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En Argentina, el 72% de las compras se hacen con stablecoins, no bitcoin.
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El dólar pierde valor globalmente, posicionando a Bitcoin como el activo de ahorro soberano.
América Latina, una región que ha pasado décadas intentando sacudirse la hegemónica sombra del dólar, vive hoy una extraña fiebre porque lo está adoptando con un fervor sin precedentes. No lo hace a través de sus bancos centrales, sino en los bolsillos digitales de millones de ciudadanos que están encontrando en las stablecoins un salvavidas.
En la región se está produciendo el renacimiento digital del dólar. Pero detrás de esta parte de la historia se gesta una narrativa paralela y casi opuesta con bitcoin. La moneda digital pionera, silenciosamente está construyendo su propia nación soberana en las grietas de los estados fallidos.
Todo esto es reflejo de que el ecosistema de los activos digitales no está creciendo en una sola dirección en Latinoamérica, sino en dos a la vez. Y en esa dualidad se juega el futuro financiero de millones de latinos que habitan en el planeta.
La tendencia de las stablecoins está respaldada por una avalancha de datos. Su adopción no es un capricho especulativo, sino pragmatismo puro frente a la devaluación y la exclusión. Un informe de Dune lo deja claro cuando detalla que las monedas estables son la base financiera de la región. Los números lo confirman de manera aplastante:
- América Latina ahora lidera a nivel mundial en la adopción de stablecoins. Según State of Stablecoins 2025 de Fireblocks, el 71% de los encuestados usa stablecoins para pagos transfronterizos, y el 100% está en vivo, probando o planeando una estrategia de stablecoin.
- El 92% informa que su billetera e infraestructura API ya está lista para monedas estables, lo que subraya tanto la demanda como la madurez técnica. Para millones de personas en toda la región, las stablecoins se han convertido en el equivalente digital del dólar estadounidense. En muchos casos, representan la única forma práctica para que los ciudadanos mantengan ahorros dolarizados.
- En Argentina, el cuarto país con mayor población en la región (más de 46 millones de habitantes), el exchange Bitso reporta que el 72% de todas las compras de criptomonedas en 2024 fueron stablecoins, frente a un escaso 8% de bitcoin.

- En Brasil (más de 200 millones de habitantes), los volúmenes de stablecoins crecieron un explosivo 207,7% interanual, superando a todos los demás criptoactivos, según datos de 2024 de Chainalysis.
- Y a nivel empresarial, el 71% de las compañías de la región ya usan las stablecoins para pagos transfronterizos, según Fireblocks.
- En Colombia, donde las stablecoins representaron el 48% de las compras, ayudadas por las restricciones a las cuentas bancarias en USD y la persistente volatilidad de las divisas
- Más del 90% del volumen de transferencia de los exchanges que operan en la región involucró USDC y USDT.
- En países como Argentina, Brasil y Colombia, las stablecoins han superado a Bitcoin como activo preferido para el uso diario, impulsadas por su estabilidad de precios y acceso directo al valor denominado en dólares.
La tendencia es innegable porque la gente latinoamericana no está comprando la tesis de la libertad financiera absoluta; más bien está comprando acceso al dólar que su propio gobierno le niega.
Como revela un informe de Dune, para el latinoamericano promedio que enfrenta devaluaciones feroces y exclusión bancaria, las stablecoins no son una inversión especulativa, sino una herramienta de supervivencia. Son la forma más rápida de ahorrar en «una moneda dura, enviar remesas sin intermediarios y protegerse de la inflación».

El poder soberano de bitcoin aumenta en la región
Sin embargo, ignorar lo que sucede con bitcoin en este contexto es un error garrafal. Estamos hablando de un activo con una capitalización de mercado de 1,87 billones de dólares, un activo que ya no necesita la aprobación de nadie.
Su poder no reside solo en su valor global, sino en su encarnación local como herramienta de soberanía. Mientras las stablecoins resuelven el problema inmediato de la estabilidad, las ciudadelas de bitcoin como Praia Bitcoin en Brasil, Bitcoin Beach en El Salvador, o las más de 39 que ya existen en la región, atacan la raíz del problema que es la dependencia de un sistema centralizado y fallido.
Aquí reside la gran paradoja. El usuario de stablecoins busca estabilidad dentro del paradigma del dólar. El constructor de ciudadelas de bitcoin busca la emancipación fuera de ese paradigma.
El primero es un movimiento de masas impulsado por la urgencia. El segundo, un movimiento de nicho, más lento y filosófico, impulsado por la convicción. Uno es una solución a corto plazo; el otro, una visión a largo plazo.
Lo cierto es que la batalla por el alma financiera de América Latina se está librando en el mundo virtual. Y mientras el dólar, ese viejo fantasma, encuentra una nueva vida en su forma digital, una nación silenciosa y descentralizada se construye, bloque a bloque, con bitcoin. El resultado de esta tensión definirá la próxima década.
La interacción entre estos dos caminos no es una incógnita, sino una especialización inevitable. Se manifiesta de esa forma porque las stablecoins son la puerta de entrada masiva a la economía digital, el campo de entrenamiento que familiarizará a millones con las billeteras y los exchanges. Pero este refugio es temporal, porque están anclados a un dólar que, a nivel global, seguirá perdiendo valor. Aquí es donde la soberanía de bitcoin deja de ser una ideología para convertirse en una necesidad financiera.
A medida que bitcoin consolida su posición entre los activos más grandes del mundo, el salto desde un dólar digital que se devalúa hacia un oro digital que se aprecia cada vez más, se volverá el siguiente paso lógico para el ahorro a largo plazo.
La conveniencia de las stablecoins dominará las transacciones del día a día, pero su debilidad inherente como reserva de valor empujará a una masa crítica hacia bitcoin.
Por lo tanto, la pugna por el control financiero de América Latina no culminará en un solo dominador, sino en un ecosistema dual donde las stablecoins facilitan transacciones diarias y bitcoin establece una alternativa de valor estable, redefiniendo las dinámicas económicas regionales en los próximos años.