

Día de la resistencia indígena” en Venezuela, “negra y popular”, añaden los Ortega de Nicaragua, de la “interculturalidad” según un tercer país andino, las nuevas denominaciones que cubren el otrora día de la Raza, la Hispanidad o, llanamente, de las Américas, indican que la parte más numerosa de los hispanohablantes vive con alguna incomodidad la fecha de sus orígenes, al menos en las esferas oficiales.
Este abierto malestar, de cuña bolivariana, hacia el 12 de octubre al otro lado, no pasa entre nosotros de un leve embarazo por la ambigüedad de lo que se celebra durante el desfile militar y posterior saludo a las autoridades y notables en el Palacio Real, al que ya nos hemos acostumbrado.
La parte más numerosa de los hispanohablantes vive con cierta incomodidad esta fecha
Al igual que la jornada del 6 de diciembre, cuando se conmemora la aprobación de la Constitución, las dos fechas aspiran a ser los días políticos del país más apreciados por su gente, antes que mera ocasión de tener el día libre o disfrutar de un puente, el “del Pilar” o, llegados al último mes, “la Inmaculada”. Son los dos aniversarios del calendario escogidos en vista de su fuerza histórica y capacidad integradora de la comunidad, sea esta la nación a solas o en alianza con otras.
Nuestro 12 de octubre se declara la fiesta nacional, pero haciéndole perder desde 1987 la explícita dimensión americana, al suprimir la mención hispánica, aunque bien presente en el propósito del autor de la idea, el malagueño Antonio Cánovas del Castillo. Junto a estas variaciones oficiales, corren las celebraciones religiosas, muy populares en muchas localidades de América, de la patrona de la expedición de Cristóbal Colón, cuya aparición consoladora en Zaragoza al combativo apóstol Santiago aporta un nítido mensaje de uniformidad católica del Estado español, hoy desdeñada por anacrónica.
En medio de la característica ambigüedad española hacia los hechos de 1492, el norteamericano Donald Trump ha decretado que su 12 de octubre sea elevado a primer rango protocolario y vuelva a la antigua condición del Día de Colón, limpio de la resignificación de Joe Biden en favor de sus pueblos indígenas. La nueva derecha de Washington regresa al momento precolonial, cuando el descubrimiento del genovés era todavía una magnífica aventura marítima, sin la ulterior conquista militar ni el afán evangelizador de las empresas políticas. En alguna medida ese nativismo de la Casa Blanca coincide con la iconografía del escudo español vigente, donde las columnas, o pilares, adornadas por el lema neutral y viajero del “plus ultra” quedan ya sin los símbolos militantes del yugo y las flechas de los fundadores del Estado, lo que casa mejor con la actual realidad posnacional de los estados europeos.