

Otra fecha marcada en septiembre habrá de ser el asalto final a Hamas en Gaza. El millón de personas que aún permanece en el dantesco lugar será evacuado hacia los campamentos de refugiados con la operación militar. Otro golpe a cuantos espectadores de un campo de batalla híbrido se plantean en conciencia si asistimos a crímenes de humanidad, que conducen al genocidio, en esta persecución sin cuartel de la guerrilla urbana palestina. La calle europea lo repudiará, aunque las protestas olviden reclamar del ejército clandestino gazatí que ponga fin a la yihad por bien de su pueblo, a punto de ser erradicado de la ciudad.
No a muchos estados les sucede que, en medio de una contienda ganadora, el jefe del ejército resista públicamente las decisiones del jefe de Gobierno, quien ya había apartado por los mismos motivos al ministro de Defensa y al anterior jefe del Estado Mayor, así como al diputado de mayor rango en el Parlamento, también por discrepancias hacia el resultado estratégico de la ofensiva. Así las cosas, sesenta mil objetores alegan sus derechos históricos a no ser movilizados en septiembre.
El equívoco de reconocer un Estado palestino estriba en el momento y las compañías
El atractivo israelí seguramente resida en ese espectáculo parejo al de sus rápidos éxitos militares. Es el de una pequeña república vivaz hasta lo convulso, que no deja de causar cierta incomodidad en quien adivina que sean facetas inseparables. En los 80 años de existencia como Estado, las simpatías se han desplazado de la izquierda bien socialista hacia la derecha más conservadora, debido quizá a las pruebas de cohesión nacional y competencia exhibida ante sucesivos ejércitos árabes, o bajo el posterior terrorismo de cohetes. Sin embargo, no baja siquiera un punto en esta escala de aprecios que el imperativo de la seguridad nacional no haya relegado el espíritu civil de esas autoridades, que se muestran en los despachos y ceremonias sin el ornato de los viejos estados europeos. Sobra decir otro motivo más concreto, y no menos envidiable, como su excepcional influencia en la política exterior de Estados Unidos.
El equívoco de reconocer ahora un Estado palestino, en principio no mal visto por los votantes de derecha, estriba en el momento y las compañías elegidas por el presidente Sánchez. Irlanda y Noruega, dos países periféricos en la Unión Europea, desconectando el paso del español de Alemania, Francia, hasta cabe pensar en la Italia de Meloni, se toma en mayo sin hacer partícipe al líder de la oposición, en un giro diplomático grandilocuente, anunciado también en inglés. El gesto quedará al límite de lo teatrero mientras sus promotores no acepten la carga de un condominio parcial sobre el nuevo Estado. Error de tiempo y gramática, operado nuevamente a espaldas del Congreso, el sitio indicado para sancionar que los hechos consumados no queden luego congelados.