Sharing. Es decir, compartir. He aquí un verbo sencillo que sostiene, a veces sin que seamos consciente de ello, buena parte del mundo en el que vivimos. Compartimos información, canciones, memes, recuerdos, viajes y trabajo. Es más, hoy lo hacemos más que nunca en las redes sociales, en la nube o en la oficina. Pero la cosa no queda aquí. Porque también compartimos algo invisible, pero que resulta fundamental: infraestructuras, tecnología y conocimiento.
Una corriente invisible viaja por cables, antenas y servidores y une a millones de personas que hablan, aprenden, crean o emprenden sin importar el lugar. No la vemos y nunca pensamos en ella a no ser que falle. Pero es esencial para nuestra vida. Ya lo escribió Saint-Exupéry en El Principito: “lo esencial es invisible a nuestros ojos”. Y la conectividad es uno de esos elementos que da sentido a la vida moderna.
Pero esa conectividad a veces se enfrenta a retos. Hay espacios donde compartir adquiere un sentido aún más profundo. Son los entornos rurales, que albergan a casi la mitad de la población mundial, en concreto a un 44% de la misma. Lugares donde la distancia sigue marcando el ritmo y donde cada conexión, humana o tecnológica, cuesta más esfuerzo. Allí, para que el verbo compartir se pueda conjugar con un clic es necesario multiplicar el trabajo, la inversión y la colaboración.
Si nos centramos en Europa, las zonas rurales cubren más del 80% de su territorio y son el hogar de unos 137 millones de personas, casi el 30% de su población. Durante años, vivir lejos de las grandes ciudades significó renunciar a algunas comodidades. Pero la tecnología ha cambiado esa ecuación. Gracias a la conectividad, surgen nuevas oportunidades que abren la puerta a una vida diferente. Los pueblos ya no son sinónimo de desconexión, sino de nuevas formas de conexión. Y para conseguirla, otra vez, es imprescindible el verbo compartir.
Hay espacios donde compartir adquiere 
un sentido aún más profundo. Son los entornos rurales, que albergan a casi la mitad de la población mundial
 
 Un señor mayor utiliza el móvil en una granja
Cuando la conexión transforma la vida rural
Llevar Internet al entorno rural enlaza a las personas y revitaliza comunidades enteras, impulsando el empleo y dando una segunda vida a territorios que antes parecían condenados al olvido. El trabajo de empresas como Cellnex está detrás de muchas de esas conexiones que permiten que la red llegue a los lugares más remotos del mapa.
La innovación y la tecnología son esenciales para que el mundo rural pueda avanzar, para que una explotación ganadera, por ejemplo, resulte rentable. Así lo ha entendido, por ejemplo, Innogando, una empresa que ha desarrollado un sistema capaz de localizar por GPS y monitorizar en tiempo real el comportamiento del ganado.
 
 Ganado en una zona rural
Llevar Internet al entorno rural enlaza a las personas y revitaliza comunidades enteras, impulsando el empleo y dando una segunda vida a territorios que antes parecían condenados al olvido
Su CEO, Elio López, nos ha explicado durante su intervención en Connecting the dots. Un videopodcast sobre cómo las conexiones invisibles lo hacen todo posible, cómo funciona. El sistema cuenta con un panel solar con un collar que se coloca en los animales y “ofrece toda la información sobre si está descansando, pastando, caminando…”, nos dice. “Los datos se envían a la nube y se analizan con IA para enviar alertas al granjero”, añade. De esta forma, los ganaderos pueden detectar qué está haciendo el animal en cualquier momento e, incluso, sus posibles problemas antes de que sean visibles.
La conectividad es en estos casos el mayor desafío. Nada de esto es posible sin una conexión estable y muchas granjas se ubican en lugares remotos donde esta se desvanece. La colaboración, compartir, es, una vez más, la mejor forma para convertir el reto en una oportunidad. Así ha ocurrido en el sur de Portugal, donde Innogando ha desarrollado junto a Cellnex un proyecto piloto en una zona rural de 6.000 hectáreas donde no había cobertura móvil. “Ahí”, nos explica López, “Cellnex ha instalado antenas que permiten llevar la cobertura a los campos”. Gracias al trabajo conjunto será posible colocar los collares en los animales y beneficiarse de las ventajas de la tecnología.
 
