Gabbard manipula los papeles del ‘caso Rusia’ para tapar el efecto Epstein

La creciente presión sobre Donald Trump por el caso del depredador sexual Jeffrey Epstein ha llevado a la Casa Blanca a crear una línea alternativa para desviar la atención. Todo consiste en acusar de “traición” al expresidente Barack Obama por forjar una conspiración contra el entonces candidato republicano con el caso de la influencia rusa.

Hay una cuestión que delata la poca credibilidad del argumento –según el cual el Kremlin no buscó beneficiar a Trump en el 2016, sino que solo era un montaje para perjudicarlo– y el mero interés de la Casa Blanca como contraprogramación: la misma sentencia del Tribunal Supremo que otorgó inmunidad a Trump por sus crímenes durante su presidencia da inmunidad a los supuestos crímenes de Obama.

Tras saberse que Trump está en los papeles de Epstein, la fiscal general abre una investigación a Obama

Esto hace que Tulsi Gabbard, la directora de Inteligencia Nacional de EE.UU., sea la herramienta útil para lanzar esa línea de contraataque. Por esta razón, el Gobierno ha desclasificado una serie de documentos y ha afirmado que Obama y sus asesores retocaron los análisis de inteligencia para desacreditar la elección de Trump.

Gabbard ha sacado una colección de once documentos en los que, según los expertos en la materia, no existen pruebas de que hubiera manipulaciones, salvo, en todo caso, la orden de Obama de que se completaran los informes antes de su marcha de la Casa Blanca. Como subrayan los analistas, que el Ejecutivo solicite trabajar más rápido a las agencias federales es poco criminal.

El trabajo de la Gabbard, exlegisladora demócrata reconvertida al movimiento MAGA, fusiona dos ideas: evaluaciones sobre los esfuerzos de Rusia para piratear la infraestructura de las máquinas de recuento de votos y filtrar información perjudicial para Hillary Clinton, la aspirante demócrata en aquellas elecciones.

Al hacer esa mezcla de asuntos, el informe sugiere incorrectamente que la agencia de espionaje, por la presión de altos funcionarios, cambió su opinión sobre si Rusia interfirió en esas elecciones.

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A screen about the Jeffrey Epstein files is displayed at Times Square in New York City, U.S., July 23, 2025. REUTERS/Jeenah Moon

La directora de los servicios de inteligencia estadounidenses incluso compareció en la sala de prensa de la Casa Blanca para explicar el gran escándalo. Sucedió que tuvo numerosos problemas al explicar sus hallazgos cuando los periodistas le hicieron ver las inconsistencias.

Otro elemento que tampoco supo responder es cómo la comisión bipartidista del Congreso, en la que figuró el senador Marco Rubio, hoy secretario de Estado, dio validez a la teoría de la injerencia rusa para beneficiar a Trump. La firma de Rubio está ahí, aunque hoy se sienta al lado del presidente y le escucha hablar impasible sobre la conjura.

Obama, mediante un portazo, respondió a las acusaciones, algo que raramente hace. “Estas extrañas acusaciones son ridículas y un débil intento de distracción. Ningún documento emitido desvirtúa la conclusión ampliamente aceptada de que Rusia trabajó para influir en las elecciones del 2016”, replicó ese portavoz.

Trump hizo su arrebato contra Obama semana pasada en el despacho oval. Al día siguiente se filtró que la fiscal general, Pam Bondi, le informó en mayo de que su nombre aparecía en la lista de Epstein. Ese mismo día, solo unas pocas horas después, Bondi anunció la creación de una “fuerza de investigación” para indagar el supuesto caso Obama, en el que nadie ve más futuro que apagar el fuego de Epstein.

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