Envejecimiento, el mal menor

Por increíble que parezca, los ciudadanos de EE.UU. sólo emiten, de media, la mitad de CO2 que emitían sus bisabuelos en 1900, antes del automóvil, del avión y del aire acondicionado. Sin embargo, EE.UU. emite dos veces y media más CO2que entonces, y esto porque la población es 5 veces mayor. Por lo que respecta a la India, emite 25 veces más CO2que en 1900: porque también hay 5 veces más indios y porque cada uno de ellos emite 5 veces más. Dicho de otro modo, el problema del cambio climático -como el de la acidificación de los océanos o la reducción de la biodiversidad- es consecuencia de lo que hacemos y de cuántos somos. No nos preocuparía tanto si la población mundial hubiera dejado de crecer en 1975, cuando sólo éramos 4.000 millones, la mitad que ahora.

Afortunadamente, el crecimiento está frenándose: la hipótesis más optimista de Naciones Unidas es que la población mundial alcanzará su máximo hacia 2065, con unos 9.700 millones, pero hay demógrafos más optimistas.

La supervivencia de la civilización exige la reducción del impacto humano sobre el medio

Es sabido que las mujeres tienen pocos hijos en el Primer Mundo: la media es de 1,6 en EE.UU., 1,4 en Europa y 1,2 en Japón. Desde el punto de vista de la salud planetaria, este hecho es extraordinariamente positivo, porque estos países se cuentan entre los mayores contaminantes per cápita. También es muy importante lo que ocurre en China, el principal emisor mundial de gases de efecto invernadero, y la buena noticia es que la población china ya está cayendo porque las mujeres tienen sólo un hijo de media.

La caída es generalizada: la fertilidad ya es inferior a la de reemplazo en India, en países católicos como México, Perú o Ecuador, y en países islámicos como Marruecos, Indonesia o Malasia. Además, parece imparable porque está correlacionada con dos factores que parecen irreversibles: la urbanización y la escolarización. Por lo que se refiere al primero, el fenomenal crecimiento de la población mundial de las últimas décadas ha sido un fenómeno exclusivamente urbano. En cuanto a la escolarización, pocos estados parecen dispuestos a sacrificar un desarrollo económico que exige que la población se escolarice (Afganistán es una de las poquísimas excepciones). Un caso significativo es Irán. Cuando este país era una dictadura occidentalizada, antes de la revolución islámica de 1979, las mujeres tenían en promedio 6,5 hijos; veinte años después ya tenían menos de dos.

Para concluir: la supervivencia de la civilización exige la reducción del impacto humano sobre el medio, y esta reducción parece imposible sin detener el crecimiento demográfico, lo que implica necesariamente el envejecimiento de la población.

El envejecimiento crea problemas, empezando por la sostenibilidad de las pensiones, pero éstos, por graves que nos parezcan, no son más que inconvenientes menores. Ocupémonos, pues, de ellos, pero tratémoslos como lo que son: efectos secundarios del remedio a nuestro problema más grave.

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