 Hoy en día, lugares remotos como las granjas pueden tener acceso a la conectividad
El reto de conectar donde nadie más llega
Detrás de cada conexión rural hay una historia de esfuerzo. En los pueblos más pequeños, donde las casas se diseminan entre colinas y bosques, no es siempre rentable desplegar una red. Como nos cuenta Thomas Bertrand, CEO de Cellnex Francia, el mayor reto es “llevar la conectividad a áreas rurales donde confluyen limitaciones logísticas, medioambientales y tecnológicas”.
El proceso es complejo e involucra a varios actores. La Unión Europea proporciona financiación y establece el marco regulador. Después, los gobiernos nacionales y regionales diseñan planes estratégicos y lanzan licitaciones. Por su parte, los ayuntamientos y cooperativas locales aportan el terreno o facilitan los permisos necesarios. Y finalmente, los operadores privados despliegan o comparten la infraestructura en colaboración con otras empresas haciendo que la señal llegue donde antes no lo hacía. Ahí es donde entran en juego empresas como Cellnex.
 
 Gracias a la conectividad, podemos disfrutar de una conversación por teléfono o de una videollamada en prácticamente cualquier sitio
Cada torre construida en una zona remota puede suponer una inversión millonaria. Por eso, el modelo de infraestructura compartida se ha convertido en el corazón de la tecnología. En lugar de que cada operador monte su propia red, todos utilizan la misma estructura. Los beneficios son enormes, tal y como reconoce el CEO de Cellnex Francia. Por un lado, suponen “inversiones sostenibles en la ampliación de la cobertura y la calidad del servicio”, comenta. Por otro, “se reduce la huella de carbono de las redes móviles, compartiéndose también el impacto medioambiental”, señala.
La conclusión es evidente. Compartir es el futuro de las telecomunicaciones. Lo es porque permite optimizar recursos y mejorar el impacto ambiental. Pero también porque abre la puerta a un modelo más justo y sostenible. Tal y como reconoce Thomas Bertrand, el futuro pasa por que exista “un modelo neutral”, en el que las redes y la conectividad sean un bien común que impulse el progreso colectivo.
 
 Compartir se ha convertido en la base de las relaciones humanas
La conectividad ha dejado de ser un lujo urbano para convertirse en el hilo que 
teje nuevas formas de vida, trabajo y colaboración en los pueblos
Hablar de conectividad en el mundo rural es hablar de personas. De quienes se levantan temprano para cuidar el ganado, de quienes mantienen vivos los pueblos y de quienes regresan o se trasladan a ellos buscando una vida más tranquila sin renunciar a las oportunidades de la conectividad. Y compartir, da igual que sea en el campo o en la ciudad, seguirá la base de toda conexión.
 
 El modelo de infraestructura compartida se ha convertido en el corazón de la tecnología
Rooral, la conexión que quiere devolver vida al mundo rural
En el corazón de algunos pequeños pueblos de España comienza a sonar el murmullo de videollamadas, teclados y conversaciones compartidas. Rooral, una plataforma que promueve experiencias de coliving y coworking en entornos rurales, ha convertido la conectividad en una herramienta para revitalizar territorios que, hasta hace poco, habían quedado al margen del progreso digital.
Esta comunidad colabora con pequeñas aldeas para acoger a personas que desean teletrabajar y, al mismo tiempo, integrarse en la vida local. El resultado es un verdadero intercambio. Quienes llegan aportan talento y nuevas ideas. Mientras, los pueblos recuperan dinamismo, empleo y reciben nuevas conexiones.
 
 El coliving y el coworking han aumentado en los entornos rurales
“Rooral hace que las zonas rurales vuelvan a ser atractivas ahora que hay Internet de alta velocidad”, explica su fundador y CEO, Juan Barbed. “Aseguramos que la gente tenga lo que necesita para trabajar a distancia desde zonas que corren riesgo de desaparecer, con alojamiento, espacios de trabajo y experiencias de inmersión cultural”, observa. Porque en el mundo rural compartir también significa conectarse con la tierra y con los demás.
 
                                             
                                             
                                             
                                             
                                             
                                             
                                             
                                             
                                            
 
                                     
                                    