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En el oro, y no en «abstracciones digitales», estaría la verdadera riqueza, según Ghansham.
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Desde Bretton Woods el papel del oro se transformó y dejó de ser ancla monetaria.
El mercado financiero global atraviesa una transformación estructural donde la búsqueda de refugios de valor se ha intensificado. En este contexto, una reciente publicación difundida por el Fondo Monetario Internacional (FMI) pone de relieve la vigencia del oro como el activo de reserva definitivo, según su autor.
El análisis, elaborado por Pratik Ghansham Salvi, profesor del Ness Wadia College of Commerce, sostiene que el oro mantiene un valor duradero que las «abstracciones digitales» no pueden replicar, a pesar del auge de bitcoin en el portafolio de los inversionistas modernos.
La historia del oro ha sido una constante de adaptación ante los cambios en el orden mundial. Según Ghansham Salvi, el papel del metal se transformó radicalmente tras el colapso del sistema de Bretton Woods.
Aquel acuerdo de 1944, que vinculaba el dólar estadounidense al oro a 35 dólares por onza, representaba el último vestigio de un ancla monetaria formal. Cuando Richard Nixon suspendió la convertibilidad en 1971, el metal no perdió su relevancia, sino que inició una metamorfosis.
En las décadas siguientes, el metal pasó de ser una base contable a un «refugio de inversión: el activo impago en tiempos de miedo». La gráfica que acompaña el análisis que es aquí reseñado por CriptoNoticias, muestra una tendencia clara: el oro ha rastreado la inflación y las crisis de forma constante.

Sin embargo, el salto registrado en 2025 marca el ascenso más fuerte en décadas. Esto, con un incremento de aproximadamente el 40%, superando los 4.000 dólares por onza.
Bitcoin como «creencia especulativa» frente a la memoria de la fe
El avance de bitcoin como una alternativa financiera ha reavivado el debate sobre qué constituye el valor real en la economía moderna. Aunque muchos defensores de la moneda digital la catalogan como «oro digital» por su escasez algorítmica de 21 millones de unidades, Ghansham Salvi considera que la comparación es fundamentalmente incompleta y errónea.
Bitcoin es volátil, intangible y depende de la infraestructura digital. El oro, en cambio, lleva el peso de milenios de confianza. Es una realidad física, inmune a fallos en el código o prohibiciones regulatorias. Si bitcoin representa el futuro de la creencia especulativa, el oro encarna la memoria de la fe colectiva. Ambos revelan que el dinero, en su esencia, es una construcción social: una historia compartida que contamos sobre lo que importa.
Pratik Ghansham Salvi, profesor universitario.
Frente a la postura de Ghansham Salvi, hay que señalar que la naturaleza intangible de bitcoin no es una debilidad, sino su mayor fortaleza técnica. A diferencia del oro, cuya pureza y custodia física dependen de terceros y procesos costosos, bitcoin ofrece una escasez auditable en tiempo real. Esto, mediante un protocolo que, desde su concepción en 2009, jamás ha sufrido un fallo crítico en su código que comprometa su integridad.
Esta resiliencia tecnológica le otorga una ventaja competitiva: su portabilidad y divisibilidad global inmediata, algo imposible para el metal físico. Mientras el oro requiere de una infraestructura logística pesada y centralizada, la red descentralizada de Bitcoin ha demostrado ser inmune a la censura y a la confiscación.
Tal es la ventaja de BTC que ha habido una masiva inversión institucional en ese activo desde enero de 2024, cuando se aprobaron y emitieron los fondos cotizados en bolsa (ETF) de la mano de las grandes empresas del sistema financiero tradicional. Entre ellas como BlackRock, Grayscale y Wisdom Tree. Esos vehículos ya han invertido 112.500 millones de dólares en BTC:

Aun así, para el académico indio, el activo digital es una propuesta que carece del consenso histórico necesario para ofrecer estabilidad. En contraste, el valor del oro se basa en tres rasgos inmutables: escasez física, durabilidad y una confianza arraigada en la psicología humana.
Añade que esta cualidad física es su mayor fortaleza. «Cada onza jamás extraída, unas 210.000 toneladas métricas, sigue existiendo de alguna forma, ya sea en lingotes, monedas o joyería. Esta casi permanencia física no tiene comparación con ningún activo financiero», expresa.
El oro ante el futuro digital
El análisis del profesor Ghansham Salvi señala que, aunque la tecnología financiera avance hacia la tokenización de activos o el trading impulsado por inteligencia artificial, la esencia del oro permanece inalterada bajo estas capas tecnológicas.
Para él, el metal perdura porque la confianza institucional es frágil. Mientras la moneda digital continúa su proceso de adopción, el oro se mantiene como el escudo soberano preferido por los Estado. Como lo ve, el metal precioso no es un vehículo de prosperidad activa, sino que «es un seguro contra la ausencia de la prosperidad».
En este escenario, bitcoin representa la apuesta por un sistema nuevo. Mientras que, en palabras de Ghansham Salvi, el oro sigue siendo la garantía física de que, pase lo que pase con la infraestructura digital del mundo, «la verdadera riqueza es tanto memoria como dinero».
Vale aclarar que en el sitio web se aclara que las opiniones de Salvi «no necesariamente reflejan la política del FMI». De todos modos, parecen estar alineadas con la postura históricamente crítica hacia bitcoin que ha tenido el organismo financiero.
