Su apellido es muy similar al del Papa (León XIV se llama Robert Francis Prevost) y, salvando obviamente las enormes distancias, podría decirse que también necesitará inspiración divina para ejercer de líder en un periodo muy difícil y turbulento en su ámbito. François Provost, el nuevo consejero delegado de Renault, ha sucedido a un hombre muy carismático, Luca de Meo, y en eso también existe un cierto paralelismo con el pontífice estadounidense, que tomó el relevo del impetuoso Francisco.
El grupo automovilístico francés, fundado en 1898 y en el que el Estado aún detenta el 15% de la propiedad, ha optado por una solución de continuidad, por alguien de la casa, ante el terremoto que supuso la marcha por sorpresa de De Meo, que decidió saltar del barco en plena tormenta y probar fortuna en el sector del lujo al frente de Kering.

Francois Provost
A sus 57 años, Provost, que estudió ingeniería de minas y trabajó en la Administración central (en los ministerios de Finanzas y de Defensa) antes de ingresar en Renault en el 2002, era la alternativa natural, la menos arriesgada, para hacerse cargo de la empresa en un momento muy peligroso para los fabricantes europeos ante el empuje comercial y tecnológico de la competencia china. El discreto Provost se impuso a otro favorito, Denis Le Vot, el patrón de la filial Dacia, una marca muy exitosa.
El nuevo número uno de Renault exhibe un currículum interno casi perfecto. Jefe de ventas en Burdeos, director en Portugal y luego alto cargo del grupo en Moscú, Seúl y Shanghai. Provost era hasta el 30 de julio el jefe de ventas, alianzas y asuntos públicos de la multinacional del rombo. Una de sus misiones será devolver una estatura global a la empresa, que ha retrocedido al número 15 en el ranking de firmas del sector. La pérdida del mercado ruso, que era el segundo después del francés, como consecuencia de la invasión de Ucrania en febrero del 2022, significó un golpe muy doloroso. El mismo Provost se ocupó de gestionar una retirada ruinosa. Renault afronta un futuro nada cómodo por el hecho de estar ausente de Estados Unidos y China, los dos mercados más potentes del mundo.
Este ingeniero de minas quiere seguir apostando por elevar la gama de todas las marcas
El flamante consejero delegado de Renault colaboró estrechamente con De Meo en la estrategia de electrificación, cuya estrella es el avatar del mítico R5. Las prioridades comerciales también se mantendrán. “Seguiremos dando prioridad al valor más que a los volúmenes”, dijo Provost después de ser nombrado. Es decir, apuesta por elevar la gama en todas las marcas, desde la económica Dacia a la elitista Alpine. El cálculo pasa por aceptar menos unidades vendidas, pero a cambio de aumentar los márgenes. En cuanto a geografía, el foco de expansión serán Sudamérica e India, sin renunciar a entrar en China y Estados Unidos.
Provost no pudo saborear tranquilo el puesto ni veinticuatro horas. Un día después del nombramiento le tocó lidiar con el anuncio de unos resultados semestrales muy negativos: más de 11.000 millones de euros de pérdidas extraordinarias, al depreciarse el valor de la participación en Nissan– y un 70% menos de beneficios operativos.
Al nuevo jefe de Renault lo han recibido con los cuchillos afilados los sindicatos, inquietos por la reducción de costes –y de plantilla– que temen. La CGT no le dio precisamente la bienvenida. “Han ido a buscar al peor candidato, el que es en parte responsable de la estrategia llevada por Luca de Meo, de quien era el brazo derecho”, se lamentó David Leblond-Maro, delegado del gran sindicato excomunista. A Provost lo consideran cómplice de la supresión de 9.000 empleos desde el 2020. “Renault no necesita el enésimo plan a corto plazo o de una lógica financiera guiada únicamente por el beneficio inmediato –insistió la CGT en un comunicado–. La empresa precisa una visión industrial duradera que se apoye en las competencias de los asalariados y en el anclaje de su producción en Francia”. Es evidente que, en las actuales circunstancias, a Provost, como a cualquiera que dirija una empresa automovilística en Europa, le harían falta virtudes casi sobrenaturales –con permiso de Prevost– para no perecer en el intento.