El trumpismo irrumpe en Japón

Japón es un país habituado a los terremotos, pero el seísmo que acaba de sacudir a su escena política puede marcar época.

El Partido Liberal Democrático (PLD), la formación conservadora que ha ostentado el poder prácticamente sin interrupciones desde hace 75 años, sufrió este domingo una dolorosa derrota en unas elecciones legislativas parciales marcadas por la irrupción de la ultraderecha de corte trumpista.

El PLD y su socio de gobierno, el partido budista Komeito, necesitaban 50 de los 125 escaños que estaban en juego para retener la mayoría en la Cámara Alta de la Dieta (Parlamento japonés), pero solo obtuvieron 47. El batacazo, sin embargo, era previsible: el pasado octubre, la coalición ya perdió la mayoría en las elecciones a la Cámara Baja –la más importante–, y los sondeos eran muy pesimistas para el oficialismo de cara a los nuevos comicios.

Tras tener noticia de su debacle electoral, el primer ministro nipón y líder del PLD, Shigeru Ishiba, dijo que aceptaba “humilde y sinceramente” el resultado, pero descartó su dimisión. “Todavía tengo muchos deberes que cumplir con la nación”, aseguró el dirigente, que estas semanas está inmerso en las negociaciones con Estados Unidos para tratar de impedir la imposición de aranceles del 25% anunciada por Donald Trump para el 1 de agosto. Pese a su intención de permanecer en el cargo –al que accedió el año pasado tras la precipitada renuncia de Fumio Kishida–, Ishiba podría verse forzado a la retirada en un horizonte cercano: desde su fundación en 1955, el PLD nunca había perdido el control de las dos cámaras de la Dieta, y el partido acostumbra a no tener piedad con aquellos que flaquean en las urnas.

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El primer ministro japonés, Shigeru Ishiba, atendiendo a la prensa hoy para valorar los resultados

Philip Fong / Efe

Varios factores explican la derrota de la coalición gobernante: el alza imparable de los precios –en particular, del arroz, producto imprescindible en los hogares japoneses–, el estancamiento de los salarios, el coste de las pensiones, la incertidumbre por la guerra comercial iniciada por Trump, los escándalos de corrupción que salpican una y otra vez al PLD… 

El Ejecutivo dirigido por Ishiba se ha mostrado incapaz de ofrecer soluciones a estos problemas, y de ello se han aprovechado los que prometen resolver todo dando una patada al tablero: parte de los escaños perdidos por el oficialismo han ido a parar a Sanseito, un partido de ultraderecha que reconoce abiertamente su inspiración trumpista y que ha abrazado el discurso antiinmigración que tan buenos réditos electorales está generando en parte de Occidente.

Opción ‘antiestablishment’

Sanseito ha cosechado éxito especialmente entre el electorado joven, frustrado por el estancamiento del país

Liderada por Sohei Kamiya, un exgerente de supermercado y profesor de inglés, esta formación nació en el 2020, en plena pandemia, al calor de los movimientos antivacunas y antiglobalistas de internet, y obtuvo por primera vez representación parlamentaria dos años después, con un solitario escaño en la Cámara Alta. En las elecciones del domingo, sumó 14 escaños, convirtiéndose en la tercera fuerza de la oposición, por detrás del progresista Partido Democrático Constitucional y del derechista Partido Democrático para el Pueblo –que también flirtea con la xenofobia y que ha pasado de 4 a 17 escaños– .

Haciendo bandera del eslogan “Los japoneses primero”, una adaptación indisimulada del “América primero” de Trump, Sanseito ha cosechado éxito especialmente entre el electorado joven, frustrado por el estancamiento de un país cada vez más envejecido, que arrastra décadas de atonía económica y que parece cada vez más expuesto a la influencia de China.

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Simpatizantes de Sanseito celebrando hoy los resultados electorales en Tokio

Kim Kyung-Hoon / Reuters

Cambios demográficos

Un país cada vez más abierto al exterior

Japón se ha caracterizado tradicionalmente por el aislacionismo cultural y las estrictas políticas de inmigración. Sin embargo, el envejecimiento de la población y la caída de los índices de natalidad han obligado al país a ir abriéndose a los extranjeros, para cubrir las necesidades del mercado laboral. Así, en la última década, el número de residentes foráneos ha pasado de 2,2 millones a 3,7 millones. Una cifra que representa el 3% de la población total de 120 millones, y que resulta insignificante en comparación con las estadísticas de Estados Unidos y Europa. Al mismo tiempo, el país está apostando por el turismo, para incrementar sus ingresos. El año pasado, Japón fue el octavo destino más visitado del mundo, y el primero de Asia. Y en el primer semestre de este 2025, se alcanzó el récord de 21,5 millones de turistas, un 21% más respecto al mismo período de 2024. Esta afluencia masiva de viajeros ha causado algunos problemas de convivencia, magnificados en redes sociales, y es vista por algunos como una de las causas de la inflación que azota al país.

Sanseito ha encontrado el chivo expiatorio perfecto en los extranjeros, pese a que apenas suponen un 3% de la población de Japón. A ellos los acusa de aprovecharse de los recursos del Estado y de alterar el orden social. Por eso, propone limitar el número de foráneos, y quiere dificultar los trámites para obtener la residencia permanente. El partido también dispara contra los jubilados: pide que se elimine el impuesto que ayuda a cubrir las pensiones, ya que considera que es una carga económica injusta para los ciudadanos en edad laboral. Y también es crítico con las políticas de igualdad: anhela “volver a los valores familiares tradicionales”.

Al haber superado la barrera de los 10 diputados, Sanseito ahora podrá presentar leyes por su cuenta. Su voz se escuchará más. Y el PLD quizás sentirá la tentación de acercarse a sus postulados –de hecho, Ishiba anunció hace unos días que crearía una oficina para promover la “coexistencia armoniosa con los extranjeros”–.

Las placas tectónicas de la política japonesa se han movido

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