Eric Frattini: “El papa es mucho menos poderoso de lo que parece”

Estos días, el teléfono de Eric Frattini (Lima, 1963) no para de sonar. El escritor y periodista es uno de los grandes conocedores de los entresijos del Vaticano, así que numerosos medios quieren recabar su opinión. Después de haber trabajado como asesor en películas como Cónclave , la superproducción de Hollywood protagonizada por Ralph Fiennes, ahora presenta el ensayo Cónclave: la Iglesia después de Francisco (Espasa), un repaso exhaustivo a la gestión del último Papa.

¿Qué balance hace del papado de Francisco?

Francisco llegó con un mensaje que supuso un aire fresco para muchos católicos. Dio titulares fantásticos, pero, como dijo el diario italiano Il Giornale , sus frases se evaporaron en el aire. No consiguió la reforma de la curia. No logró reformar el sistema financiero del Vaticano. Tampoco devolvió a los divorciados al seno de la Iglesia. Y dejó pendiente el tema de la comunidad LGTBI. Entonces, al final, fue un Papa de mucha palabra, pero poca acción.

En su libro define a Francisco como “rey de la ambigüedad”.

Cuando Francisco dice que llega “del fin del mundo”, eso es un problema: este es un Papa que no controla la curia, la maquinaria vaticana. Él se vio obligado a vivir en la ambigüedad. En los últimos tres años de pontificado, fue tomando menos decisiones doctrinales, porque ya no quiso meterse en ningún berenjenal. El sector duro del Vaticano se lo estaba poniendo muy difícil. Aunque también él se defendió muy bien: cortó muchas cabezas importantes.

Promesas incumplidas

Francisco dio titulares fantásticos, pero fue un papa de mucha palabra y poca acción”

¿El papa es menos poderoso de lo que parece?

Es mucho menos poderoso, sí. La Santa Sede no es una democracia parlamentaria. Cuando el papa muere, los prefectos de los dicasterios se mantienen en funciones, y el nuevo pontífice los ratifica o los expulsa. Y, a veces, claro, ese papa, que ha necesitado apoyos en el cónclave, piensa: “¿Para qué remover el avispero?”. Y ahí continúa la maquinaria vaticana, funcionando durante tantos siglos, sin moverse.

¿Lo que no se ate en las congregaciones generales es difícil que se resuelva en el cónclave?

A los cardenales electores se les permite hacer política en las congregaciones y en las murmuraciones. En las congregaciones se habla de cualquier cosa: de cómo hay que reformar la Iglesia, del tema económico, de temas doctrinales… Y las murmuraciones son reuniones en petit comité donde se negocia, porque ahí se puede hacer proselitismo. Un cardenal me dijo: “Cuantas más congregaciones, menos fumatas”.

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Este cónclave será el más numeroso de la historia. Y, también, el más internacional. ¿Será, pues, el más complicado?

Sí, porque la mayor parte de los cardenales no se conocen. Es curioso, porque vivimos en un mundo globalizado y piensas que eso no debería suceder. Y claro, a lo mejor tú me caes muy bien porque he leído un documento tuyo doctrinal, pero luego has hecho alguna declaración polémica o tienes amistades que no debes. Por ejemplo, el arzobispo de Hungría es íntimo amigo de Viktor Orbán, y eso le puede afectar ante el sector más progresista.

Francisco nombró a 108 de los 133 cardenales electores. ¿Dejó bien atada su sucesión?

No, porque entre esos 108, por ejemplo, hay cardenales como Fridolin Ambongo, que pidió al Papa no dar la comunión a los homosexuales en África. Hay ortodoxos brutales entre los elegidos por Francisco.

¿Quiénes son los “hacedores de papas” de este cónclave?

El cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Munich, que fue estrecho colaborador de Francisco; Jean-Claude Hollerich, arzobispo de Luxemburgo, del ala más liberal, y el alemán Gerhard Müller, que podría agrupar a un gran número de cardenales latinoamericanos y de la escuela Ratzinger. También están el arzobispo de Viena, Christoph Schönborn, y el de Tegucigalpa, Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga.

Continuidad en duda

“Entre los cardenales electores elegidos por Francisco hay ortodoxos brutales”

¿El cónclave está muy polarizado entre conservadores y reformistas o todo está más matizado?

Está muy diversificado. Está el sector ultraconservador y el extremadamente liberal, pero luego hay otro sector liberal que no quiere un cambio brusco. El único bloque monolítico es el africano, partidario de Ambongo.

Los ataques a algunos favoritos, como el cardenal Pietro Parolin, evidencian que en el cónclave hay guerra sucia, ¿no?

En el cónclave hay mucha política porque se mueven muchos intereses. Se elige al papa, pero también se deciden cuestiones que pueden afectar a la estructura económica vaticana o al sistema doctrinal del futuro. Es como una campaña electoral, pero para 133 cardenales.

¿Hasta qué punto interferirá Estados Unidos en el cónclave?

EE.UU. siempre ha intentado influir en el Vaticano, porque este tiene mucho poder: el papa es como un influencercon 1.100 millones de seguidores. Y, por supuesto, Trump va a intentar meter mano en el cónclave. EE.UU. entrará a través del cardenal Raymond Burke, un hombre no cercano a Trump o a J.D. Vance, sino a Steve Bannon, que es peor.

Desafíos inmediatos

“La reforma de la curia y del sistema financiero es lo más urgente para el nuevo pontífice”

¿ Cuál sería el perfil ideal del nuevo papa?

Un papa mayor, más cercano a los 70 años que a los 65, para que no sea un pontificado muy largo. Un papa que controle la geopolítica, porque va a llegar con una situación muy complicada. Un papa que no venga del fin del mundo, que controle la maquinaria vaticana. Y un papa muy negociador, con un pie en el sector progresista y otro en el sector conservador, porque, si quieres cambiar algo desde el punto de vista doctrinal, no puedes radicalizarte.

¿Y cuál será el principal reto de ese nuevo papa?

La reforma de la curia y del sistema financiero del Vaticano. Eso es lo más urgente. Y luego ya, cuestiones doctrinales, como permitir que las mujeres puedan ejercer el sacerdocio. Esto no lo va a hacer el próximo papa: ni tú ni yo lo veremos, ni nuestros hijos. Pero quizás nuestros nietos sí. Como me dijo un cardenal: “El Vaticano no se rige por las 24 horas del día. Va mucho más lento”. Por eso, los 100 días de gracia que le damos a un presidente del gobierno, para un papa son diez años.

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