

El rearme ideológico del PP en su próximo congreso será también el rearme personal de Alberto Núñez Feijóo. El líder popular dio ayer en Valladolid el tiro de salida de una carrera cuya llegada sitúa en la Moncloa y en la que el cónclave de los días 4, 5 y 6 de julio en Madrid no será sino una meta volante en la que dejar atrás definitivamente a sus perseguidores internos.
En la capital castellana, la primera etapa de una vuelta triunfal que hoy lo llevará a Zaragoza y Castelldefels y que seguirá por toda la geografía española hasta culminar en Madrid, Feijóo se comprometió a desbordar los límites de su partido primero en la manifestación convocada el 8 de junio en la plaza de España, la sexta contra el Gobierno en esta legislatura, y luego, cuando llegue el momento, en las urnas, donde su objetivo es alcanzar los diez millones de votos.
Ayuso amaga con plantar a Sánchez en Barcelona y liderar un motín de presidentes autonómicos del PP
Así, el presidente del PP pidió que las calles se llenen de ciudadanos decididos a plantar cara a Pedro Sánchez, al que califica de “capo de la mafia”, sin logos ni siglas de ningún tipo, en un “acto de país” al que se acerquen personas de distintas sensibilidades, es decir, también los simpatizantes de Vox, cuyo líder, Santiago Abascal, se desmarcó de la manifestación por considerarla partidista.
Pero si la intención de superar los diez millones de papeletas en las urnas, hoy por hoy, se antoja quimérica, porque para ello la ultraderecha tendría que quedarse muy lejos del umbral que le otorgan todas las encuestas y que un millón de sufragios se trasvasaran de Vox al PP, lo que sí está al alcance de Feijóo, después de quedarse a cuatro escaños de la investidura, es reforzar su autoridad interna, cuestionada desde algunos sectores del partido, singularmente desde Madrid, donde figuras como José María Aznar y Esperanza Aguirre, en sintonía con el ala liberal que abandera Isabel Díaz Ayuso, le han reclamado librar la “batalla cultural” contra la izquierda y los nacionalismos.
De esas presiones busca liberarse Feijóo en el congreso extraordinario de julio, y por eso ha dejado la ponencia política, que deberá actualizar el ideario del partido para este segundo cuarto del siglo XXI, en manos del andaluz Juanma Moreno y el castellano-leonés Alfonso Fernández Mañueco, los primeros que se examinarán en las urnas, si no hay sorpresas, el año que viene. Dos presidentes autonómicos que se caracterizan por su moderación en las formas, si es preciso hasta moviéndose en la total indefinición con tal de no romper la baraja política.
Todo lo contrario de la líder madrileña, que a pesar de haber pasado una semana muy ingrata al ver a su pareja a punto de sentarse en el banquillo por presunto fraude fiscal, ha desenterrado el hacha de guerra y amenaza con no ir el viernes que viene a Barcelona a la conferencia de presidentes y encabezar una rebelión de todos los barones populares, a los que insta a no salir en una foto pensada por Sánchez para “tapar sus casos de corrupción”, según aseguró el portavoz de su Gobierno.
Ya se verá. De momento, la presidenta madrileña celebrará mañana, en el parque Berlín de la capital y junto a Feijóo, el ecuador de una legislatura en la que goza de una mayoría absoluta aplastante. Un acto en el que ambos exhibirán una imagen de unidad con la que se darán por superadas las suspicacias por el hermetismo con el que llevó la cúpula de Génova la preparación del congreso, en el que el PP de Madrid, al margen de la organización de los debates, en manos de Alfonso Serrano, solo cuenta con Alma Ezcurra, que es la coordinadora del think tank Reformismo 21, creado por el líder popular como contrapeso a la granítica FAES de Aznar, y puede estar llamada a tener un papel muy relevante en la próxima ejecutiva.
Reformismo es la palabra. Así es como se presenta Feijóo, un político reformista, dice siempre, del que no se pueden esperar estridencias. Y no se prevén en el congreso, donde se volverá a pasar de puntillas por el “problema catalán” y se dejará la política de alianzas abierta.