El diablo está en los detalles. Se ha hablado mucho del pacto comercial firmado entre Washington y Bruselas hace una semana y del peso que tendrán los aranceles del 15% sobre los bienes europeos exportados a Estados Unidos, olvidando que gran parte de este impacto recaerá sobre los mismos consumidores estadounidenses.
Pero es la letra pequeña la que levanta mayores dudas. Porque, según lo consensuado, la Unión Europea corre el riesgo de convertirse en una colonia energética estadounidense.
El acuerdo prevé que Europa se gaste 750.000 millones de dólares a lo largo de tres años en comprar petróleo, gas natural licuado y carbón de Estados Unidos. “Es un plan poco realista y que pone en riesgo la seguridad energética del bloque comunitario”, afirma el centro de estudios Institute for Energy Economics and Financial Analysis (IEEFA) –con sede en Washington–, que acaba de publicar una amplia investigación con datos de Eurostat.
“Para cumplir con el compromiso de comprar 250.000 millones de dólares (215.000 millones de euros) en productos energéticos de Estados Unidos por año, la Unión Europea necesitaría obtener cerca del 70% de sus importaciones de energía de ese país. El acuerdo ata efectivamente el suministro energético del bloque a un único vendedor”, advierte la analista para Europa del IEEFA, Ana Maria Jaller-Makarewicz.

Terminal de Enagas en el puerto de Barcelona
El gas norteamericano es muy caro y la UE consume cada vez menos
Basándose en los precios de 2024 y manteniendo la misma proporción de productos energéticos comprados a Estados Unidos, la IEEFA estima que la UE tendría que triplicar sus importaciones de petróleo, carbón y Gas Natural Licuado (GNL) estadounidenses en 2025 para cumplir con el compromiso.
Es una meta imposible. De entrada, el Viejo Continente está consumiendo cada vez menos gas, ante la creciente descarbonización de la economía. “La era del gas en Europa está desapareciendo.Ya no es un peldaño estratégico. Más de la mitad de la demanda final de energía podría electrificarse en Europa en 2040”, señalan en la consultora Strategic Perspectives.
“La demanda de gas en Europa está disminuyendo, y es poco probable que el mercado absorba volúmenes excedentes. Además, el mercado es intrínsecamente volátil, el GNL es un combustible caro y el estadounidense es más caro que el de cualquier otro proveedor de la UE” , expone Ana Maria Jaller-Makarewicz. Según los datos que maneja esta analista, la demanda de gas en Europa disminuyó un 20% entre 2021 y 2024.
“La UE ha acordado invertir sumas tan cuantiosas que parecen improbables. Este es un daño colateral que podría resultar muy costoso para Europa”, escribía en una nota el economista Lorenzo Codogno. Ursula von der Leyen explicó que era mejor para Europa sustituir el gas de Rusia con el de EE.UU., ya que hay un embargo comercial contra los rusos por la guerra de Ucrania. De hecho, desde que estalló el conflicto Estados Unidos se ha convertido en el primer proveedor de gas de Europa, con una cuota del 55%. Este porcentaje irá a más.
El pacto obliga a destinar un dinero que podría haberse dedicado a las renovables
“La Comisión corre el riesgo de reemplazar una dependencia desastrosa por otra: desenchufar el gas de Putin y enchufar el de Trump”, advirtió Greenpeace el pasado mes de mayo. François Gemenne, coautor del informe más reciente del IPCC de la ONU sobre cambio climático, en 2023, ya acusó a la UE de “sumisión” a la agenda pro combustibles fósiles de Trump.
Todo esto sin tener en cuenta que las inversiones en energía dependen de las compañías y no de lo que decida la Comisión, que tiene competencias para negociar, pero no para ejecutar. La gran pregunta es cómo pretenden la UE y Estados Unidos que esas empresas, que se deben a los resultados y a sus accionistas, y que tienen la obligación de buscar y ofrecer el suministro más conveniente, aumenten sus compras y ventas de forma exponencial, como plantea el acuerdo.
Además, la mayor parte del gas natural y el petróleo que importan los países europeos está atado a través contratos a largo plazo, que están sujetos a penalizaciones severas en caso de ruptura contractual. Reorientar esas compras hacia EE.UU., como pretende Trump, implicaría incumplir compromisos legales vigentes y enfrentarse a seguras indemnizaciones multimillonarias.
De ahí que cabe preguntarse si no hubiera sido mejor destinar ese ingente dinero europeo que ahora supuestamente deberá ir hacia EE.UU. para invertir en energía más sostenible, en la óptica que ya se puso en marcha con el llamado Green Deal europeo.
Los analistas advierten que el compromiso no es realista y que aumenta la dependencia
“En 2024, el 46,9% de la electricidad neta generada en la UE provino de fuentes renovables. Gastando 750.000 millones de dólares en este tipo de fuentes –es decir, la cifra pactada en Escocia la pasada semana–, la UE podría aumentar su capacidad total instalada de energía solar y eólica en aproximadamente un 90%, desde los 569 GW de finales de 2024”, calcula la IEEFA. Algo que, además de potenciar la industria local, podría contribuir a un descenso de los precios.
Pero según indica este estudio, Bruselas parece haber optado por pagar más, contaminar más y depender más de EE.UU. ¿Era esta la jugada maestra del “acuerdo más grande de todos”?