces nos ha enseñado el Papa Francisco, estamos llamados a testimoniar la fe gozosa en Jesús Salvador”.

Los progresistas destacan los gestos hacia el legado de Francisco y creen que las reformas seguirán

¿Qué debe hacer la Iglesia? El Papa ofrece una orientación: “Es necesario un compromiso irrenunciable para quien ejerce un ministerio de autoridad en la Iglesia: desaparecer para que permanezca Cristo, hacerse pequeño para que Él sea conocido y glorificado, entregarse por completo para que nadie se quede sin la oportunidad de conocerlo y amarlo”.

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Palabras profundas, de significado no inmediato. Mucho más sencillo, por el momento, fijarse en otra cosa: “Llevaba zapatos negros como Bergoglio”, se comenta en la plaza. “Pero también la cruz al cuello que perteneció a Benedicto”. Todos contentos, pero nadie sabe mucho.

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