El viraje incierto de Bolivia

Las elecciones presidenciales que Bolivia celebra el próximo domingo son las más inciertas de su historia reciente hasta el punto que no se vislumbra un ganador. Todo apunta a que el país andino está dispuesto a pasar página de Evo Morales y de dos décadas de gobiernos de izquierdas, pero lo único que parece claro es que, por primera vez, habrá una segunda vuelta, prevista inicialmente para el 19 de octubre.

Las encuestas aportan más dudas que respuestas. Dos candidatos de derecha, el empresario Samuel Doria Medina, y el expresidente Jorge Tuto Quiroga son los favoritos. Ambos lideran las encuestas en un virtual empate técnico con entre el 20% y el 25% de los votos, insuficientes para lograr la victoria en primera vuelta, que requiere de la mayoría absoluta o de superar el 40% con una diferencia de más de 10 puntos porcentuales sobre el segundo.

No hay un favorito claro y la izquierda intenta desmarcarse de Evo Morales

Bolivia desea y necesita salir del marasmo político y gubernamental en el que está sumida. Pero hay muchas incógnitas. La primera, la desintegración del Movimiento al Socialismo (MAS), que fue la base ideológica y electoral de Evo Morales (2006 y 2019) y de Luis Arce (2022-25).

La popularidad de Arce es tan baja que decidió no presentarse a la reelección. El que fuera el ministro de Economía y factótum de la bonanza financiera en la época Morales ganó de manera sorprendente las presidenciales del 2022, pero todo el rigor que simbolizaba se ha difuminado en los últimos años con una inflación galopante (del 24% interanual en julio), la drástica reducción de producción de gas natural y la escasez de divisas. En lugar de Arce, el candidato oficialista es su exministro Eduardo del Castillo, a quien los sondeos le dan apenas un 2%.

Bolivian former President Evo Morales holds a ballot during a rally to promote

Evo Morales con una papeleta electoral tachada para promover el voto nulo que él mismo postula

Agustin Marcarian / Reuters

Andrónico Rodríguez, expresidente del Senado, es el candidato mejor valorado de la izquierda, pero las encuestas le otorgan entre un 7% y un 14% solamente. Además de dejar el MAS, también rompió con Morales, de quien llegó a ser su delfín político. Evo, que todavía es un político influyente, pero que vive recluido en la región cocalera del Chapare y ha perdido fuerza entre los sectores que le auparon al poder, pide abiertamente el voto nulo, que en las encuestas se cifra en hasta un 15%.

La situación se complica porque los sondeos previos reflejan hasta un 20% de indecisos y votos en blanco. Cualquier cosa puede pasar. Bolivia, inmersa en una multicrisis política y social, reclama soluciones económicas urgentes y parece dispuesta a pasar página, pero a la incertidumbre de los resultados electorales se une el recelo sobre si los aceptará el que fue el primer presidente indígena del país. Morales aspira a ser un Daniel Ortega boliviano y no se presenta porque la justicia lo ha impedido por haber ejercido la jefatura de Estado tres veces cuando la Constitución lo limita a dos.

Los líderes opositores tampoco han conseguido crear una alternativa sólida en dos décadas. Doria Medina, que a priori ocupa un espacio más centrista, intenta atraer también al electorado que simpatiza con la extrema derecha que tan bien está funcionando en América. Tuto Quiroga, que representa a la derecha tradicional, promete revertir el legado izquierdista y afirma que su modelo es el PP español. Y en este tablero quebradizo Bolivia se juega desterrar las políticas progresistas y poner rumbo al neoliberalismo.

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