El defensor de las armas que murió de un balazo

A 200 yardas. Desde esa distancia, que se traduce en unos 182 metros, se produjo el disparo que acabó con la vida de Charlie Kirk, de 31 años, uno de los más sonoros difusores de la ideología trumpista, incluso desde antes de su fundación. Todo apunta que el autor utilizó un fusil con mira, como los francotiradores de los lugares en guerra.

Murió a hierro, el mismo que él defendió como fanático de la segunda enmienda de la Constitución, en la que se establece el derecho a tener armas, un rasgo que para Kirk era santo y seña de lo que significa ser un patriota estadounidense.

“Lamentablemente las muertes por armas de fuego valen la pena por la preservación de los derechos de la segunda enmienda”, respondió en el 2023 después de un tiroteo en una escuela de Nashville (Tennessee), que dejó seis difuntos, incluidos niños.

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Este miércoles acudió a la Utha Valley University, en Orem, inició de una gira por una quincena de recintos docentes. Según los testigos, muchos estudiantes estaban emocionados con la presencia de este activista y provocador del trumpismo que ha atraído a cuantiosos jóvenes y a los que les hizo perder el temor a expresarse públicamente como tales. Tampoco faltaron los carteles que le recordaron que otros no le daban la bienvenida.

La segunda pregunta que le hicieron consistió en si debía prohibirse acceder a las armas a los transgénero, otra de sus obsesiones persecutorias, después del tiroteo de finales del mes pasado en que dos niños murieron durante una misa en su escuela religiosa de Minneapolis.

No pudo explicarse mucho, aunque dejó claro que la culpa no era de las armas, en todo caso de las bandas. Se escuchó un disparó y se vio como caía de la silla. La bala le penetró el cuello. Solo ver ese vídeo se entendía la gravedad de lo ocurrido. Esas imágenes causaban daño y retrataron el ambiente de violencia política que se vive en este país en la que el presidente militariza las calles u ordena bombardear barcos de supuestos narcotraficantes.

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En el 2012, cuando tenía 18 años, Kirk fundó Turning Point USA, que concibió como una plataforma conservadora para dar respuesta a la organización liberal Move.org. Pronto encontró apoyo entre donantes conservadores y de miembros de la familia Trump, como Don jr, hijo mayor del actual presidente de Estados Unidos.

En cuanto irrumpió la candidatura de Donald Trump, él se convirtió de inmediato en una presencia continua en esa esfera. Tuiteaba sin descanso mensajes descarados de la extrema derecha, en los que estigmatizaba a los inmigrantes y en los que se centraba, según su visión, en combatir la expansión marxista o la ideología de género, de equidad o cultura woke que corría por los campus del país, sin que le importara poco o nada la veracidad de los hechos que pregonaba.

Otros de sus filones, que retroalimentaba la historia de Trump, consistió en crear desconfianza total y absoluta en las instituciones, desde las estancias políticas al FBI, pasando por la prensa. Kirk fue uno de los grandes denunciantes de las supuestas cloacas del estado para descartar cualquier cosa real que perjudicara al Trump.

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Charlie Kirk reparte gorras con el lema “Make america great again”momentos antes de caer abatido por un disparo en la Univeridad Utah Valley en Orem, este miércoles

Tess Crowley / Ap-LaPresse

A diferencia de otras figuras jóvenes emergentes, Kirk se mostraba más pulido y evitó los comentarios públicos extremadamente racistas o pro nazis al estilo de Nick Fuentes o Milo Yiannopoulos.

Esto no evitó que en sectores conservadores resultara desagradable por las falsedades que difundía. Pero pronto encontró su gran audiencia de una persona: Donald Trump, uno de sus grandes admiradores al que siempre retuiteaba. Esto hizo que, ya desde el principio del primer mandato del líder republicano, Kirk fuera uno de los que iba rotando por los medios conservadores amplificando el mensaje del líder y se convierta en una de las estrellas de la ultra derecha.

Su estampa e influencia creció aún más durante la pandemia, actuando como uno de los grandes altavoces de las conspiraciones mediante el ataque a la Organización Mundial de la Salud (OMS), a la que rebautizó como la Organización Wuhan para indicar que todo era un montaje de China con el objetivo de perjudicar a Trump. Estuvo en contra del cierre de escuelas o negocios, de que hubiera distancia social o del uso de mascarillas. Llegó a tal nivel que Twitter le prohibió participar en la red durante un periodo.

Otro momento cumbre consistió en su implicación para intentar evitar el gobierno de Joe Biden con el fallido golpe de estado del 6 de enero del 2021. Difusor como pocos del inexistente robo electoral proclamado por Trump, Kirk prometió de 80 autobuses de patriotas para la movilización de aquella jornada. Solo llegaron siete.

Luego vino el mandato de la travesía del desierto, etapa en la que se volcó en la defensa de Trump contra las causas judiciales insistiendo en que todo se debía a las fuerzas del mal agitadas por los demócratas.

Su labor no cayó en saco roto y su contribución fue relevante para atraer jóvenes votantes a las filas de la ultra derecha, y forjar una desconfianza absoluta en el sistema, siempre que no sea el de Trump.

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