El primer ministro francés esconde algo

François Bayrou, nombrado primer ministro de Francia el pasado 13 de diciembre en una situación política muy precaria e inestable, suele decir, con cierta sorna, que está resistiendo en el cargo mucho más tiempo del que algunos le habían pronosticado. El jefe del Gobierno, en efecto, logró aprobar los presupuestos y superar varias mociones de censura a pesar de hallarse en minoría en la Asamblea Nacional. Pero una inesperada sombra personal –y familiar– se proyecta sobre su futuro inmediato. ¿Es Bayrou realmente un hombre de fiar? ¿Ha mentido al país? Su palabra está en duda.

El origen de la crisis de credibilidad de Bayrou está en un grave escándalo de abusos –sexuales o simples agresiones físicas– que durante decenios se produjeron en un colegio religioso, Notre-Dame de Bétharam, cercano a la ciudad de Pau (Pirineos Atlánticos), de la que el primer ministro continúa siendo todavía el alcalde. Varios de sus seis hijos estudiaron en ese centro educativo, incluida la mayor, Hélène (apellidada Perlant después de casarse), que ahora tiene 53 años.

Su hija Hélène, víctima de una paliza en la escuela en 1987, afirma que no lo dijo al padre para protegerlo

El escándalo lleva tiempo persiguiendo a Bayrou porque siempre se ha sospechado que, por los cargos públicos que había ocupado –diputado, eurodiputado, alcalde, ministro de Educación– y el hecho de llevar a sus hijos al colegio en cuestión, debía de estar forzosamente enterado de lo que ocurría, de la dimensión del problema. Sin embargo, siempre ha negado haber estado al corriente. El asunto, en un momento de extrema sensibilidad ante los casos de abuso en instituciones católicas, llegó a adquirir tal envergadura que es objeto de una investigación parlamentaria. Está previsto que el primer ministro declare bajo juramento el 14 de mayo.

Las cosas eran ya bastante complicadas para Bayrou cuando estalló la bomba. Se supo que su propia hija Hélène era uno de los testimonios de un libro, Le silence de Bétharram. En varias entrevistas, entre ellas con el semanario Paris Match , la primogénita del primer ministro dio detalles. Fue durante un campamento de verano, en 1987. Ella tenía 14 años. Uno de los sacerdotes, el padre Lartiguet, conocido por su sadismo, la emprendió contra ella. “¡Tú, la hija de Bayrou, insolente como tu padre!”, le gritó. “Me agarró por el pelo, me arrastró varios metros por el suelo y me dio puñetazos y patadas por todo el cuerpo –explicó–. Me oriné y me quedé así toda la noche, húmeda y hecha un ovillo en el saco de dormir”.

Hélène sostiene que no lo contó a sus padres porque temía ponerlo a él, un político conocido, en un compromiso y “quería quizás, inconscientemente, protegerlo”. La verdad es que, casi cuarenta años después, su revelación sí es muy incómoda. En otras declaraciones, la hija mayor mencionó un encuentro de su padre con un magistrado que era vecino donde vivían, otro episodio que desafía la memoria de Bayrou y su palabra.

Nadie duda de la habilidad política del primer ministro, que cumple en mayo 74 años, y de su resistencia. El asunto del colegio no es el único peligro que le acecha, más allá de la fragilidad de su Gobierno. El año pasado fue absuelto en el juicio al partido que dirige, Movimiento Demócrata (MoDem), por malversar fondos del Parlamento Europeo, un caso idéntico al que supuso la condena de Marine Le Pen. No pudo probarse que él era responsable de la ilegalidad, aunque sí el partido. Pero hay un recurso de apelación y tendrá que volver a defender su palabra, también en entredicho.

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