En los parques de Francia también se ve, los días festivos, a más adultos paseando mascotas que a niños correteando. Si durante mucho tiempo la alta fecundidad francesa –en términos relativos– era una excepción en Europa, la tendencia va muy a la baja y aproximándose con rapidez a países como Italia, España o Grecia.
Los últimos datos hechos públicos la semana pasada por el Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos (Insee), referidos al periodo entre mayo del 2024 y mayo del 2025, muestran una realidad alarmante: por primera vez desde la II Guerra Mundial, las muertes (651.000) superaron los nacimientos (650.000). Aunque la diferencia solo fuera de 1.000, lo importante es que se ha llegado al temido “saldo natural negativo”, y no solo eso: con mayo han sido ya 35 meses consecutivos de descenso de nacimientos.
Es posible que, puntualmente, vuelva a registrarse algún mes positivo, si bien la trayectoria futura parece muy clara para los expertos, salvo que se produzca un improbable cambio espectacular, ya sea cultural, de valores y de comportamiento. “Sabemos que a medio plazo la tendencia será negativa y de manera casi permanente”, reconoce a La Vanguardia la jefa de estudios demográficos del Insee, Chloé Tavan.
El saldo natural negativo del último año se hará permanente, según los demógrafos
En esta evolución influye, obviamente, el crecimiento sostenido de la variable de los fallecimientos. Se está notando el envejecimiento de la generación del baby boom , cuyos miembros más ancianos ya rozan los 80 años. De todos modos, Tavan subraya que “la sorpresa viene de la bajada de los nacimientos, más acusada de lo que se podía anticipar”. En un ejercicio de proyección del propio Insee realizado en el 2021 se preveía que el saldo natural negativo se alcanzaría en el 2035. El escenario, pues, se ha adelantado en diez años. Todo se acelera.
Uno de los aspectos más significativos es que la crisis de nacimientos afecta de manera general a todo el territorio, tanto el metropolitano como el de ultramar, con la única excepción del archipiélago de Mayotte, en el océano Índico, sometido a un intenso flujo de inmigración ilegal desde las vecinas islas Comoras, con muchas mujeres embarazadas que hacen el peligroso viaje para dar a luz en el territorio francés. Sin contar con los departamentos ultramarinos, Francia habría dado saldo negativo ya en el 2024. Con todo, continúa estando mejor que los países de su entorno. Según las últimas cifras disponibles a escala europea, la tasa de fecundidad francesa (1,6 hijos por mujer) solo es superada por Bulgaria.
El exceso de muertes sobre los nacimientos no significa que Francia, por ahora, pierda población, pues la llegada constante de inmigrantes –legales o no– y de refugiados compensa el desfase. El Insee calcula, sin embargo, que el descenso de población puede materializarse, pese a la inmigración, entre el 2030 y el 2040, dependiendo de las circunstancias.
Termina la excepción francesa en Europa al sumarse a la tendencia de países como España e Italia
Los datos ahora conocidos y la constatación de la importancia vital de la inmigración para retrasar o atenuar el inevitable invierno demográfico en Francia plantean un serio problema político, pues pueden alimentar el discurso de la extrema derecha sobre la teoría conspiracionista del reemplazo. Una de las tesis recurrentes de la ultraderecha europea, que en Francia defiende con vehemencia el excandidato presidencial Éric Zemmour, es que existe un plan para sustituir a los pueblos autóctonos por inmigrantes llegados del resto del mundo, sobre todo de África, y muchos de ellos de confesión musulmana.

La vertiginosa caída de la fecundidad francesa después del pico alcanzado en el 2010 se explica por multitud de factores, socioeconómicos, culturales y psicológicos. Pese a que las ayudas fiscales y de otro tipo a los padres son todavía generosas, hay quejas sobre modificaciones hechas en los últimos años que complican la vida a las parejas con hijos.
Para la presidenta del Sindicato de la Familia, Ludovine de la Rochère, que es madre de cuatro hijos, hablar de la ansiedad por el cambio climático o por las guerras “no son más que pretextos para no actuar” y recuerda que el baby boom en Francia empezó ya durante la Segunda Guerra Mundial. “Se hace una política antifamilia y que promueve el individualismo”, asegura De la Rochère a este diario, muy crítica con Macron. “Ha habido una deconstrucción de la política familiar con medidas ideológicas que pueden ser contraproducentes”, añade, en alusión a las últimas decisiones del Gobierno para un reparto totalmente equitativo, entre el padre y la madre, de los permisos que da el Estado. Eso es irrealista, a su juicio, porque las madres siempre suelen asumir más peso. La ley pretendidamente igualitaria las acabaría perjudicando.
El factor inmigración para compensar la baja fecundidad alentará algunas tesis de la extrema derecha
Para la activista profamilia, parte de la culpa de lo que sucede la tiene la legalización en 1998 de las parejas de hecho –Pacto Civil de Solidaridad (PACS), en el ordenamiento francés–, porque esas uniones tienen menos hijos. “Si se quiere favorecer la maternidad, hay que valorizar el matrimonio y distinguirlo de otro tipo de uniones”, enfatiza De la Rochère.
Hubo un tiempo en que algunos se atrevieron a dar una explicación más prosaica a la bajada de fecundidad: la supresión, en el 2008, de las clases en las escuelas los sábados por la mañana. Las parejas con hijos habrían perdido un tiempo precioso de intimidad. No hay estudios científicos que confirmen esta hipótesis.