En todas las ocasiones que tuve de encontrarme con el Papa, el primer intercambio de palabras siempre fue el mismo: “Papa, ¿cómo está?”. Y él respondía: “Vivo”. Lo decía riendo pero con conocimiento de causa. Con un fino sentido del humor, cuando nos traían un café o un refresco me decía: “Probalo tu antes”. Sabía que los enemigos que tenía no eran pocos.
Pudimos compartir varias grabaciones, pero también mañanas o tardes sueltas que teníamos en Roma cuando rodábamos otros programas o simplemente estábamos de visita en la ciudad eterna. Le decíamos los días que íbamos y nos hacía un hueco en su agenda. Siempre fui acompañado de Màrius Sánchez, director de mi programa, que se lo curró a base de una relación epistolar muy curiosa. Nosotros le enviábamos un mail y él nos respondía con un documento adjunto: un tarjetón escaneado con el membrete del Vaticano, escrito a mano, con una letra minúscula que para entenderla teníamos que ampliar la pantalla al 300 por cien.

Ayer daba vergüencita ajena leer mensajes de condolencia de líderes, y lideresas, que le hicieron la vida imposible
Nunca le vi acompañado de un gran séquito. Solo iban con él una o dos personas, de su equipo de seguridad o de comunicación del Vaticano. Solo vi acompañado de tan poca gente a otro jefe de Estado: Pepe Mujica, el Papa laico. Francisco quería una relación directa. Casi sin intermediarios. Lo que tengan que decirme me lo dicen a mi. Y así fuimos haciendo. El personal se extrañaba de que el Papa nos diese una entrevista antes a nosotros que al ABC, a la COPE o a 13TV. Se arriesgaba a una entrevista más incómoda, pero también con más repercusión. Jugar en campo contrario y ganar es lo que tiene.
Porque nunca que le entrevistamos el Papa salió perdiendo. Sabía deslizar mensajes transgresores a la vez que seguía siendo contundente contra el aborto. Le acusaron de no haber hecho todo lo que quería hacer. Como si eso fuese tan fácil. Como si girar una trayectoria conservadora como la que llevaba la Iglesia católica fuese sencillo. Se necesitan muchos papados del mismo signo para completar su obra. Pero durante el mandato de Francisco se han abierto caminos que no estaban ni marcados. Se ha metido en jardines en los que nunca se había metido ningún Papa. No es poca cosa.
Se le ha calificado de Papa comunista. El Papa rojo. Al Papa le hicieron más de izquierdas los otros. El Papa llegó con Obama y se ha ido con Trump. Llegó con Kirchner y se va con Milei. Arrancó con Mario Monti y Enrico Letta y se va con Giorgia Meloni. Llegó con Putin y se va con Putin. El Papa no se ha movido de su eje. Ha seguido defendiendo lo mismo que defendía cuando le nombraron Papa. Lo que se ha movido ha sido el eje mundial, cada vez más extremaderechizado. Solo por eso el Papa ha acabado pareciendo un radical.
Se nos va uno de los grandes diques de contención que teníamos en la actual era reaccionaria. Se nos va un referente moral en la defensa de los derechos humanos más básicos. El líder mundial que pensaba en los más desfavorecidos, que renegaba del consumismo, del capitalismo más salvaje, y todavía tenía ánimos para, como mínimo, intentar echar a los mercaderes del templo. Avisó de la crisis en la que estaban entrando nuestras democracias. Se empeñó en mirar a las periferias, en las que vive la inmensa mayoría de la población mundial. Quiso ser el Papa del pueblo. Y no sé si lo logró, pero viendo como lo odiaban las élites más reaccionarias, algo bueno debió hacer. Ayer daba vergüencita ajena leer los mensajes de condolencia de algunos líderes, y lideresas, que le hicieron la vida imposible.
Le vamos a echar de menos, Francisco. Difícilmente tendremos otra vez a un Papa en nuestra agenda de correo. Fue lindo mientras duró. Que le vaya bonito.