Apenas el cielo de Roma se oscureció, llegó la primera fumata: era negra. El cónclave comienza con una señal de espera: los cardenales se toman su tiempo para elegir al nuevo papa. En el primer intento, ninguno consiguió reunir los 89 votos necesarios –los dos tercios de los electores– para ser elegido. Un resultado ampliamente previsto: en los últimos siglos, ningún pontífice ha sido elegido en la primera votación. Sin embargo, esto no desalentó a decenas de miles de personas –al menos cincuenta mil, según las autoridades italianas– que abarrotaron la plaza de San Pedro.
Cuando el maestro de celebraciones Diego Ravelli cerró la puerta de la Capilla Sixtina tras el anuncio del “extra omnes” (todos fuera), la multitud respondió con un aplauso inédito y prolongado. Luego, una espera larga y cargada de emoción. Y después, cada vez más tensa, por la frustración causada por el retraso en los tiempos de la fumata, debido a los complejos procedimientos de votación.
La fumata se convierte en un rito popular: cincuenta mil personas en la plaza de San Pedro
La jornada de los cardenales, la última antes del aislamiento total y vigilado, comenzó con la misa solemne pro eligendo romano pontifice , que reunió a cinco mil fieles en la basílica de San Pedro. Desde allí, observaron la procesión de los cardenales. En la homilía, Giovanni Battista Re, decano del colegio cardenalicio, no mencionó al papa Francisco ni delineó un perfil claro del sucesor de Pedro, pero ofreció algunas pistas: el mundo atraviesa un momento complicado y, por ello, la elección no debe estar condicionada por personalismos. “Estamos aquí –dijo Re– para invocar la ayuda del Espíritu Santo, implorar su luz y su fuerza, para que se designe al papa que la Iglesia y la humanidad necesitan en este tramo de la historia tan difícil, complejo y tormentoso. Los cardenales electores se preparan para un acto de máxima responsabilidad humana y eclesial; una elección de excepcional importancia. Un acto humano para el cual se deben dejar de lado todas las consideraciones personales
y tener en mente y en el corazón solo al bien de la Iglesia y de la
humanidad”.

Los cardenales, en el momento de su ingreso a la Capilla Sixtina
El prelado italiano, quien ofició los funerales de Jorge Mario Bergoglio, fue cuidadoso de no comprometerse, evitando los temas más discutidos en estos largos días de reuniones. Sin embargo, alguna indicación surgió, de manera involuntaria, en el momento de los saludos. Al acercarse a Pietro Parolin, secretario de Estado saliente y gran favorito, Re le susurró en italiano: “Auguri doppi” (dobles felicitaciones), con grandes sonrisas mutuas, sin percatarse de que el micrófono en el altar seguía encendido. Parolin tiene la tarea de presidir el cónclave, por lo que la primera felicitación puede interpretarse como una transferencia simbólica de funciones del decano del colegio, que por razones de edad permanece fuera de la Capilla Sixtina. Pero, ¿y la segunda felicitación? Una rápida comprobación descartó que el cardenal cumpliera años o celebrara su onomástica. La interpretación más sólida es que el deseo de Re aludía a las ambiciones de Parolin de convertirse en el próximo papa.
Frustración por el retraso, causado por los complejos procedimientos de votación del primer día
El incidente dejó al descubierto, en el lugar más emblemático, una realidad sabida desde hace días: Parolin es el favorito claro.
El secreto absoluto que han jurado los cardenales no permite conocer el grado de apoyo que obtuvo en la votación de este miércoles, quizá también gracias al respaldo de colegas africanos, un hecho que se da por cierto en los palacios cercanos a la columnata.
Un micrófono abierto en la basílica desveló el respaldo del decano Re a la candidatura del cardenal Parolin
Pero está claro que para el cardenal italiano este jueves es el día de la verdad. Se prevén cuatro votaciones: dos por la mañana y dos por la tarde. Si durante los primeros escrutinios el nombre de Parolin gana fuerza, sus probabilidades de éxito serán reales. Si, por el contrario, las papeletas con su nombre no aumentan, otros candidatos entrarán en juego.
Antes del cierre de la puerta de la Capilla Sixtina, los nombres más fuertes dentro de la curia romana eran otros cinco: el filipino Luis Antonio Tagle, el estadounidense Robert Francis Prevost, el francés Jean-Marc Aveline y los italianos Pierbattista Pizzaballa y Matteo Zuppi.
Si la candidatura de Parolin no gana fuerza este jueves, otros nombres entrarán en juego en el cónclave
Estas figuras representarían una continuidad con el pontificado de Francisco, como se evidenció en las últimas congregaciones generales, aunque con enfoques muy distintos entre sí.
Lo que es seguro es que el próximo pontífice deberá, entre otras cosas, rechazar posibles injerencias de estados extranjeros, algo que se daba por sentado, al menos hasta que Donald Trump y su vicepresidente J.D. Vance lo pusieron abiertamente en duda en los últimos días. Parolin, en calidad de decano de los electores, lo reafirmó en el juramento previsto por la constitución apostólica, comprometiéndose a “no prestar nunca apoyo ni favor a ninguna interferencia, oposición u otra forma de intervención con la que autoridades seculares de cualquier orden y grado, o cualquier grupo de personas o individuos, quisieran inmiscuirse en la elección del romano pontífice”.
Aunque aún no hay papa, ya se ha logrado un resultado: la fumata se ha convertido en un evento planetario, mediático y también popular, con personas llegadas de todas partes del mundo. En el bar junto a la columnata se hacen negocios de oro, pero persiste el asombro: “Yo estuve también en los dos últimos cónclaves –dice José, camarero peruano–. En este hay más gente. Esta vez los fieles conocen los nombres de los cardenales, de los papables. Toda esta espera también puede deberse a la preocupación por cómo va el mundo, las guerras… La gente espera un papa que traiga la paz”.
Un grupo de jóvenes filipinos dobló su bandera y abandonó la plaza: “Mañana volveremos, pero esperamos que esta vez no tarden tanto”.