
Polonia se prepara para unos años de pelea política. El ultraconservador Karol Nawrocki ha tomado posesión hoy como presidente del país, y en su discurso de aceptación ya ha dejado clara su intención de plantar cara al Gobierno de Donald Tusk, de orientación centrista.
Si el primer ministro hace bandera del europeísmo y el liberalismo, el nuevo presidente abraza sin complejos el nacionalismo de corte trumpista. “Seré la voz de los ciudadanos que desean la soberanía”, ha proclamado durante su intervención en el Sejm, la cámara baja del Parlamento polaco. “Nunca aceptaré que la UE le quite competencias a Polonia”, ha afirmado el dirigente, quien ha mostrado su rechazo frontal a la entrada del país en el euro. Una posición que cuenta con el aval del principal partido de la oposición, Ley y Justicia (PiS), que prestó a Nawrocki todo su apoyo en la campaña electoral que culminó con su apretado triunfo frente al candidato respaldado por Tusk, Rafal Trzaskowski.
Escenario de bloqueo
Polonia parece abocada a una situación de estancamiento, como la que ya se vivió bajo el mandato de Duda
En su discurso de investidura, Nawrocki también ha exhibido un compromiso sin fisuras con la OTAN –en la cual, eso sí, no ve un lugar para Ucrania–, y ha anunciado que promoverá la reforma de la Constitución. “Polonia debe volver al Estado de derecho”, ha dicho. “Abriremos, espero, un debate nacional honesto sobre cómo debería ser la Constitución del 2030”, ha agregado el dirigente, quien además ha instado a todos los partidos a sacar “de la disputa política” temas “fundamentales” para el país como el desarrollo, la vivienda y la seguridad.
Pese a esos llamamientos a la concordia, Polonia parece abocada a una situación de estancamiento, como la que ya se vivió bajo el mandato del predecesor de Nawrocki, Andrzej Duda. El presidente cuenta con competencias limitadas, pero importantes. La más decisiva: el derecho de veto legislativo, una herramienta para frenar la agenda del Gobierno.